Flamenco en Cádiz y San Fernando. Un par de apuntes
Tribuna de opinión
Una reflexión en el Día Internacional del Flamenco sobre las celebraciones más cercanas
Se acerca la semana del día institucional en el que se acuerdan del flamenco para olvidarse de él los restantes trescientos sesenta y cuatro días del año. Y como cada otoño, en noviembre, hay empacho de propuestas: conferencias, talleres, bailes colectivos, junto a ofertas muy interesantes y otras de menor interés. Hay mojama de atún de ida. Y hay cartón del dos. Mijitas en el cartucho de estraza del freidor, en donde –a veces– la caella se da por cazón, el tonino por la caballa y la lúa y pota sustituye calamar y choco.
Bien por la vecina San Fernando, que levantará cuatro esculturas a cuatro figuras del flamenco, tres de ellas sumamente decisivas. A saber: El Fillo, María Borrico, su hermano El Viejo de la Isla (como se le denominaba en Cádiz cuando se afincó en el barrio Santa María) y Cristobalina La Gitana; junto a un quinto, ya más contemporáneo, el recordado Chato de la Isla.
El hallazgo de que El Fillo nació en San Fernando en 1806 –El Fillo padre, ya que su hijo, asimismo Fillo cantaor y de gran relevancia, nació en El Puerto de Santa María–, no es una noticia que haya aparecido por ciencia infusa. Llegó producto del esfuerzo individual, y hay nombre y apellidos propios detrás de dicho impulso, de la persona que arrojó tan relevante primicia. Hay también un método científico de trabajo detrás, junto a cientos de horas invertidas en la investigación, dejando la vista en papeles amarillentos, dinero personal y un valioso tiempo que, en ningún caso, volverá tras dura peregrinación por archivos parroquiales, bibliotecas, libros de padrones, libros de quintas, libros sacramentales, actas capitulares... etc.
Se da la circunstancia, además, de que su descubridor es uno de los más acreditados y solventes investigadores del panorama flamenco actual. Hablamos del moronense Luis Javier Vázquez Morilla quien, al igual que Manolo Bohórquez –que manejaba idéntica certera pesquisa para con El Fillo– y con método y pruebas, están revolucionando, junto a otros más, la historiografía flamenca y arrojando certezas, documentadas y contrastadas, que vienen a desmentir la abundante literatura apócrifa que sobre el flamenco habían escrito y novelado algunos autores en el pasado.
Ya que a él y sólo a él (a Luis Javier Vázquez), se debe la posibilidad de que San Fernando pueda inaugurar en breve un busto al Fillo, un hecho que no es baladí, lo menos que San Fernando podría y debería haber hecho es invitar a dicho autor a dar una conferencia en el marco de su programación flamenca, ahora en noviembre y por supuesto, agradecérselo en persona, alto, claro y de manera institucional. De no ser por él y por su enorme esfuerzo intelectual, todavía supondríamos al Fillo natural de Puerto Real, como así lo suponía la flamencología novelesca de los años 50, 60 y 70; aquella que nada documentaba y todo lo imaginaba con incorpóreas razones.
No había un Fillo, había dos –y un Caoba y un Caobita, sobrino del Nitri, y un Curro Pablas y un Brujo del Puerto–; dos Fillos y no lo sabía la flamencología. A pesar de que en la cartelería decimonónica se hablase en plural del cante “de los Fillos” o de Valladares “y Planetas”, como en aquel cartel que el bibliófilo Federico Joly le regalara generosamente a José Blas Vega, cuando en la Fonda del Turco (precisamente de San Fernando) se anunciaba una actuación de Silverio Franconetti con Curro Dulce y el Maestro Patiño de Cádiz, un 28 de octubre de 1865.
Repitamos: gracias a Luis Javier Vázquez sabemos hoy que El Fillo que estuvo en la célebre fiesta flamenca que relató Serafín Estébanez Calderón ‘El Solitario’ en sus Escenas andaluzas (El Heraldo, 1842) no era el Francisco Ortega Vargas que Antonio Machado Demófilo citó en 1881, sino su padre. San Fernando debería agradecerle a Vázquez Morilla el hecho de que, en breve, La Isla vaya a poder homenajear con una escultura a Antonio Ortega Heredia, alias El Fillo, una de las piedras angulares del cante flamenco. Porque es de bien nacidos hacerlo y porque ha sido su esfuerzo y su tesón los que han posibilitado que se le vaya a hacer un busto, ya que nadie conocía su nacimiento en la Isla de León.
Respecto de Cádiz –la ciudad que acredita desde 1903 el Concurso de cante flamenco más antiguo, hasta el momento– y su programación flamenca, la cosa no mejora.
–“(...) El Concurso de Granada tuvo unos resultados espléndidos, porque el primer premio lo ganó El Tenazas (existen grabaciones de aquel cantor mítico), pero es que el ganador infantil fue nada menos que Manolo Caracol, y La Niña de los Peines estaba en el jurado...; y más anécdotas: como por ejemplo que fue un concurso que tuvo su réplica también en Cádiz...”.
Son declaraciones a la radio, del director del Festival de Música Española de Cádiz Manuel de Falla, justo cuando se inauguraba el festival que dirige. Lo primero que sorprende es que este señor no tenga la lección aprendida respecto de la historia del Concurso de Granada, ya que es rotundamente falso, pese a lo que se ha escrito, que La Niña de los Peines estuviese de jurado. No lo estuvo, primero, porque tenía a su madre enferma y segundo –y esto entra en el terreno de la especulación–, porque es muy probable que le hubiesen dolido las desafortunadas declaraciones que había efectuado Manuel de Falla a la prensa sobre los cantaores profesionales. Lo cierto es que no estuvo Pastora en aquella cita granadina, en modo alguno, además. Y en Cádiz, cuatro días después, aún uniéndose Picardo a la causa establecida por Falla, más que una ‘réplica’ fue un concierto sin carácter de competición y sin el error de base que Granada cometió al prescindir de los profesionales.
Falla le había solicitado por carta a su amigo Álvaro Picardo que le enviase a Granada cantaores aficionados de su Cádiz natal, que Picardo no encontró, pero sí tuvo el enorme acierto de efectuar un repertorio estilístico de cantes de una gigantesca casa cantaora, como la de Enrique el Mellizo, nutriéndose de toda la tradición artística de Cádiz y los Puertos, con Curro Dulce, Tomás el Nitri o Andrés el Loro, con algunos de los mejores profesionales que habían, como los hijos del Mellizo y El Pollo a la guitarra.
En el salón de la calle Benjumeda de la Real Academia Filarmónica de Santa Cecilia, se desgranaron nueve cantes de absoluta jondura, dos de los cuales por primera vez subían a un escenario: la giliana y la nana moruna, que tan solo la gitanería de los alrededores de la Bahía conocía, al ser los corridos una rareza; rara avis desconocida en el Sacromonte y sólo conservada por la memoria oral de la gitanería de Cádiz y los Puertos. Se dio incluso la paradoja de que la joya musical, ya descrita en las Escenas Andaluzas, de la malagueña doble del Mellizo, no estuvo presente en 1922, ni en Granada ni en Cádiz, por mor de los prejuicios de Falla y Lorca que, por negar, negaron la entrada de la granaína en su concurso –es decir, el cante de Granada fuera de Granada ¿?–, al no considerarlo cante jondo. Algo que debió ser inexplicable para la mayor autoridad de entonces, don Antonio Chacón –que sí iba de jurado–, primero, por ser discípulo directo de Enrique el Mellizo y segundo, por ser un malagueñero descomunal. No olvidemos la carta, apuntada por Gregorio Valderrama, que Joaquín Turina le escribiera a Falla, en donde Turina se cuestionaba los posicionamientos del concurso y tenía serias dudas sobre el fundamento de Falla, cuando le dijo:
–“En este momento estoy completamente desorientado. ¿Crees tú que esto procede de la India? ¿Estaremos haciendo el indio?”.
Es un despropósito que el festival Manuel de Falla de Cádiz capital ignore a Cádiz capital. Ni una sola mención en su programa para Santa Cecilia y aquel extraordinario concierto de Cádiz, desoyendo su propia historia y dándole un barniz cultural al festival con un Concurso de Granada metido con calzador en la programación para justificar algunas propuestas flamencas. Que, a Manolo Bohórquez, descubridor de la identidad del gaditano El Planeta, tío de Lázaro Quintana y hermano de Luis Alonso no lo hayan invitado nunca institucionalmente a dar una conferencia en Cádiz, hablaremos otro día. Hoy no, que bastante sonrojo de vergüenza ajena acumulo.
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