‘Oloron’, de Amaya Zulueta, la novela que es un largo poema de amor en prosa

Literatura

El escritor gaditano publica con ‘Avant’ su segunda novela, un texto en el que el estilo prima sobre la historia

La obra se presenta esta tarde en el Espacio Quiñones de la Caleta, con la presencia de Manuel ramos y Enrique Montiel

El escritor gaditano Manuel Amaya Zulueta.
El escritor gaditano Manuel Amaya Zulueta.
J. A. L.

Cádiz, 08 de septiembre 2021 - 07:00

Oloron ve la luz muchos años después de haber sido escrita, en 1982, aunque no tantos después quizás de haber sido revisitada por su autor para ir puliendo sus capítulos. El libro es la segunda novela de Manuel Amaya Zulueta (Cádiz, 1947), un escritor tan entregado a su querencia poética que reconoce que Oloron quiere ser una obra en la que el estilo gane a la historia, que pretende ser “un largo poema de amor escrito en prosa”. La novela, editada por Avant, se presenta hoy en el Espacio Quiñones a partir de las siete y media de la tarde y con dos padrinos de excepción: Manuel Ramos y Enrique Montiel.

Se trata de una novela que transcurre en una línea temporal muy corta, una madrugada, un “riesgo” que Amaya Zulueta asume con naturalidad y que sabe que le obliga a viajar dentro de esa noche a otros días anteriores para conformar el cuerpo de la novela: “No hay una historia, no hay una línea narrativa única, no hay una carretera en un solo sentido... Hay una vuelta constante al mundo del pasado, al mundo de los recuerdos, de las pulsiones...”.

El primer capítulo se abre con una cita de Elliot, “Un buen poema de amor es prosa”, lo que despeja el camino de las intenciones del autor en todos los capítulos que siguen: “Dejo claro cómo la novela es, o pretende ser, un largo poema de amor en prosa. Es más que posible que un poema, o muchos, no pudiesen ser suficientes para llegar a ser un buen poema de amor y, quizá inconscientemente, me conduje a mí mismo por la dilatadísima autopista que representa el género novela. Así pues, Oloron es una novela de amor, un lugar donde se describe, se habla, se observa, muestra sus mil y una caras, eso que llamamos amor”.

Amaya Zulueta reconoce que en su novela prima el estilo sobre la historia, porque no es su intención construir un relato al uso, y echa de nuevo mano de una cita, algo recurrente cuando se conversa con él, para ejemplificar su objetivo: “‘Quiero hacer un libro que se apoye solo en el estilo’, decía Flaubert. En el momento que yo hago esa confesión, ya estoy diciendo subterráneamente que no voy a contar ninguna historia, me coloco en el otro polo de lo que hoy se lleva, como la novela histórica. Para contar historias ya estaba Hollywood. A mí lo que me interesa de la literatura es el estilo, de qué manera puedo moverme dentro de ese espacio tan reducido que es una noche: pues apoyándome fuertemente en el estilo”.

El escritor gaditano obtuvo en 1999 el Premio Fernando Quiñones de Unicaja con su primera novela, El león de oro, en lo que fue también la primera edición de ese certamen. Ahora, Oloron es su segunda novela, lo que no significa ni que sea temporalmente la segunda ni que sea su único relato largo: tiene otras novelas escritas, aunque permanecen inéditas; además, Oloron fue escrita en 1982: “Tengo novelas, sí, pero están inéditas porque publicar en España es un sufrimiento. Esta novela es de 1982, lleva escrita muchos años, y esto no quiere decir que la novela, desde entonces, no haya sido tocada, retocada mil veces. Es, como decía Juan Ramón, la obra en marcha. La obra nunca te complace, vas poniendo, quitando, poniendo... Hay varios Oloron metidos en el ordenador, este es uno de ellos; tienen coincidencias entre ellos, pero no son exactamente iguales. La versión que más me atrajo es esta”.

“Para mí –continúa Manuel Amaya–, todo está siempre cambiando hasta que aparece editado un libro. Ahí es cuando termina mi capacidad de modificación. Mientras tanto, todo es modificable, adaptable a los sentimientos, a nuevas vivencias, a nuevas pulsiones, a cosas que te van pasando en la vida y que vas metiendo en la novela”.

Pese a que no desdeña la prosa, Amaya Zulueta es, fundamentalmente, poeta. Y no porque la mayoría de su producción literaria publicada está en verso, aunque también tiene relatos, sino porque incluso cuando es una novela la que escribe el tono de su lenguaje es el poético: “No lo pienso, eso me sale solo. Yo no sé hacer casi nada en la vida, pero escribir sé un poquito; la escritura me sale con facilidad, me saldrá bien o mal, pero me sale con facilidad. Mi naturaleza tiende a la poesía. Mi novela es la novela de un poeta, porque la carga poética es fuerte, es alta”.

Advierte el autor de que “todo el mundo es un autor literario”, pues todas las personas tienen sentimientos, historias, vivencias, que pueden llegar a contar: “¿Dónde, pues, radica la diferencia? Pues en el estilo, o sea, en la forma de contar esos avatares. El poeta o el novelista no siente más ni de forma diferente a los demás mortales. Pero el autor, mediante su estilo, su forma de vomitar esos sentimientos, ideas, percepciones, al papel, se distingue del ciudadano que siente lo mismo, porque éste no lo expresa o, si lo hace, no alcanza un grado de intensidad, belleza, interés suficiente, porque su forma, su estilo no diverge del habla común. En el meneo que el autor bate su interior en la batidora del lenguaje reside la originalidad de éste, creando un bastidor lingüístico único y supraindividual”.

Un gadita del barrio de Santa María

“Soy y me siento absolutamente gaditano, de lo cual presumo. Un gadita que nació en el barrio de Santa María, pared con pared con el Nazareno”. Así se define Manuel Amaya Zulueta cuando habla de sus raíces y de sus primeros años. Fue alumno del colegio San Martín, luego de una academia situada en la plaza de San Agustín y, finalmente, en el instituto Columela, donde tomó contacto con la obra de García Lorca y afianzó su interés por la lectura que ya se había suscitado mucho antes. Estudió Magisterio y Filosofía y Letras, y trabó por entonces amistad definitiva y para siempre con Manuel Ramos, una de las personas que hoy le acompañarán en la presentación: “Voy a tener la suerte de tener como presentadores, y nada menos que en mi Caleta, a Manuel Ramos y Enrique Montiel, ambos fecundos creadores y pintores de nuestro Cádiz o de la Isla. Y en ese sentido, el hecho de la presentación sobrepasa a ésta en el sentido de reunir a un trío de narradores gaditanos, lo cual no acaece ni siempre ni en todas partes. El hecho simbólico de reunir a una generación gaditana de narradores a los que se unirán otros, puede llevarnos a una supuesta o posible generación gaditana de narradores o algo parecido”.

¿Y cuánto Cádiz aparece en su nueva novela, en Oloron? Como no podía ser menos, está en algunos de sus aspectos que desvela Amaya Zulueta: “En la novela aparece Arcades, contracción de Arcos y nuestro Gades. Quiero decir con ello que en el complejo entramado de Oloron también va a aparecer Cádiz, el sur, nosotros. Podemos ver en sus páginas a una pareja subiendo la Cuesta de las Calesas un día de levantera, por poner un ejemplo. O el refino de Bocángel en la calle Teniente Andújar, enfrente del ‘almacén’ de Amadeo, donde las jóvenes van con su propio tarrito de cristal a comprar dos pesetas de revedó, que no era más que un gaditanismo lingüístico referido a un perfume francés, Rêve d´amour”.

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