La magia de María Rozalén atrapa a los asistentes en un concierto lleno de simpatía
Había ganas. Nada más entrar el ambiente hacia presagiar que aquella artista tenía un nombre, que sus canciones habían traspasado la corteza cerebral y que nada podía pagar lo que valía una noche escuchándola.
Pero, aún así, la gente pagó religiosamente una entrada hasta completar el aforo. Por lo que esta artista albaceteña que lleva dos años de gira con su primer disco se mostraba asombrada de su éxito y comentaba con humor nada más terminar la primera de sus canciones, 80 veces, en el Castillo de Santa Catalina la noche del viernes: "La gente no tiene criterio, viene a verme a mí...". Era la primera de innumerables carcajadas.
María Rozalén no sólo consiguió levantar el vello o hacer que las parejas menos consolidadas pasaran a la acción de una guerra que tenía como arma los besos, los besos, los besos y los besos. Y otra vez los besos. María Rozalén rompió los cánones. Se apropió de la gracia de esta ciudad y la hizo propia. Entre ella y su fiel acompañante e intérprete de signos Beatriz Romero captaron al público entre canción y canción con risas. Millones de risas.
Con ello, el timbre de su voz y la originalidad de sus canciones, se convirtió en el centro de las atenciones durante las casi dos horas que duró su concierto.
Por su repertorio fueron pasando sus mayores éxitos: Cuento de hadas, en la que llegó a subir a niños al escenario para que cantaran con ella -canción que conocían de memoria-, Saltan chispas o a la que el público ya le ha otorgado un puesto preferente en sus reproductores, Comiéndote a besos. A su lado, quiso acompañarla también Antonio Martínez Ares, con un tema propio que Rozalén acompañó, y el pianista Jesús Lavilla.
Se atrevió a cantar en inglés y pidió perdón por las "anabotelladas" que pudiera cometer. Destripó sus canciones con explicaciones al público, al que agradeció su apoyo una y otra vez. Habló de su éxito casi pidiendo disculpas: "Mi madre me dice que estoy viviendo el momento más feliz de mi vida precisamente cuando mucha gente lo está pasando realmente mal", comentó emocionada y al borde de una lágrima que contagió a los asistentes.
Se fue, despertando todos los aplausos que hubieran sido posibles esa noche. Para terminar, cantó la mítica Volver de Carlos Gardel, con la esperanza, como deseaba, de volver con un segundo disco con el que espera consagrar definitivamente a María Rozalén.
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