De Arcos a Trebujena, una crónica en pretérito pasado
ALIANDAS
El anterior al pasado fin de semana (19-21 de junio) deberían haber coincidido dos eventos en la programación flamenca de nuestra provincia: el II Encuentro Flamenco en Escena, en Arcos, y el IV En Clave del Sol de Trebujena. No fue así porque, como es bien sabido, el primero de ellos se cayó del cartel a poco más de diez días de las fechas en que se iba a celebrar. Aún así, el que esto escribe, de forma obstinada, y también un tanto rebelde, decidió mantener el doble viaje que tenía planeado. Así que, para Arcos que nos fuimos el viernes. Con los amigos de allí, insistí en quedar en su hermoso caso histórico, a riesgo de que fuera un error. Porque, por mucho que la razón se imponga (uno sabía que no iba a encontrar lo del año pasado), quería regresar a los mismos espacios donde se celebró aquella primera edición de la cita arcense. Sus imágenes aún permanecían vivas en la retina. El ir y venir de personal -músicos, cantaores, actores, artistas en general- por las empedradas calles, las terrazas abarrotadas de gente, el artístico bullicio... Frente a ello, nos encontramos con la ciudad casi vacía y la constatación del desencanto que la suspensión había dejado entre la gente de allí, hosteleros en primer lugar.
Siempre he mantenido (y no estoy solo en ello) que el flamenco, además de un arte es una industria cultural en sí, tiene una incidencia fundamental en el sector turístico, algo que, por cierto, lo tuvo claro desde el principio la empresa pública Turismo Andaluz. Por eso no cabe duda de que, con la desaparición del ciclo de Arcos, la localidad ha perdido algo más que unos días de actividad cultural. Es también una oportunidad perdida para convertir la ciudad en un referente para artistas y programadores. Es lamentable que no se haya tenido la habilidad suficiente para encontrar recursos y otras fuentes de ingresos ni para, al menos, adaptar el formato a estos tiempos de crisis.
Frente a esa suspensión, la cita de Trebujena en Cerro Jaranilla sí celebró su cuarta edición. No tuvo un cartel como el del pasado año pero, en su defensa, el guitarrista Gerardo Núñez, que es su promotor, con el apoyo del Ayuntamiento de la localidad, decía que allí estaba el mejor bailaor de España, en referencia a Javier Barón, Premio Nacional 2008, y el mejor músico de jazz del país, Perico Sambeat. No le faltaba razón a Gerardo, pero está claro que, en comparación con los dos años anteriores, el cartel de esta edición reflejaba el tiempo de crisis que atravesamos. Pero, lejos de avergonzarse por ello, pienso que ese es el principal valor de la cita trebujenera en tanto ha sabido adaptarse a los tiempos y ¡sobrevivir! que no es poco. Pero es que, encima, la noche vino a ofrecer unos estupendos resultados artísticos.
Además del espacio que se le brindó al futuro, a unos jóvenes entre los que destaca el bailaor local, con parentela jerezana, Juan Tomás (nueve años, oiga), el formato elegido, con la gran banda de Gerardo como anfitriona funcionó a las mil maravillas. La banda, curtida en mil escenarios, brilla por si sola. Pero es que, con ella como soporte permanente, brillaron de igual forma los invitados de lujo que tuvo la noche. La bailaora Carmen Cortés, el cantaor Guadiana, el bailaor Javier Barón o el cantautor portuense Javier Ruibal.
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