Eastwood alegra la película
EEUU, 2012, Drama. 111 min. Dirección: Robert Lorenz. Guión: Randy Brown. Intérpretes: Clint Eastwood, Amy Adams, Justin Timberlake, John Goodman. Cines: Bahía de Cádiz, Cinesa Los Barrios.
Entre esta película y el relato de Joseph Conrad Con la soga al cuello -a veces también traducido como En las últimas o Hasta el último límite- hay dos parecidos razonables. El relato de Conrad trata de un capitán que, tras perder su barco, manda un cascarón cuyo despreciable propietario -un resentido antiguo fogonero- le aborrece como sólo el mal puede aborrecer al bien, el vicio a la virtud o la mediocridad a la excelencia. Para colmo de males el capitán se va quedando ciego y se ve obligado, para no ser descubierto, a aprenderse su ruta de memoria. No puede abandonar porque debe enviar dinero a una hija que malvive tras un matrimonio desastroso. La película de Robert Lorenz trata de un viejo ojeador de béisbol que está perdiendo la vista, tiene una difícil relación con su hija, se mueve por un mundo que le disgusta y por una profesión que ya no reconoce a causa de los jóvenes tiburones que seleccionan, no basándose en su ojo, sus conocimientos y su intuición, sino de estadísticas y programas informáticos; y de los directivos que han convertido un deporte que también era un negocio, en un negocio que explota a los deportistas.
El segundo parecido razonable podría residir en las relaciones entre el viejo capitán y su ambicioso primer oficial, por una parte, y Clint Eastwood y Robert Lorenz, por otra. Eastwood es el actor seguro, la presencia monumental y el director consagrado. Lorenz ha sido hasta ahora el hombre tras la cámara, como productor y ayudante de dirección de Eastwood. Lo que diferencia la película del relato, afortunadamente, es que Lorenz ha concebido su debut en la dirección como un homenaje a Eastwood -sólo faltaría que además lo maltratara, como el fogonero al capitán- dándole un personaje cortado a su medida y temas que le son muy afines. Especialmente los del distanciamiento, entre cínico y dolido, de un mundo que ya no es el suyo y las tormentosas relaciones con su hija (con un apunte, tan eastwoodiano, sobre la infancia profanada).
El personaje es ese bruto de buen corazón y recto juicio, que disimula sus heridas con palabrotas y hosquedad, que Eastwood ha heredado de Ford. El momento en que visita la tumba de su mujer para contarle su cansancio da la pista fordiana (como ya sucedió en Sin perdón) al reproducir uno de los lugares canónicos de las narraciones del maestro de Pasión de los fuertes, La legión invencible o La conquista del Oeste (Wyatt Earp ante la tumba de su hermano, el capitán Brittles ante la de su esposa o Eve Prescott ante la de sus padres).
El problema es que Lorenz no tiene las fuerzas suficientes para construir el monumento a Eastwood que la película parece querer ser. Demasiados tópicos. Demasiada música country. Demasiadas concesiones sentimentales. Sin que la mala leche habitual en las cintas de Eastwood las contrapese. Resulta correcta, pero sosa. La espabilan unas muy buenas interpretaciones de todo el reparto, especialmente las de Adams y John Goodman. Y le da consistencia dramática la presencia de Eastwood.
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