Cádiz rinde hoy tributo al mito de la compleja sencillez de Vainica Doble

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Dos mujeres libres rebosantes de ingenio fueron la inspiración de una generación insólita de músicos españoles

La trovadora asturiana Lorena Álvarez reinterpreta al genial dúo

Vainica Doble.
Vainica Doble.
Pedro Ingelmo Cádiz

17 de noviembre 2016 - 12:31

Vainica Doble salieron de la nada, como quien dice. A finales de los 60 dos pizpiretas universitarias empezaron a parir canciones extrañas, pero no porque fueran complicadas, sino porque parecían muy sencillas, que no lo eran. Vainica Doble, Gloria Van Aersen (1932-2015) y Carmen Santonja (1934-2000), una sevillana y una madrileña, fueron dos espíritus libres en los grisáceos días del fin de la dictadura con composiciones tan deslumbrantes y coloridas como Caramelo de limón, la canción que abría su primer disco, allá en 1971. Tan aparentemente naif... con un monstruo dentro. Un hermoso monstruo.

"Se puede llegar a pensar que tocar las canciones de Vainica Doble es sencillo. Quien piense eso es que no ha estudiado bien su música. Son superdifíciles. Ellas tenían un conocimiento muy profundo de la música, los arreglos se realizaban con multitud de instrumentos y eran capaces de variedades armónicas que no se pueden improvisar. A esto se añade que hay que sacarlas de oído porque, aunque parezca increíble, los acordes no están en ninguna parte. No existen. pero también tiene de bonito que es un reto", explica Lorena Álvarez, que esta noche en el Aulario de La Bomba, acompañada de cuatro músicos recreara parte del repertorio del mítico dúo, dentro de la revindicación que la XIV edición del Festival de la Música Española de dos mujeres determinantes de nuestra música.

Lorena Álvarez parece una de las artistas más adecuadas para esta tarea. Forma parte de una camada de nuevos artistas, como Pauline en la Playa, que sólo conocieron a Vainica Doble por sus discos y que se han visto influidas a la hora de realizar sus propias creaciones musicales. Algo tiene de campestre y luminoso la música de esta asturiana sencilla que tras muchos años en las ciudades ha regresado a su campo natal.

"El problema -bromea Lorena Álvarez- es que yo toco fatal, pero me he rodeado de músicos muy buenos, con lo que supongo que el intento irá bien". Para que así sea, la asturiana se ha encerrado un un pueblecito granadino en una casita con chimenea a exprimir cada una de las canciones que interpretará esta noche con la presencia de algunos familiares de Vainica Doble y algunos músicos que trabajaron con ellas. Álvaro, hijo de Gloria, participará también en la sesión con un grupo de músicos para hacer aún mçás emotivo el homenaje.

De la experiencia en la casita granadina, Lorena entresaca el poltergeist de días pasados, cuando estaban ensayando la canción que "ahora me gusta más, un villancico que se llama Oh Jesús. Estábamos tan metidos y es una pieza tan especial que,d e repente, el fuego se encendió solo. A ver si hoy lo conseguimos en Cádiz".

El resto de las canciones de vainica Doble que se escucharán esta noche en el Aulario están seleccionadas "según mi gusto". Y su gusto tiene mucho que ver con lo personal, ya que una de sus primeras experiencias con Vainica Doble fue "en un viaje de Barcelona a Gijón tras una ruptura amorosa escuchando una y otra vez el elepé Taquicardia y llorando a moco tendido".

Porque Lorena Álvarez dice que de Vainica Doble ha aprendido tanto de su música como "de su masnera de hacer las cosas y de encarar la vida. Muchas veces cuando tengo alguna duda pienso qué habrían hecho estas dos mujeres. Porque en sus letras hay muchas claves. Parecían tan dulces, pero sus letras estaban cargadas de mala leche. Eran muy punkys sin necesidad de vestir de punkys y su mundo era mágico y muy divertido. Escucharlas es inspirador. A ver si somos capaces de invocar un poquito su espíritu".

Libres, virtuosas, sencillas, mágicas

Cuenta Lorena Álvarez que al enfrentarse a recrear la música de Vainica Doble descubrió la complejidad que se escondía tras la aparente sencillez de sus canciones naif. Realmente, Vainica Doble tienen en su haber el disco español más psicodélico, Heliotropo (1973), donde miles de armonías y arreglos se juntaban en un caleidoscopio sonoro que no desmerecía el mejor viaje de LSD californiano. ¿Cómo es posible que surgiera algo tan singular, sin ser posible de encasillar en ninguna corriente, como Vainica Doble en un país que todavía tenía el garrote del franquismo pendiente de nuestras cabezas? Lo digo porque Vainica Doble eran la máxima expresión de la libertad y del descaro envueltas en unas presencias aparentemente frágiles. Pero era una falsa imagen. Las letras de Gloria y Carmen se disfrazaban de candidez para atacar la línea de flotación de un país machista y atontolinado. Dos españoles, tres opiniones o Moros, cristianos y chinos son dos de las canciones de ese disco que reflejaban como pocas la sociedad de ese tiempo y que, además, influyeron a dos personajes capitales para lo que sería la música española de los 80. Hablamos de El Zurdo, fundador de Paraíso, y Carlos Berlanga, que empezaría con Kaka de Luxe la revolución musical de la movida y que continuaría con Dinarama música ya más elaborada que eran deudoras de los relatos de Vainica. Es muy difícil entender esa alegría y ese colorido madrileño sin divisar el universo despreocupado pero comprometido del dúo femenino. Esa reivindicación las animó a lanzarse a otro proyecto innovador en 1984, Taquicardia, donde se incluye una de sus canciones cumbre y desternillantes, Un sí señor con las patas verdes. Desgraciadamente su regreso a finales de los 90 ya no fue tan brillante, pero el sello dejado ya no se se borraría.

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