"Helena me lleva a un dolor terrible"
La intérprete presenta esta noche en El Puerto 'Juicio a una zorra', un montaje del director Miguel del Arco en el que Machi se convierte en la legendaria reina que, al fin, cuenta la historia desde su punto de vista
La historia la escriben los vencedores. La historia la escriben los hombres. Ésta, también. Miguel del Arco da forma a Juicio a una zorra. Pero con una mujer en mente. Dos mujeres. Por eso es diferente. Helena de Troya, dicen que la causante de una de las guerras más destructivas de la antigüedad; y Carmen Machi, una actriz que se mete en la piel de la vilipendiada reina para contar la historia desde su punto de vista.
La actriz, que esta noche pone en escena este tremendo monólogo en el Teatro Pedro Muñoz Seca de El Puerto de Santa María, nos atiende amable, relajada, tranquila... Fuera ya de todo el dolor, de todo el éxtasis, incluso, de la extraña felicidad que la posee cuando se transmuta en Helena de Troya.
-¿Cree que con este personaje hace, en cierta manera, justicia al papel de la mujer en la historia?
-Bueno, de esta mujer creo que sí (ríe) No es de la mujer en general. No todas, afortunadamente, han pasado por ser tan vilipendiadas como ella, porque yo creo que Helena de Troya simboliza cómo la historia ha tratado injustamente a alguien, y digo la historia porque siempre depende de quien la cuente. En este monólogo, en varias ocasiones, queda demostrado esto. Según quién cuente la historia, la historia cambia, y la historia ha sido contada por hombres, para bien y para mal, así ha sido. A la víctima, que yo considero que es Helena, nunca le preguntaron. Al menos, aquí, sí me dejan hablar, me dejan opinar, contar su conflicto, se le da la oportunidad.
-Se lo pregunto porque no sólo Helena de Troya. Lilit, Eva... Me parece que las religiones, la mitología, la historia no nos han dejado muy bien paradas.
-Sin duda, y no hace falta irse la historia, ni a personajes ficticios, sino que se trata de la vida misma, cualquier ser humano al que le tapan los ojos y le vetan la boca, al que no le permiten hablar, es evidente que está maltrato. En la obra pasa eso también que es inevitable hacer un paralelismo con el hoy en día.
-¿Qué le atrajo de la Helena de Miguel del Arco?
-Pues, primero, te quiero contar cómo nace hacer este trabajo. Fue un encargo del festival de Mérida a Miguel del Arco y le encargaron un monólogo de 20 minutos y él quería que lo hiciera yo. Así que lo escribió pensando en mí, entonces no es que me atrajera o no, lo tenía que hacer (ríe). Realmente, Miguel me preguntó si yo quería acompañarlo en esta aventura, que iba a dar vida a Helena de Troya de tal y tal manera y, claro, yo le dije que sí. A Miguel del Arco, aparte de que ahora está en un momento maravilloso, lo conozco de toda la vida, no es algo que haya surgido de la nada, pero sí es verdad que la manera que tiene de contar las cosas, cómo las quiere contar, desde dónde, que es un trabajador incansable, con una sensibilidad exquisita... Todo eso ya te intriga. Si fueras actriz y te dijeran que a Miguel del Arco le apetece trabajar contigo dirías: ¡Sí! Directamente. Te lo aseguro. Y, bueno, luego, cuando leí el texto... Es que es de una brillantez, de una inteligencia, de una sensibilidad, está lleno de matices, es un regalo para una actriz, pasa por todos los recovecos por los que se puede pasar siendo actor... Es un regalo aceptable cien por cien.
-A pesar de ser una actriz con mucho recorrido en las tablas, ¿el monólogo sigue inspirando más respeto?
-Sí, lo que pasa es que está muy bien escrito y cuando los mimbres son tan buenos y la manera de Miguel es tan acertada pues no es que te relajes pero sí que tienes la seguridad de que es un espectáculo teatral poderoso. Estoy acompañada de un sonido bien armado, de una producción maravillosa con lo que tengo la sensación de no estar sola. El encuentro con el público ocurre desde el minuto uno donde se rompe la cuarta pared, hablas directamente con ellos para pedirles que sean el jurado de eso que les voy a contar, de esta forma se entra en una empatía con el público que te parece que estás menos sola. Pero en un monólogo, sea como sea, sabes que no te puedes mover de las tablas en una hora y que tienes que cargar, en el buen sentido, con la obra, que no se te despiste el público, engancharlo de alguna manera, que les interese la historia que les voy a contar y, eso sí, te da mucho respeto pero, realmente, no me produce ninguna inquietud, es bastante placentero. Al principio, siempre tienes la duda de qué va a pensar el público pero, a día de hoy, las dudas están despejadas y soy consciente de que el texto que sale por mi boca es muy interesante y te atrapa enseguida. Pero no deja de ser una responsabilidad enorme porque es teatro en estado de puro. Así que sí, me da vértigo, aunque es satisfactorio.
-Su Helena está rota, dolorida, ¿le puede más ese dolor o la fuerza para contar su historia?
-Uff... a ver. Creo que es muy curioso y muy difícil pedirle a cualquier ser humano que cuente la historia de su vida y aún más, en este caso, cuando ha sido una tragedia, porque ella es pura tragedia griega. Es muy duro. Normalmente uno necesita de algo que le ayude a paliar el dolor y a Miguel se le ocurrió que Helena toma lo que sería el prozac de la época, un brebaje que mezcla con el vino. Ella bebe continuamente durante toda la función este brebaje que existe en la mitología. Es una pócima que calma el dolor, que ayuda a olvidar el dolor y gracias a que toma esa pócima durante toda la obra es capaz de contar. Pero hay momentos en los que el dolor la invade y da igual el brebaje, porque cuando duele, duele y no hay tu tía. Sí es verdad que sin esta ayuda, sin esa medicina, no se sabe si podría contarlo... Es una mujer muy rota de dolor pero que tiene mucho sentido del humor porque es una mujer muy inteligente y es algo que va bastante unido. Se ríe de sí misma, ironiza con su propia vida, lo lleva de una manera que lo suaviza... Hasta que no... Digamos que consigue sobrevivir a las palabras pero no al alma.
-Cuál es el mayor pecado de Helena, ¿amar o ser mujer?
-(Se lo piensa) Pues probablemente ser una mujer que ama (ríe). No, yo creo que el gran pecado de Helena fue ser bella. Y es curioso el paralelismo con la propia actualidad porque parece que, ya entonces, ser bella y rubia significaba ser tonta. Es como si pensaran "esta mujer es preciosa, guapísima y nos sirve de mercancía, además ni sentirá ni padecerá porque es tonta del todo, vamos a casarla con éste, vamos a forrarnos con ella...". Esa es la realidad de la historia pero nunca se ha visto de esa manera. Su belleza la traicionó, la sepultó, porque, para todos, no era otra cosa que la mujer más bella del mundo. Pero la mujer más bella del mundo se enamora, y la única vez en su vida que sintió amor, tomó una decisión. La única decisión que tomó en su vida fue enamorarse y seguir al hombre al que amaba y eso fue imperdonable porque no contó con nadie. Así que, amiga mía, ahora eres responsable de todo: de la guerra, de la destrucción... Era una mujer que hizo algo sin preguntarle a nadie y eso es imperdonable.
-Cuando recibió el premio Valle-Inclan dijo que nunca se había imaginado que un personaje tan doloroso le podría dar tantas alegrías.
-Tengo muy reciente el premio, además, el resto de nominadas, de finalistas son personas a las que quiero mucho. Así que fue bastante inesperado porque no se me había pasado por la cabeza que yo pudiera ser la persona que se podría llevar este premio. Fue un regalo magnífico, una guinda del pastel, no me lo esperaba para nada. Y gracias por recordarme esa frase, porque es verdad. Porque Helena es un personaje que a mí me lleva a un dolor terrible, a un dolor que no fabrico. Cada vez que hago Helena de Troya ella me posee y me invade un sentimiento de pena tremendo que no puedo evitar, y de dolor. Aunque es muy placentero, porque te hace sentirte muy viva, me deja destrozada, es como que entro en una catarsis. Y al público le pasa algo similar. Así que es curioso, me encanta hacer este personaje, es casi masoquismo, y me produce una pena y un dolor que no puedo controlar. Por eso creo que me da tanta felicidad. Además me están pasando miles de cosas hermosísimas con él cuando lo que pasa en el escenario es extraño porque duele de verdad.
-No sé si ha leído un chiste que circula por ahí que dice que de tanto buscar la virtualidad en el cine van a acabar inventando el teatro.
-(Ríe) No, no lo había leído, pues es muy bueno. El teatro artística y creativamente está pasando por un momento buenísimo, incluso a nivel de público también. Los teatros están abarrotados de gente, es así, quizás porque es un arte que no te puedes descargar por internet, que no lo puedes disfrutar sino yendo a la sala. Así que está en un momento maravilloso pero el problema está en que muchos ayuntamiento y entidades deben muchísimo dinero a las compañías. Muchos ayuntamientos no pagan, de hecho, muchas compañías han tenido que cerrar y eso es lo que no puede ser, al igual que tampoco son asumibles esos recortes brutales que se están produciendo en cultura, la cultura no es prescindible, es fundamental para el desarrollo de una sociedad.
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