Cultura

El Falla apaga velas al compás del músico que le da nombre

  • El Ballet Nacional de España protagoniza el espectáculo que conmemora la efeméride

No fue una jornada de gala o de media gala, como cuando el Gran Teatro Falla reabrió hace 20 años sus puertas tras su profunda remodelación, pero era una noche especial: el coliseo gaditano celebraba su primer siglo de vida. Un teatro nacido sobre las cenizas de su malogrado predecesor que apagó sus cien velas al compás de Manuel de Falla, el universal y genial músico gaditano que con el tiempo terminó por dar nombre a un escenario capaz de albergar en su centenaria existencia todas las artes escénicas, desde las más clásicas y cultas hasta, por supuesto, la más popular y arraigada a la tierra. El Ballet Nacional de España representó El sombrero de tres picos de Falla y también, en la segunda parte, El Café de Chinitas, con las canciones populares de Lorca y el lujo musical y flamenco de Chano Domínguez y Esperanza Fernández.

El cartel prometía. Quizás por eso el hall se llenó pronto de un expectante bullicio. Allí, a la entrada, un pequeño tenderete servía para poner a la venta objetos promocionales del Ballet Nacional de España: abanicos, camisetas, libretas, libros o alfombrillas para el ratón del ordenador, todo con colores intensos y brillantes diseños. Y colgados ya en las paredes, los carteles que anuncian la exposición que abrirá sus puertas el lunes en el propio teatro. Quienes acudieron ayer a la gala de conmemoración del centenario tuvieron el privilegio de contemplar un anticipo del contenido, pues en las paredes de los pasillos están ya expuestos carteles de los espectáculos programados a lo largo de estos cien años.

El teatro registró una muy buena entrada. Salvo algunas 'calvas' en anfiteatro y huecos más visibles en paraíso, el resto del coliseo se llenó para seguir la representación del Ballet Nacional de España. Incluso un grupo de niñas, procedentes posiblemente de alguna escuela de danza, buscó con ganas y rapidez las escaleras que conducen a los pisos superiores del Falla para seguir la representación.

La alcaldesa de la ciudad, Teófila Martínez, llegó unos quince minutos antes del comienzo del espectáculo. Poco después lo hizo el portavoz de la oposición municipal socialista, Rafael Román. Y también Manuel González Piñero, concejal socialista de Cultura bajo cuyo mandato se inició a finales de la década de los años 80 la reforma del Falla. Los responsables del teatro, con la directora Vega López al frente, se afanaban mientras tanto en controlar que la celebración siguiera los parámetros previstos por la organización.

Apenas cinco minutos después de las nueve sonó la música -enlatada- de Manuel de Falla sobre el escenario. Y con ella los primeros taconeos y las primeras castañuelas. Majos y majas con un vestuario, y esa es la primera apreciación del espectador, excepcional, precioso, marca Salvador Dalí y recuperado por las manos y la cabeza de Yvonne Blake, que parecía completar con tino los también recuperados decorados del pintor catalán. Con ellos se quedó el millar de gaditanos que logró ser testigo de la celebración.

Un cumpleaños que se celebraba, eso sí, con retraso. Porque el Gran Teatro se inauguró en realidad el 12 de enero de 1910, pero el carnaval, y su largo concurso de agrupaciones, hizo que los responsables municipales retrasaran unas semanas la conmemoración de este centenario para que los actos pudieran tener una cierta continuidad. Así será: el lunes, la exposición; más adelante, el libro con la historia del teatro; y, mientras tanto, teatro, flamenco, ópera, cantautores, musicales o conciertos. El Falla tiene cien años y está más vivo que nunca.

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