Escenas para el teatro de la vida
La compañía de Blanca Marsillach acerca el teatro a los escolares mediante las obras 'Una noche blanca con los clásicos' y 'Ella al desnudo', representadas en la Fundación Cajasol
El teatro como prolongación de la vida cotidiana, el teatro como catarsis, el teatro como terapia. La técnica de partir de una situación ficticia para llegar a la realidad, reconocerla y afrontarla. En este ámbito se mueve Ella al desnudo, una de las obras que la compañía de Blanca Marsillach representó ayer en Cádiz, en la sede de la Fundación Cajasol, ante un grupo de estudiantes de Secundaria que tuvieron también la oportunidad de participar activamente en un montaje que ofreció escenas que conectaron directamente con el teatro de la vida.
Carolina África fue la actriz protagonista del monólogo Ella al desnudo, una historia dramática, amarga, pero que fue por momentos irónica y esclarecedora. Hasta fue hilarante en algunas de las escenas, en las que los escolares del instituto Columela rieron con ganas. La escenografía, sencilla: el marco de una puerta, una silla y un perchero.
Carolina interpretaba a Carolina, que así se llamaba también su personaje, una mujer estresada y con dosis de hiperactividad, descontenta con su físico y con su vida y que acude a una sesión de terapia para reordenar su existencia.
El espectador descubre pronto, en una deliciosa escena de hipnosis, que Carolina fue una niña educada en una familia machista. Sus recuerdos se mueven entre su fobia a poner la mesa y sus primeros e inocentes escarceos amorosos -momento en el que los jóvenes escolares más espabilados, quizás identificados con el relato, rieron de manera pícara-. Y pronto, también, la historia de Carolina deriva hacia el dramatismo cuando recuerda y reconoce los malos tratos recibidos de su exmarido.
El texto, que la actriz interpreta con brío y decisión, esconde metáforas que ayudan al espectador a conducirse por la historia y a pensar en su propia vida, en su propia existencia, en su camino y en sus miedos y en su desconocimiento de su propio futuro. Como cuando un taxista le dice que no conoce el destino del viaje y Carolina admite que tampoco: "No sé por dónde se va". O esa otra frase propia de una vida equivocada y desorientada: "Si pudiera empezar de cero...".
Sublime fue la escena de la pitonisa, una evidente mentirosa que echa las cartas por teléfono para ganarse un dinero y que, sin embargo, otorga otra clave metafórica que sirve para ir cerrando el terapéutico círculo de la obra: "No dejes que tu futuro lo decidan las cartas, ni nadie ajeno a ti". Aún hubo tiempo para un artúrico relato final y para una pregunta general a los jóvenes escolares sobre sus deseos inmediatos. "¿Qué queréis? Las respuestas fueron rápidas y hasta disparatadas: "La felicidad, un Iphone 6, una Play, estar buena, la cartera de Cristiano o los calzoncillos de Messi...".
Fue después el turno de Blanca Marsillach, que en una sesión anterior había protagonizado ante niños de nueve años una obra con textos clásicos. La actriz catalana invitó a los jóvenes a subir a escena para escribir en una cartulina sus miedos personales y luego a leerlos en voz alta, romper la cartulina y escenificar una ruptura con el pasado a través de una salmódica repetición de frases,casi a modo de mantras, para despedir los miedos, liberarse de ellos e ingresar en el futuro gracias a reconocer lo mejor que cada uno tiene dentro de sí mismo.
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