"La gran virtud de Elcano fue que eligió enfrentarse a lo que mejor conocía, que era el mar"
Tomás Mazón Serrano | Creador de la página web rutaelcano.com
Uno de los mayores expertos en la Primera Vuelta al Mundo analiza aquella gesta y reconoce que ha echado en falta más iniciativas de calado social en este Quinto Centenario
"Combato la manida visión de que en estos viajes embarcaba gente de mal vivir. Casi todos eran marineros expertos"
Huye de la fama y de ponerse medallas, pero Tomás Mazón Serrano (Alicante, 1975) se ha erigido ya en uno de los mayores expertos que hay en España sobre la Primera Vuelta al Mundo, cuyo quinto centenario está a punto de celebrarse a lo grande en Sanlúcar de Barrameda (el próximo martes día 6) y en Sevilla (el jueves 8). Sin ser historiador de profesión, porque se gana la vida como ingeniero de obras públicas, Mazón es el autor de la página web rutaelcano.com, que se ha convertido ya en un trabajo de referencia para entender la gesta que inició Magallanes y que completó Elcano.
—¿Cuántos años lleva estudiando la Primera Vuelta al Mundo?
—Cinco y pico. Todos los días le dedico tiempo, aunque sea sólo un rato.
—¿Qué le llevó a iniciar esta investigación?
—Empecé sin proponérmelo, por simple curiosidad. Soy una mente inquieta y cuando algo me gusta de verdad, trato de llegar al fondo. Esta historia me atrapó en cuanto empecé a conocerla, porque desde el principio uno se da cuenta del gran mérito de aquellos marinos. La culpa es de ellos.
—Usted no es un historiador profesional. Es más, creo que mantiene su actividad como ingeniero. Me imagino que eso le habrá conllevado una serie de inconvenientes al no disponer de mucho tiempo libre para su investigación, además de los gastos añadidos, ¿no?
—Sí, sigo ejerciendo como jefe de obra en una constructora. Es un trabajo exigente, así que mi tiempo para esto se concentra en los fines de semana, y por las noches. Desde hace tiempo es normal para mí que los domingos a las nueve de la mañana lleve ya tres horas trabajando, pero investigar y buscar legajos, escribir, dar conferencias… para mí eso no es trabajo sino disfrute. Es algo que me apasiona y lo hago porque me gusta. Sobre los gastos, si pensara en ello no le dedicaría un solo minuto a todo esto.
—¿Me equivoco si digo que es usted el mayor experto de España sobre la historia de la Primera Vuelta al Mundo?
—Bueno, bueno, ¡eso dice también mi mujer! Qué va. La gracia está en ser capaz de sumar, de aportar, y que entre todos consigamos mejorar nuestro conocimiento de esta historia.
—Tengo una curiosidad, ¿a cuántos actos o conferencias relativas a la Primera Vuelta al Mundo le han invitado a usted este año o en los últimos meses? Porque me imagino que su agenda estará hasta los topes.
—Uf, me da hasta apuro decirlo. Si cuento desde mayo creo que suman 15 intervenciones públicas entre conferencias y entrevistas, aparte de otras cosas. No sé, es una barbaridad. Me cuesta mucho decir que no a quien me pide algún tipo de colaboración, aunque a veces no llego.
—¿Y cuántas visitas lleva acumulada su web rutaelcano.com?
—Ya superó el millón, una cifra respetable, inimaginable cuando la empecé a publicar. Esa es otra, estoy muy agradecido a la respuesta que recibo por ella, que es un estímulo constante para seguir. Esa web es para mí una fuente inagotable de enriquecimiento personal.
—¿Cree que en estos tres años se le está dando en España y en Andalucía el realce que merece la gesta que inició Magallanes y que culminó Elcano?
—Iniciativas ha habido centenares, sobre todo de difusión cultural, pero no he visto ninguna de auténtico calado social. En su mayoría han sido privadas, y gracias al empuje de personas o instituciones muy concretas, con nombre y apellidos. En particular, creo que en Andalucía y en el País Vasco es donde más y mejor se ha promovido el centenario a todos los niveles. En Euskadi han declarado festivo el día de la llegada de la nao Victoria, y les aplaudo por ello. Eso sí es algo de calado social. Han faltado iniciativas similares y bien publicitadas, orientadas hacia toda la población y no sólo para un público interesado.
—No sé usted, pero no recuerdo estudiar en el colegio o en el instituto la Primera Vuelta al Mundo, ni de manera superficial ni en profundidad. ¿Eso es lógico?
—Me pasa igual, y eso que recuerdo con cariño a mis profesores de Historia, que fueron buenos. Debo decir en este sentido que creo que ahora la cosa está cambiando, gracias precisamente a que son los profesores los que descubren la historia y deciden contarla. Lo sé bien por los mensajes que me llegan gracias a la web. Navegamos contra el viento, pero soy optimista.
—¿Es usted de la opinión de que la Primera Vuelta al Mundo fue un acontecimiento histórico más importante incluso que el Descubrimiento de América protagonizado 30 años antes por Cristóbal Colón?
—El descubrimiento del Nuevo Mundo creo que es imbatible en cuanto a repercusión. Sin embargo, si comparamos las historias de ambos viajes, la de la primera circunnavegación es infinitamente más rica e inspiradora, y su éxito fue mucho más sufrido y meritorio.
—Me imagino que habrá visto usted la serie de televisión ‘Sin límites’ que narra esta Primera Vuelta al Mundo. ¿Qué nota le pondría de cero a diez? ¿Qué es lo mejor y lo peor que ha apreciado en ella?
—Fue una decepción. Para mí no pasa del tres, suspendería bien. Vi los primeros capítulos entre escandalizado y aburrido. Decidieron contar un sucedáneo de esta historia repleto de invenciones, y lo peor es que a cambio de nada, porque los hechos ciertos superan a esta ficción con creces. Tras asumir el desastre, conforme avanzó me fue dejando mejor sabor de boca, porque al menos aquellos marinos quedaron como hombres de honor, separando razonablemente bien los méritos de Magallanes y de Elcano.
—El inicio del viaje de la flota de las especias estuvo marcado por los recelos que originó Magallanes entre los oficiales españoles. ¿Esa reacción era lógica e irremediable o se pudo evitar de alguna manera?
—En realidad, la desconfianza venía desde lo más alto, del propio rey. Antes de partir se estuvo tensando la relación entre Carlos I y Magallanes durante meses, de una forma endiablada, irresoluble. El rey había ordenado a Magallanes que compartiera con los demás capitanes y oficiales tanto la derrota a seguir como la ubicación del destino del viaje. Sin embargo, este sabía que si compartía esta información privilegiada, que constituía su principal valor, pasaría a ser prescindible. De esta forma, el rey no tenía más remedio que tragarse a un capitán que no cumplía una orden suya directa, porque solo él sabía dónde estaban las islas a las que debían llegar. Por eso tomó medidas para limitar su mando poco antes de partir. Esta fue la raíz de todos los problemas posteriores. Por eso pienso que el destino de Juan de Cartagena estaba escrito antes de zarpar, y que fue una víctima de esta situación.
—Creo que la imagen que trasciende de Magallanes es la de un visionario aventurero, valiente, cabezota, con mucha experiencia en navegación y sin miedo a usar mano dura para ejercer la autoridad. Desde este punto de vista extraña que cometiera ese exceso de confianza en Mactán que le costó la vida. ¿Cree que la soberbia le cegó?
—Quizá no haya otra manera de entender por qué rechazó la ayuda militar que le prestaba el rey de Cebú para atacar en Mactán. Ni los suyos llegaron a comprender esta decisión, de la que trataron de persuadirlo, así que los que llegamos 500 años tarde lo tenemos difícil. Magallanes tuvo una personalidad compleja, dual. Creo comprender las razones que le movían a ser desconfiado, autoritario y reservado, pero no esta, la que fue su última decisión.
—¿Y Elcano fue un valiente o un suicida al lanzarse al Océano Índico casi sin garantías de éxito en el viaje de regreso?
—Para mí, ahí está la esencia, lo mejor de este viaje y de toda esta historia tan increíble. Esa decisión de Elcano de recorrer medio mundo sin pretender hacer ninguna escala para evitar a los portugueses, si no era suicida estaba muy cerca de serlo. Es bonita porque demostró una confianza en sí mismo impresionante, y eligió enfrentarse únicamente al mar, a lo que mejor dominaba. Con ello, la navegación iba a ser tan larga que convirtió su regreso en una carrera contra reloj para no morir de hambre. Lo que siempre resalto de él es que no parece que eligiera esa ruta por razones lógicas de supervivencia frente a otras opciones. Su mayor ilusión, “lo que más debemos estimar y tener”, según dijo, fue lograr ser los primeros en dar la vuelta al mundo. Había un importante sentido de trascendencia al adoptar esa ruta.
—En su último libro ha querido resaltar usted la figura de Gonzalo Gómez de Espinosa, el último capitán de la Trinidad y que intentó sin éxito el tornaviaje cruzando el Pacífico con rumbo este. ¿Es el gran olvidado de esta gesta marítima?
—Ya lo creo que sí. Olvidado y también bastante maltratado por la historiografía, todo hay que decirlo. Nadie antes le había dedicado un libro, cuando fue una figura imprescindible de este viaje. Sus hombres lo eligieron capitán general, pero el destino quiso que la gloria se la llevaran otros. A él le tocó vivir la cara amarga de esta expedición, aunque sus decisiones tuvieron todo el sentido y sirvió con máxima lealtad. Se trataba de un hombre de armas educado en el arte de la guerra, que llevaba muy a gala ser capitán del rey de Castilla y, por otro lado, daba muestra de una sensibilidad conmovedora. He investigado muy a fondo sobre él, y tuvo además una larga vida que estaba por contar. Había mucho sobre él en los archivos, dejó mucho escrito. Ha sido apasionante.
—Creo que es evidente que los oficiales que se embarcaron en la flota de las especias lo hicieron buscando grandeza, prestigio, títulos y/o dinero. Pero, ¿qué movía a la marinería? Porque me imagino que muchos sabrían al embarcar que la opción de morir en la aventura era real. ¿Eran todos prófugos, embarcarse era la única opción de ganarse medianamente la vida o se enrolaban movidos por otros intereses?
—Combato la manida visión de que en estos viajes embarcaba gente de mal vivir, huyendo de la justicia, o para poner en este caso mar de por medio. Me aburre mucho. Al revés, de lo que sí hay registro y resulta impresionante es la gran experiencia previa de muchos de los tripulantes, para los cuales esto era sencillamente su trabajo. Hay que hacer un esfuerzo para retroceder cinco siglos, porque su mentalidad era muy diferente a la moderna. Hablaban constantemente de valores como la voluntad de servicio a su rey o la fe, que tenían un gran peso en su modo de afrontar la vida, y también de afrontar la muerte. Algunos como el marinero Ginés de Mafra hablaron también de las sensaciones de logro que sentían por “hallarse donde nunca nadie antes se había hallado”, dejando patente que ser pioneros siempre ha sido atractivo para las personas.
—Si existiera una máquina del tiempo y pudiera viajar a un momento determinado entre 1519 y 1522, ¿cuál le gustaría presenciar en primera persona?
—La despedida entre las tripulaciones de las naos Victoria y Trinidad al otro lado del mundo, en la isla de Tidore, y forzados por las circunstancias. Sabían que iban a tener muy difícil volver a verse, el compañerismo era muy alto después de dos años de viaje y la emoción les embargó. “Todos lloramos”, contaba Pigafetta. Aquel fue un momento muy especial, cargado de dramatismo, pero también de esperanza y orgullo por lo que pensaban hacer. Soy alguien que ha escrito un libro de Elcano y otro de Espinosa, y aquel fue el último momento en que estuvieron juntos. Los imagino dándose un abrazo y deseándose suerte mutuamente. Se me saltan las lágrimas también a mí, qué más le puedo decir.
—Y siguiendo con este ejercicio de ciencia-ficción, ¿qué le preguntaría a Magallanes si lo tuviera delante? ¿Y a Elcano?
—A ambos lo mismo. Qué hice bien y qué hice mal al tratar de entenderlos, y qué se me escapó. Pero antes de eso, a ambos les daría las gracias por tanto que me han hecho disfrutar con lo que hicieron. Y en esto añadiría por supuesto al capitán Espinosa.
—Yo soy de la opinión de que la Primera Vuelta al Mundo sale de Sanlúcar de Barrameda, por los extensos 40 días que estuvo la flota aprovisionándose en esta localidad gaditana antes de poner rumbo al Atlántico, pero que concluye en Sevilla, por la obsesión de Elcano de llegar cuanto antes a la capital hispalense nada más arribar a Sanlúcar. ¿Cuál es su opinión?
—Sobre esto hay cierto pique entre ambas ciudades, que tiene mucho de sano porque lo que hay detrás es el orgullo que sienten unos y otros por esta historia. Tengo buenos amigos en ambos sitios que me gustaría conservar, así que este toro es mejor verlo desde la barrera. Capote en mano, creo que la vinculación de ambas ciudades con esta historia es tan fuerte, tan imprescindible, que este eterno debate no nos debe distraer demasiado, aunque sospecho que dentro de otros 500 años seguirá existiendo.
—De cara al futuro, ¿le falta algo por descubrir relacionado con esta Primera Vuelta al Mundo? ¿Hay algún documento o archivo que esté buscando usted con avidez?
—Por supuesto que sí, sería muy triste si no, con lo que me gusta bucear en los archivos buscando ampliar detalles. Me coge usted justo después de haber buscado con avidez sobre el capitán Espinosa, sobre su familia, sobre todas las historias paralelas que se abrían en su vida o sospechaba que pudieron abrirse, y sobre todas las personas con las que tuvo relación en algún momento. Ahora mismo y en el futuro inmediato sólo rastreo sin un objetivo fijo en legajos de cientos de folios en los que, de vez en cuando, uno encuentra algún detalle nuevo e interesante.
—Me imagino que la fiebre por la Primera Vuelta al Mundo irá decayendo conforme vaya acabando este año y se aproxime 2023. ¿Eso le causa algún temor personal después de haber invertido tanto tiempo en esta investigación? ¿Qué va a hacer usted cuando llegue ese momento? ¿Tiene otro proyecto parecido en mente?
—Temor ninguno. Le diría que incluso algo de alivio, porque actualmente son tantos los compromisos que esto no es normal. Ahora me intriga la respuesta del público al libro sobre el capitán Espinosa, y ojalá sirva para darlo a conocer. De cara al futuro, nada cambiará para mí. Tengo claro que seguiré haciendo lo que más me gusta, investigar y compartir lo que aprenda de los marinos de la Especiería, tanto de estos como de los que siguieron sus pasos y convirtieron la exploración del Pacífico en una epopeya descomunal. Me tienen atrapado. A mí y a muchos.
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