Cultura

Cádiz 'muere' por la Superstrella de la Pasión

  • De la ópera rock a Operación Triunfo, todo casi vendido para los cuatro días, desde mañana al domingo, de 'Jesucristo Superstar' en el Gran Teatro Falla

Ahora que la Iglesia católica ha perdonado a los Beatles por soltar la mercadotécnica frase de que los escarabajos de Liverpool eran más famosos que Jesús de Galilea, va Judas Iscariote y traiciona a la comunidad rockera del planeta pasándose al reality show, María Magdalena se enrola en Operación Triunfo y, para más inri, una de las primeras óperas rock de la historia se transforma en musical mediático que, pese a la cruz de la crisis económica, agota las localidades a cada paso que da. En Cádiz, claro está, ante la creciente y febril hiperactividad del capillismo sincopado, el éxito se antojaba garantizado. De todos modos, primicia no es. El Teatro Falla ya ha acogido en sus tablas a quince tíos crucificados cantando de rodillas, una comparsa muy jevi. Vuelve la Superstrella de la Pasión, más de tres décadas después de su estreno mundial. Jesús sigue vivo y coreando. Y con nueva imagen. Dios quiera que sin piercing en la lengua. Como en este siglo molan más las series de la tele por encima del cine, y no digamos del disco, y la gente alcanza el paraíso a través del quirófano, retorna Jesús con nueva estética y, suponemos, la ética de antaño.

Pasión y muerte del espíritu del rock, léase rebeldía. La flamante secuela de Jesucristo Superstar recluta a jóvenes sobradamente preparados procedentes de concursos televisivos, aunque ya con experiencia en musicales de éxito, segundas partes de óperas pop emblemáticas como Grease, El Fantasma de la Ópera, Los Miserables, We Will Rock You o Peter Pan. La productora de la obra que recala en Cádiz, a teatro Falla lleno desde hoy hasta el domingo, ha invertido 4,5 millones de euros en la gira que lleva a JCS por más de veinte ciudades de la Piel de Toro. Distancia sideral con los doce millones de pesetas que, en 1975, invirtió Camilo Sesto en la primera versión hispana, que supuso acaso una de las operaciones de propaganda más valiosas para el cristianismo en plena efervescencia social y política. No en vano, en todos los colegios de curas se impuso la moda JCS y no hubo promoción escolar que no estrenase su propia función. En San Felipe Neri, por citar un ejemplo, Jesucristo dio un pelotazo con acento gaditano.

Decididamente, John Lennon se tiró un farol. Jesucristo capta más audiencia que los Beatles. La obra original de Andrew Lloyd Weber, apoyada en letras de Tim Rice, que relata la última semana de vida de Jesús desde el punto de vista de Judas, se presentó en 1970, se estrenó en Broadway un año después y pasó al celuloide en el 73, precisamente en plena crisis de los petrodólares. El primer cantante que grabó la obra fue Ian Gillan, líder de Deep Purple, gurús del rock duro, junto a Murray Head e Ivonne Elliman. En España, el 6 de noviembre del 75 abrió fuego el Mesías español, bajo la dirección de Jaime Azpilicueta. Cuatro meses triunfales en el Alcalá Palace de Madrid, con Camilo Sesto en el papel de Jesús, el actual presidente de la Sociedad General de Autores y cantante de los Canarios como Judas, Teddy Bautista, Ángela Carrasco encarnando a María Magdalena y un tal Dick Zappala, el egipcio que fundó el grupo de rock psicodélico Azahar, como Herodes. Esta versión quebró registros y topicazos, puso el dedo sobre la llaga de la controversia, se adaptó a los tiempos que corrían y causó sensación. Años más tarde, en el 84, la segunda versión hispana, que contó con la participación de otro melódico de voz rotunda, Pablo Abraira, y un jazzista descolocado, Pedro Ruy Blas, ya no hacía falta pasar por la censura oficial, como hicieron Sesto y compañía, pero los tiempos habían cambiado.

La crítica de la época quizá crucificaría hoy el Jesucristo Superstar de nuevo cuño, qué sabe nadie, pero las crónicas del inicio de la gira hablan de espectáculo correcto y por momentos brillante, profesional, no exento de sorpresas, acaso un poco desigual, que encandila a varias generaciones de aficionados merced a la calidad del repertorio, que permanece vigente pese a tantas lesiones dermoestéticas que sufre el buen gusto musical desde hace décadas. Sólo en Madrid, 300.000 personas acudieron a la llamada de JCS en la pasada temporada.

La voz de la conciencia del rockero Ian Gillan, cuya garganta ha llenado millones de escenarios y habitaciones del planeta a todo volumen, merced a Deep Purple y su legendario álbum Made in Japan, le dictó que tenía que rechazar la propuesta de encarnar a Jesús en la obra teatral. El cantante heavy sólo grabó el disco y prefirió quedarse en la banda. Pero meses después lo dejó todo por agotamiento y por enfrentamientos con el guitarrista Richie Blackmore.

Ni que decir tiene que Lloyd Weber, que ha producido dieciséis musicales a lo largo de su carrera, se sitúa en la cúspide de autores de óperas rock. Influido por los Who, que elevaron a la categoría de obra de arte la ópera rock Tommy, el compositor disfrutó de otros éxitos como Evita y Cats, pero ninguno como el experimentado por Jesucristo Superstar, por su excelente música y su mensaje universal. En Jesucristo Superstar parece importante lo que se dice y lo que se deja de decir.

En plena rehabilitación del teatro con ínfulas musicales, a medio camino entre la opereta y la danza, el rock circense y la tradición de juglares de todos los tiempos, en España se aviva la llama con obras como No Me Puedo Levantar, de Mecano, y aunque el rock ha sido sepultado por otros estilos, perdiendo su espíritu inconformista y vehemente en favor de otros géneros y actitudes, pronto aparecerá una nueva ópera rock, en español y registrada por músicos de rock duro de numerosos grupos señeros de la Piel de Toro, en torno a la vida y obra de Edgar Allan Poe. El rock decibélico hispano ya ha ofrecido versiones dispares de la figura de Jesús, tales como el irreverente Jesucristo García de Extremoduro o el marginal y solidario Jesús de Chamberí, creado por Mago de Oz. Nada que ver con el nuevo Jesucristo Superstar, más fashion que neojipi. Hoy día los sacrilegios se cometen en los bancos.

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