Cultura

Complicidad, amistad y mecenazgo

Uno de los acontecimientos más esperados del programa expositivo sevillano era esta muestra que, aun dentro de su importancia, aporta bien poco a una realidad artística que, creo, debe estar, a estas alturas, muy por encima de unos Murillos por muy buenos que, como estos, sean. Si esto, en tiempos de bonanza económica ya hubiese sido un derroche demasiado costoso, ahora, cuando no hay nada para casi nada, y el arte y sus sistemas de patronazgos han caído hasta lo más profundo, financiar una costosísima exposición de Murillo es algo que se nos antoja bastante insensato. Cada cual puede hacer lo que quiera con su dinero pero, con un poco más de luces, los caminos habrían sido otros más satisfactorios para una realidad artística que está muy necesitada de apoyo.

Dicho esto, porque así lo creemos, hay que plantear que la exposición está patrocinada por FOCUS Abengoa y comisariada por Gabriele Finaldi, que fue conservador de pintura italiana y española de la National Gallery de Londres y, ahora, es el director adjunto de Conservación e Investigación del Museo del Prado. Antes de llegar al sevillano Hospital de los Venerables, la muestra estuvo, de junio a septiembre, en el Museo madrileño. Allí nosotros tuvimos la oportunidad de contemplarla y constatar que estábamos ante unas obras de capital importancia en el desarrollo de la producción artística del pintor sevillano. Sin embargo, hay que decir, sin el menor atisbo de chauvinismo absurdo que, por historia, inmediatez a los espacios para los que fueron pintadas las obras y por poder contemplar en su lugar originario y con su primitivo marco, La Inmaculada que, actualmente, se encuentra en El Prado, en esta muestra presenta un mayor interés museográfico y genera, infinitamente, más emotividad que cuando se mostró en la que está considerada la primera pinacoteca del mundo.

La historia que envuelve las obras de la muestra es de lo más apasionante. Justino de Neve fue canónigo de la catedral de Sevilla, impulsor de la reconstrucción de la iglesia de Santa María la Blanca, fundador del Hospital de los Venerables Sacerdotes y encargado de las fiestas de la canonización de San Fernando. Don Justino de Neve era un cura culto y amante de la pintura; poseía una buena colección de obras, entre las que se encontraban quince lienzos de Bartolomé Esteban Murillo, su vecino, su amigo y su albacea testamentario.

La exposición nos muestra una serie de obras, diecisiete entre retratos, pintura alegórica y religiosa y hasta una miniatura. Todas fueron realizadas por Murillo en las dos últimas décadas de su vida y encargadas por el ilustre canónigo. El primer conjunto lo ocupa las obras que fueron destinadas a la decoración de la iglesia de Santa María la Blanca: El sueño del patricio Juan (Museo de El Prado), La Inmaculada Concepción (Museo del Louvre), en la que pinta, en primer plano, al propio don Justino y El triunfo de la Eucaristía (Colección Faringdon de Oxford).

Cuando Justino de Neve, en 1667, es nombrado canónigo de la catedral con la función del mantenimiento y mejora del edificio y de sus obras artísticas -mayordomo de fábrica, se llamaba entonces - le encarga al pintor El bautismo de Cristo, para la capilla de San Antonio de la seo metropolitana. Es la única obra de la exposición que actualmente se encuentra en su original emplazamiento.

Muy especial sentido, por el lugar donde se presenta la muestra, es la serie destinada al Hospital de los Venerables Sacerdotes, fundación de Justino de Neve para el cuidado de los sacerdotes ancianos y enfermos y para aquellos otros de paso por la ciudad. Para esta institución, Murillo pintó Jesús Niño repartiendo pan a los sacerdotes (Museo de Bellas Artes de Budapest), San Pedro arrepentido (en una colección particular) y la famosa Inmaculada Concepción de los Venerables o La Inmaculada de Soult, conocida, así, porque durante la Guerra de la Independencia, el mariscal Soult la expolió y se la llevó a Francia; durante más de un siglo estuvo expuesta en el Louvre y, en el año 1941, pasó a la Colección del Museo de El Prado. Fue la última de esta iconografía que el pintor sevillano realizara y una de las mejores; con su particular composición y esa maravillosa gloria de ángeles, pintados con una pincelada deshecha y suelta, representando las más variadas actitudes.

La muestra recoge, asimismo, una serie de obras de la colección particular del canónigo, todas fuera de España. Destacan: La oración en el huerto (Louvre) pintada al óleo sobre obsidiana, Joven con cesta de frutas y verduras (National Gallery de Edimburgo), en realidad una alegoría del verano y, sobre todo, El sueño de San José, una miniatura pintada al óleo sobre cobre ovalado y que se encuentra en una colección particular de Londres.

Para terminar el recorrido, un espléndido Retrato de don Justino de Neve (National Gallery), pintado en 1665 por Murillo como regalo para su amigo, en agradecimiento por los encargos para la iglesia de Santa María la Blanca. También merece ser destacado el Autorretrato del pintor, asimismo en la National londinense. Estas dos obras pueden ser el resumen de la relación humana y profesional del pintor y el canónigo que consiguieron gracias a su complicidad, amistad y mecenazgo uno de los momentos cumbres de la historia artística de la ciudad de Sevilla y, por extensión, de todo el arte en general.

Hospital de los Venerables Sevilla

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