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Cultura

Michelle Pfeiffer ilumina Berlín y Brenda Blethyn le imprime carácter

  • El festival de cine vive una jornada de espléndidas actrices con dos películas que aspiran a lo máximo: 'Cheri', de Stephen Frears, y 'London River', de Bouchareb

La belleza dorada de Michelle Pfeiffer iluminó ayer la Berlinale desde Chéri, de Stephen Frears, y Brenda Blethyn le imprimió carácter desde London River, como la madre que busca a su hija entre las víctimas de los atentados del metro de Londres de 2005, un filme erigido en sólido aspirante a los Osos. La jornada en la sección de competición fue de ésas en que resulta difícil decantarse por una de las películas en liza, muy distintas de contenido y dominadas por espléndidas actrices.

De un lado, la rubia, brillante y falsamente frágil Pfeiffer, de nuevo comandada por Frears 21 años después de sus Amistades peligrosas, ahora a vueltas con la belleza que se marchita, incluso en una mujer que nunca dejará de ser hermosa.

Del otro, Blethyn, intachable en su papel de viuda a la que ningún hombre miraría ni un segundo por la calle, que deja la isla donde vive ante las imágenes de los atentados del 7 de julio de 2005 y visto que su hija, en Londres, no contesta al teléfono.

London River, dirigida por el francés Rachid Bouchareb, presenta a una mujer que pasa del susto de ver que su hija vive sobre una carnicería musulmana al horror de enterarse de que aprende árabe y tiene novio africano. Todo ello, mientras va de la comisaría de policía a los hospitales o a los depósitos de cadáveres y sigue sin una llamada de vuelta de su hija.

Chéri sitúa a Pfeiffer en la belle epoque de las novelas de Colette, que se convierte como todas las mujeres de su entorno en amante de un joven de 19 años. Formarían la pareja ideal, de no ser por el error de haber nacido con décadas de distancia.

"Es un paso en la dirección correcta", respondió Pfeiffer, a la pregunta de por qué hay de pronto tantas películas de mujeres maduras cuyos amantes son hombres jóvenes. "Cuánto mayor me hago, tanto más jóvenes que yo son mis compañeros de rodaje. Pero lo llevo bien", añadió, a la segunda pregunta en la misma dirección.

Chéri incide en la cuestión, no sólo a través de las arrugas mínimas de Pfeiffer, sino también de unos diálogos impecables, en los que entre el sarcasmo y la crueldad no dista ni un milímetro.

"Qué bien huele usted. El perfume se impregna mejor cuando la piel pierde su tersura", le suelta a Pfeiffer la horrenda madre (Kathy Bates) de su joven amante (Rupert Friend). Uno de los múltiples dardos que se lanzan los personajes del filme, todos riquísimos, todos exquisitos, casi todos venenosos.

Chéri es brillante, como Pfeiffer y el resto de actores. Pero era difícil concentrarse en esa película tras el impacto de London River. Blethyn domina el filme de principio a final, aunque comparte su drama de madre que no entiende nada con el de un padre africano, asimismo en busca de su hijo tras los atentados y que teme lo peor: que el niño que dejó con seis años para emigrar a Francia sea ahora uno de los integristas islámicos que colocó una de las bombas.

"Son padres que de pronto descubren que no conocen a sus hijos. Es un tragedia personal en medio de los atentados de Londres, como podrían ser los de Madrid o los de EEUU", explicó Bouchareb. London River dejó a la Berlinale con la sensación de haber encontrado su película. O, como mínimo, su actriz.

Las cintas compartieron jornada a competición con Forever Enthralled, una nueva y épica película de Chen Kaige. La impaciencia se apoderó del público, de por sí asustado ante los 147 minutos de la cinta. A cada nueva escena operística se veían un montón de sombras abandonando el cine, mientras otros se lo tomaban con humor y se reían, discretamente o no, en la butaca.

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