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Biblioteca de Temas Gaditanos Juvencio Maeztu de la Fundación Unicaja

Una biblioteca con pedigrí

  • Un paseo por la Biblioteca de Temas Gaditanos Juvencio Maeztu, de la Fundación Unicaja, creada a partir de la biblioteca personal del erudito Augusto Conte Lacave

Una biblioteca siempre es un lugar de culto. Por pocos volúmenes que albergue, por escasa que sea su variedad literaria, una biblioteca, cualquier biblioteca, custodia una porción del saber que la humanidad ha ido acumulando a lo largo de los siglos. Pero si las estanterías de una biblioteca se nutren de un compendio de volúmenes de prestigio, si en sus cientos de miles de páginas se esconde la historia de una ciudad, el lugar de culto puede que se convierta en punto de peregrinación obligado de escritores, historiadores e investigadores. Es lo que ocurre con la Biblioteca de Temas Gaditanos Juvencio Maeztu, formada por un valioso conjunto de 20.000 títulos y 5.000 folletos que la Fundación Unicaja custodia con celo en su sede de la calle San Francisco de Cádiz, y cuyos fondos comenzaron a forjarse allá por 1974 cuando la entonces Caja de Ahorros de Cádiz adquirió una biblioteca particular, la del erudito gaditano Augusto Conte Lacave.

La Biblioteca de Temas Gaditanos Juvencio Maeztu, que recuerda con su nombre a quien fue presidente de aquella Caja antes de la fusión, es una biblioteca exquisita, una biblioteca que en su primera sede de la plaza de San Antonio (esquina a Presidente Rivadavia) ofrecía un imponente aspecto señorial y que en su actual ubicación de la Fundación Unicaja, donde cambió de planta en 2009, conserva en parte aquel regusto clásico al que añade mayor luminosidad que en su primitivo emplazamiento.

Si en sus primeras etapas la bibliotecaria responsable fue Esperanza Salas, santo y seña del centro gaditano, ahora está en manos de Rocío González, actual encargada, que trabaja codo con codo con el responsable de la Fundación Unicaja en Cádiz, Javier Vela. Ambos guían a este periódico en una visita por las instalaciones para conocer la historia de la biblioteca, sus entresijos, la trascendencia de sus fondos y el permanente esfuerzo de convertir a la biblioteca en una herramienta más para conocer la historia de Cádiz.

Aunque no es una biblioteca al uso cuyos volúmenes se dejen en préstamo a los usuarios, sí se trata de un centro abierto, público, una biblioteca de consulta, con vida, que acoge en sus instalaciones cada semana a decenas de investigadores y que, además, en los últimos tiempos está apostando por colaborar con otras entidades culturales andaluzas y de la ciudad para que sus valiosos fondos sean punto de partida de rutas literarias y de encuentros con escritores en torno a una obra concreta: son las actividades que se organizan junto a la Fundación Carlos Edmundo de Ory y con el Centro Andaluz de las Letras (CAL).

De la biblioteca a la calle es el título genérico de las rutas literarias que Ory y Unicaja comenzaron el pasado año, en octubre, y cuyo punto de partida es la propia Biblioteca de Temas Gaditanos. Las rutas son temáticas y para cada una de ellas se seleccionan distintos libros cuyos textos tienen después reflejo en el itinerario cultural que se realiza por la ciudad. Una iniciativa que fue un completo éxito de participación y cuyas rutas estuvieron dedicadas al Cádiz fenicio y romano, al medieval, a la ciudad en la modernidad y, finalmente, al Cádiz de las Cortes de 1812.

La otra iniciativa que tiene como epicentro la Biblioteca de Temas Gaditanos es el ciclo ‘Cádiz, libro abierto’, una colaboración que en esta ocasión viene de la mano del CAL de la Consejería de Cultura. Aquí es un escritor quien selecciona uno o varios libros de la biblioteca, y en torno a él mantiene un encuentro con el público para analizar la obra escogida y, en algunos casos, relacionarla incluso con su obra personal, como explica Javier Vela. Por la Fundación Unicaja han pasado ya por esta actividad, entre otros, nombres como Ana Rossetti, Felipe Benítez Reyes, Óscar Lobato y Ana Sofía Pérez-Bustamante.

A estas actividades públicas, que pretenden ser una puerta de entrada distinta a la biblioteca, se unen las visitas guiadas y las visitas escolares, coordinadas con el Departamento de Didáctica de la Lengua de la Universidad de Cádiz, y que se hacen con estudiantes de Secundaria que previamente realizan un trabajo específico en clase y que después acuden a la biblioteca, se dividen en grupos y van rotando por las dependencias para conocer mejor sus fondos, su funcionamiento y su origen. Para los jóvenes, según revela Javier Vela, es todo un descubrimiento poder acercarse a libros antiguos, tocarlos y leerlos, en estos tiempos dominados por la tecnología y sus instantáneas comunicaciones.

Pero la Biblioteca de Temas Gaditanos Juvencio Maeztu es también un centro de investigación. Sus volúmenes, como se puede adivinar, encierran algunas de las claves de la historia de la ciudad. Libros, revistas y documentos que reflejan los avatares de distintas épocas y que pueden ser punto de partida para que historiadores e investigadores en general indaguen en algún capítulo concreto de la historia de la ciudad.

Uno de los casos más curiosos en este apartado investigador sucede con los llamados partes de vigías, una espléndida colección de anotaciones realizadas desde la Torre Tavira en las que se hacían constar detalladamente cada día el movimiento de buques, la carga, su procedencia, destino... Pero también, como destaca Rocío González, los datos meteorológicos diarios: vientos, temperaturas, lluvias o nublados, de manera que con esos datos se han hechos estudios comparativos del devenir meteorológico en Cádiz desde hace más de 200 años. La biblioteca cuenta con partes de vigías desde 1789 a 1794, de 1798 a 1852 y de 1891 a 1936.

Otro tanto sucede con el archivo administrativo de la Compañía Trasatlántica, una joya complementaria a los documentos similares que se guardan en el Museo del Dique del astillero de Puerto Real y en el Museo Marítimo de Barcelona, y que en el caso de la Biblioteca de Temas Gaditanos es un archivo de acceso restringido muy demandado por los investigadores interesados en descifrar los datos que se esconden en los documentos conservados en 590 clasificadores.

No son estos documentos, desde luego, las únicas joyas de una biblioteca cuyo libro más antiguo data de 1526: De Situs Orbis, un compendio geográfico de Roma elaborado por Pomponio Mela del que se dispone un ejemplar impreso en Florencia. O el libro más antiguo impreso en Cádiz, que en el caso de esta biblioteca es de 1610 y es Grandezas y antigüedades de la Isla de Cádiz, de Suárez de Salazar e impreso por Clemente Hidalgo.

Y como buena biblioteca especializada en temas específicamente gaditanos, en este centro no faltan libros y documentos relacionados con 1812, con el periodo de Cortes y la promulgación de la primera Constitución española. En este caso, la biblioteca custodia los diarios de discusiones y actas de las Cortes, dos ejemplares de la Constitución, un documento de 1810 con la convocatoria a Cortes, el llamado Manifiesto de los Persas en el que los conservadores piden a Fernando VII el regreso del absolutismo y el Decreto de Valencia, de 1814, donde el monarca acaba por primera vez con el régimen liberal.

Otro aspecto destacado de su fondo bibliográfico son las revistas, una colección de números de la primera mitad del siglo XX que revelan el carácter erudito del propietario original de la biblioteca, Augusto Conte Lacave, un conservador culto criado por los avatares del destino con la familia Pemán que mostraba interés, así lo confirman los títulos coleccionados, por revistas de distintas temáticas e ideologías, como el boletín de la Institución Libre de Enseñanza, el boletín de la Real Academia de la Historia o la Revista de Occidente. En la biblioteca estas revistas, y otras, se conservan encuadernadas, como tantos otros volúmenes, con el sello característico del gaditano taller de los Galván.

Como interesante es el fichero personal de Augusto Conte que se conserva en la biblioteca y que guarda en sus 18 cajoncitos las fichas de los libros de su biblioteca personal, unas cuartillas con los datos esenciales de los libros y también con las pulcras anotaciones que el propio Conte Lacave iba haciendo de los que leía, un pequeño tesoro para cualquier investigador que pretenda ahondar en la figura y pensamiento de este erudito.

Pero la biblioteca no se acaba con los libros y revistas procedentes del fondo personal de Augusto Conte, ese que le otorga un pedigrí, una seña de identidad propia desde su origen, sino que reserva una de sus alas a aumentar su fondo patrimonial con publicaciones más nuevas, editadas a partir de 1980, y que la biblioteca va incorporando cada año con nuevas adquisiciones, con los libros editados por la propia Unicaja y con las obras que son premiadas en los veteranos certámenes que la fundación convoca cada año. Una biblioteca, pues, viva, en expansión, que custodia parte del pasado gaditano pero que también mira al futuro con el objetivo de seguir acumulando el saber que la humanidad continúa creando con los años.

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