Casa tomada

La obra del grupo Teatro Playa.
La obra del grupo Teatro Playa.
Désirée Ortega Cerpa

29 de octubre 2011 - 05:00

Compañía: Teatro Playa. Texto y dirección: Guillermo Calderón. Intérpretes: Francisca Lewin, Carla Romero y Macarena Zamudio. Asistencia de dirección: María Paz González. Diseño integral: María Fernanda Videla. Día: 27 de octubre. Lugar: Sala La Tía Norica (Baluarte de Candelaria).

Tras una visita a Villa Grimaldi, nunca más se podrá sentir miedo de una mansión encantada. Porque ese lugar, con nombre de residencia de verano en una dolce vita, fue casa tomada por una manera de ejercer la tortura para la que no hay adjetivos suficientes. Previa a la representación, una octavilla informa de los datos pertinentes, gesto que se agradece pero que resulta innecesario, pues hay que dejar que la obra de arte hable por sí misma con el espectador -como así sucede, pues esta villa tiene franquicias en todo el mundo- y que éste la vuelva a crear desde su propia perspectiva para hacerla nueva e irrepetible. Los dos textos presentados, en diversas propuestas pero complementarias, conforman una manera diferente de encarar el teatro político o comprometido, combinando hiperrealismo con discurso, distanciamiento con emoción, poesía con testimonio, metáfora con dato, conflicto personal con colectivo y frustración con esperanza. Los sólidos pilares de la puesta escena, sobre los cimientos de la economía de medios, son la interpretación y el lenguaje. Así, el trabajo de las tres actrices resulta intimista y contenida en el primer bloque, hasta tal punto que el espectador se siente intruso, ante el desvelamiento de una verdad demasiado íntima y personal. Sin embargo, a veces, por la disposición escenográfica, cambia el punto de vista y pareciera que se estuviera contemplando, desde una posición divinamente privilegiada, a las parcas tejiendo el futuro o el destino de un puñado de humanos. En la segunda parte, en cambio, se habla directamente al público en forma de arenga directa a tres voces bien orquestadas y afinadas. En ambos casos, el lenguaje -quizás siguiendo la estela del autor francés Lagarce- toma la forma de auténtico espacio donde sucede y se resuelve el conflicto, entendido en su concepto dramático. La resolución del que vivimos en esta dura realidad abarcará un lapso de tiempo mucho más largo que una legislatura, y no corresponde a un sólo líder, ni tan siquiera a la clase política, sino que tiene que ver con el diseño de un nuevo paradigma.

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