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Cultura

Buena nueva en San Francisco

  • Las pinturas murales de Cavallini, que adornan la bóveda de la capilla del Nazareno del Amor, se presentaron ayer tras ser sometidas a un arduo proceso de restauración que comenzó hace seis meses

La iglesia conventual de San Francisco comienza el año con una buena nueva. Una novedad que se alcanza alzando la mirada hacia la bóveda de la capilla del Nazareno del Amor y la Virgen de la Esperanza. Y es que las pinturas murales realizadas por Antonio Cavallini que adornan el techo del habitáculo ya no registran ni grietas ni oscuridades. Por el contrario, la obra del pintor retoma su majestad original tras un proceso de restauración que ha durado seis meses.

Un periodo de "arduo trabajo" y no exento de "complicaciones", tal y como declaró ayer Mari Paz Barbero, la restauradora encargada de los trabajos, durante la presentación oficial de la remodelación que ha contado con financiación municipal, un montante que asciende a 123.000 euros, según datos del Ayuntamiento de Cádiz.

La alcaldesa Teófila Martínez, el padre José Luis Salido de la orden franciscana y el padre provincial de la congregación, Severino Calderón, asistieron a la didáctica presentación de la restauradora que se valió de un proyector para mostrar las imágenes del "lamentable" estado de los murales antes de la intervención.

Una degeneración que ni el propio equipo de Barbero logró evaluar en toda su importancia hasta que no colocaron el andamiaje que les permitió contemplar de cerca las pinturas de Cavallini. "Nos encontramos con un estado de conservación mucho peor que el de la valoración del proyecto inicial", declaraba la profesional.

Las filtraciones masivas de agua fueron las culpables de los daños que presentaban los murales del pintor del siglo XIX que trabajó con "la técnica al temple" en el techo de la capilla de la iglesia franciscana. Una técnica que se basa en la aplicación de un aglutinante de cal a los pigmentos. El resultado es una mezcla soluble que, tras la entrada de agua, provoca que el pigmento se convierta en polvo. Uno de los más graves problemas con los que se encontró el equipo de restauradores.

Mientras el proyector pasaba una imagen tras otra de las manchas que afeaban la capilla, Barbero explicaba que "la condensación de agua en la bóveda" provocó lo que se llama "el efecto invernadero". Es decir, una proliferación de hongos y bacterias desde el interior del mortero hacia afuera, hacia las dos capas de yeso y la de color que quedan a la vista del visitante.

Aquí reside otro de los obstáculos de los trabajos de restauración. "El lamentable estado del mortero", se quejó Barbero que de los seis meses de trabajo ha dedicado cuatro a su rehabilitación. "Al haber entrado tanta agua, la cal que compone el mortero se ha ido lavando, de manera que éste se convierte en una especie de galleta triturada", ejemplifica con tino la jefa del equipo para su variopinto público.

La memoria del proyector continuaba recordando grietas, manchas y "una especie de costra muy difícil de restaurar" que salió a la superficie debido a las sales que deja el agua en los murales. Otro importante problema más junto a la volatilización de los pigmentos .

Tras una fase de toma de muestras, ejecución de gráficos y elección de las directrices de trabajo, el equipo de Barbero se puso manos a la obra utilizando la técnica de pulverización como "mejor manera para fijar el color". Un sistema que se acompañó de un empapelado de seda para impedir el desplome de las lenguas de color.

Tras esta primera fase, el equipo accedió a la rehabilitación interna de los diferentes estratos del mortero a través de un sistema de oquedades para el que se necesita "mucha sensibilidad" ya que el alcance de la erosión se valora a oído, es decir, por el sonido provodado al hurgar en los agujeros. "Se necesita silencio absoluto", dice. Una vez localizadas las zonas afectadas, se les inyectó preparados de resina, de cal... "de todo", ríe la restauradora.

La impermeabilización del color y el proceso de limpieza con compresas con disolventes fueron de los últimos pasos que se dieron en el proceso de restauración que reintegra el mortero antiguo con uno similar de cal y arena repasado "por estuco en vez de yeso", concluye la restauradora que, además, agradece "la impermeabilización" del exterior de la bóveda, que no estaba contemplada en el proyecto, y que impedirá las filtraciones.

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