FIT | Sutottos crítica

Humor compulsivo

  • El grupo argentino presenta en el festival su obra 'Inestable'

Una escena de la obra 'Inestable'.

Una escena de la obra 'Inestable'. / Gerardo Sanz/FIT

Los protagonistas de Inestable, la obra que presentaron en el FIT los argentinos del grupo Sutottos, están de los nervios. Son dos maniacos obsesivo-compulsivos de manual: inquietos, miedosos, recurrentes, aprensivos y, por supuesto, sufren terriblemente. Tienen temor al público –tal vez por eso se retrasa el inicio de la representación– y se plantean suspender, aunque finalmente deciden no dar marcha atrás porque el equilibrio del universo corre peligro si se varía mínimamente la sucesión de acontecimientos previstos. Comienza la locura.

El tándem formado por Andrés Caminos y Gadiel Sztryk es todo un espectáculo. Sus recursos vocales y corporales beben del clown. Son payasos graciosos que corren y saltan por el escenario, ponen muecas imposibles y se pelean para reconciliarse rápidamente. El vestuario insiste en esta línea: pelucas, pantalones y camisetas prácticamente iguales. Caminos y Sztryk son responsables de la interpretación, pero también de la dirección y la dramaturgia. Controlan todos los elementos de una propuesta directa y llana que persigue un único objetivo: divertir al espectador. Juntos forman un equipo ganador, bien compenetrado, cómodo sobre el escenario.

Inestable no desarrolla un hilo argumental preciso. Se estructura a partir de una sucesión de escenas que muestran la extraña vida de estos dos personajes ansiosos y fóbicos. Su comportamiento repetitivo, su excesiva susceptibilidad, su miedo desaforado ante incidencias cotidianas, como una simple mancha de humedad en la pared, resultan exagerados, aunque todos podamos reconocernos en alguna medida en sus manías.

La propuesta escenográfica consigue recrear un ambiente al límite de la realidad. La mayor parte de la escena permanece vacía para permitir el movimiento libre de los actores, mientras en un rincón se amontonan juguetes, maletas y dos sillas que conforman una atmósfera poética en la que los dos personajes sacan del baúl de sus recuerdos sus experiencias más dolorosas para autocastigarse. Es su forma de pasar la tarde de sábado. También de risa.

Sutottos, que cumple con este espectáculo una década sobre los escenarios, apuesta por un teatro sin complicaciones, aunque su obra, aparentemente sencilla, implica un trabajo concienzudo. Inestable está urdida para hacer pasar un buen rato y lo consigue: parte del público revienta a carcajadas y el resto sonríe y asiste estupefacto a las aventuras cotidianas de estos dos amigos raritos.

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