Cultura

Memoria en blanco y negro de una vida vinculada a la fotografía documental

  • Kiki ingresa en la Academia con una exhibición histórica de su trabajo desde los 70

Manuel Chaves, González Mazo, Irene García, Rosario Martínez y David Fernández observan las fotografías de Kiki.

Manuel Chaves, González Mazo, Irene García, Rosario Martínez y David Fernández observan las fotografías de Kiki. / fito carreto

La mirada inocente de varios niños gitanos al cobijo de una chabola abre la exposición Memoria de un fotógrafo, de Joaquín Hernández 'Kiki', que ayer se inauguró en el patio central del Claustro de la Diputación de Cádiz. Es una de las primeras instantáneas que tomó con su primera y flamante cámara profesional allá por el año 1974 nada menos que en el barrio del Balón, cuando los padres de los pequeños "se fueron a pedir dinero" y cuando era casi prohibitivo adquirir una. Su carrera ya arrancó con esta visión agitadora de conciencias, primero desde las "injusticias" que veía en las calles de su ciudad, de su barrio, para luego tomar el mundo por montera y capturar con su objetivo algunas de las grandes "desigualdades" que nos envuelven, entre otros guiños documentales de las decenas de viajes que ha realizado.

De aquellos momentos tan significativos en su vida ha realizado una "difícil" selección de 30 fotografías en blanco y negro, que son las que integran este recorrido por la trayectoria profesional de un fotógrafo cuyo nombre está indiscutiblemente vinculado a la historia fotográfica de esta ciudad. Pero no es precisamente Cádiz lo que exhibe, sino las complicadas realidades de las que ha sido testigo por varios países Latinoamérica, Asia, África y Cuba, fundamentalmente. A este último destino, al que va y viene cuando puede, pertenece la imagen que ayer donó a la Academia, tras pronunciar su discurso de ingreso, aparte de otras en las que captura "la alegre idiosioncrasia cubana". Una pareja en el Malecón sonriente con una botella de ron o dos señores fumando un puro y con una cerveza en el mostrador de un decadente bar son algunas muestras. Pero el recorrido se torna menos sonriente. Más crudo y "triste", porque a fin y al cabo es lo que siempre ha perseguido con su objetivo, "crear conciencia". De uno de sus primeros viajes por la África más desoladora, en Sierra Leona, expone imágenes de colas en centros médicos. Miradas de desconsuelo, de resignación de familias enteras que "incluso hacían noche para que les atendieran".

La pobreza infantil y la forma en que los niños juegan con dos palos en países como Guinea; la explotación de pequeños en los vertederos de basura de Guatemala; las miserias de los adolescentes que aspiran pegamento para sobrellevar sus míseras vidas, e incluso la misma mortalidad infantil desde la perspectiva del ritual de una cremación en la India o de un entierro en Guatemala, han sido objeto de su denuncia. "Me llamó mucho la atención el entierro porque justo ese día en la iglesia se celebró una boda y luego el bautizo de dos hermanos y el entierro de otro hermano", comenta de una foto tremenda en la que el padre porta en un hombro como si tal cosa la pequeña caja fúnebre. "El índice de mortalidad infantil es muy alto y en todas las familias hay casos".

Estos trágicos momentos se fusionan en el discurso expositivo con otros capítulos más livianos pero como extraídos de otro siglo de "los oficios de la medina en Marruecos, en los que estoy trabajando desde hace un tiempo", de donde importa escenas del lechero y de curtidores, entre otros momentos como la fiesta del cordero, pese "a lo reáceos que son los marroquíes, no quieren fotos". Es ahí donde entra el juego el talante del fotógrafo, el de un profesional que sabe medirse en cada situación, por tremenda que sea. "Siempre me pongo en su lugar, uso la empatía", comenta mientras mira de frente una obra que ha marcado múltiples instantes de su vida. "Para mí todas estas imágenes significan algo, por eso he pedido colaboración a la hora de seleccionar".

De nuestro entorno también retrató el momento en que varios emigrantes eran atendidos cuando llegaban a la Punta de San Felipe o cuando un padre "provinciano" despidió con un pañuelo a su hijo que se iba a la Guerra del Golfo a bordo de la fragata Numancia. "Fue foto de primera página de Diario de Cádiz". Fotos de portadas, de viajes, de recuerdos y emociones que marcan la memoria en blanco y negro de un fotógrafo que ayer hizo historia en Cádiz.

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