Vivir (y morir) en una narcolancha
Uno de los desaparecidos tras caer al mar por el temporal en Cádiz el pasado jueves es un joven de la barriada algecireña del Saladillo, y los otros dos tripulantes serían marroquíes
Desactivada la búsqueda de los tres tripulantes de la embarcación que apareció varada en la Victoria de Cádiz
El narcotráfico es un negocio duro en el que no sólo está en juego mucho dinero sino también la vida. La de los agentes que luchan contra los clanes que mueven la droga y la de los soldados que se alistan al otro lado de la ley por unos miles de euros. El número de víctimas de esta guerra entre el Estado y los narcos no para de crecer. Los últimos en sumarse a la macabra lista han sido los tres tripulantes desaparecidos que cayeron la noche del jueves de la narcolancha que apareció varada en la playa Victoria en la mañana del viernes. De los tres, dos son de nacionalidad marroquí y un tercero es un joven de Algeciras, más concretamente de la barriada del Saladillo. Algunos familiares se desplazaron el sábado a la capital de la provincia y se les pudo ver paseando, en plena tormenta, por el arenal gaditano intentando lo imposible, encontrar a su pariente con un mar que cuando se pone bravo no hace prisioneros.
La indignación entre los familiares, según ha podido saber este medio, era enorme. No entendían las explicaciones del piloto, que habría comentado que ante un golpe de mar cayeron al agua y no pudo volver a por ellos ni localizarlos ante la oscuridad y el gran oleaje. No es fácil caerse de uno de estos monstruos marinos. Sus estrechos sillones, apenas un banquito estrecho, se alinean tras el cuadro de mandos. Los ocupantes, normalmente tres o cuatro personas (el piloto, el gepero, encargado del GPS, y uno o dos marineros), van encajonados y agarrados fuertemente al respaldar que tienen delante. Con un temporal como el que azotó el litoral gaditano el pasado fin de semana, y de noche, resulta extraño pensar que pudieran soltarse y caer al mar tres a la vez.
Después de tres días de búsqueda infructuosa, Salvamento Marítimo desactivó ayer el operativo de búsqueda de las tres personas desaparecidas, pasando a dar radioavisos a navegantes que pudieran avistar algo en la mar, según confirmó dicho organismo. No obstante, se indicó que se está pendiente para actuar en caso de recibir algún aviso o de realizar algún rastreo puntual si alguna Salvamar sale a algún servicio.
Este operativo se ha estado desarrollando desde el pasado jueves por la noche, cuando se recibió el aviso de que tres personas habían caído al mar desde una embarcación neumática a unas 2,3 millas náuticas del Castillo de San Sebastián, en la capital gaditana.
La salvamar Suhail ha estado realizando batidas desde entonces para tratar de localizar a estas personas, sin que se haya obtenido un resultado positivo al respecto. La embarcación en la que viajaban estas personas apareció en la mañana del viernes, 14 de noviembre, en La Victoria.
Según recogía Salvamento en sus redes sociales, la tripulación de la Suhail ha navegando en cuatro días más de 150 millas, siendo el jueves por la noche el día de mayor intensidad debido a la borrasca Claudia, “con vientos del suroeste con rachas de 45 nudos y olas que superaban los cuatros metros de altura”.
El viernes y sábado “tampoco fueron fáciles”, al producirse “chubascos muy intensos que dificultaron la visibilidad, olas de tres metros y 30-35 nudos de viento”. El domingo aún persistían los chubascos pero la mar y el viento “nos han dado algo de tregua”, como explicaba la tripulación.
Condiciones “muy complicadas” según Salvamento que “ponen en valor el trabajo y compromiso con la vida y el derecho de cualquier persona que esté en peligro en la mar, a ser rescatado”.
En el operativo de búsqueda ha participado también el helicóptero Helimer 206 y el buque de salvamento María Zambrano.
La vida en el mar desde 2018
Desde que en octubre de 2018 el Gobierno prohibiera las narcolanchas estas embarcaciones se mantienen al pairo y sólo se acercan a la costa para desembarcar algún alijo o para resguardarse de los temporales. Esto ha dado origen a un nuevo negocio dentro de esa gran factoría del delito que conforman los clanes que operan en el Estrecho: el petaqueo.
Las narcolanchas tienen 14 metros de eslora, cinco toneladas de peso y hasta cuatro motores fueraborda que les convierte en fórmulas uno sobre el mar. Los motores nunca se apagan, siempre están al ralentí. No sólo por si aparece de repente una patrullera que pretenda echarles el guante, sino porque no hay batería capaz de arrancar la máquina una vez que se lleva unas horas dormida.
Algunos narcos se adaptan espectacularmente al medio marino. Un vecino de La Línea fue detenido el pasado año en las costas de Senegal cuando preparaba un alijo después de estar la friolera de cuatro meses sin pisar tierra, a merced de las olas, durmiendo a la intemperie, únicamente protegido por una pequeña tienda de campaña y unos sacos de dormir. Por lo que se cuenta entre la Guardia Civil, este linense tiene el récord de permanencia en una goma. Al menos documentado. Pero puede haber más casos como este.
El problema aparece cuando el mar se pone serio, las olas de varios metros juegan con la embarcación como si fuera una cáscara de naranja en medio de un océano, los motores llegan a perder el contacto con el agua en algunas de sus cabriolas y el material se deteriora. Entonces es cuando llega la hora de la verdad y se entrega la vida por unos miles de euros.
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