Un trozo de Cádiz a 3.000 kilómetros

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La subestación eléctrica del parque eólico marino 'Wikinger', de Iberdrola, construida por Navantia Puerto Real, espera en el Mar Báltico su puesta en marcha a final de año. De los 70 aerogeneradores que abastecerán de energía a la planta, 18 ya están completos y tres más se hallan en camino

Un trozo de Cádiz a 3.000 kilómetros
F. Rufo (Enviado Especial)

sassnitz (alemania), 14 de mayo 2017 - 07:38

A unos 3.100 kilómetros de distancia hay un pedacito de Cádiz. Concretamente, de Puerto Real. A esa distancia está la ciudad de Sassnitz. Desde allí, desde un puerto marinero con encanto alemán, salimos en dirección norte. A casi 40 kilómetros de distancia de ese puerto empiezan a divisarse los primeros gigantes eólicos y, entre ellos, la subestación eléctrica Andalucía. Todos juntos forman el parque eólico marino Wikinger, de Iberdrola. Y encima de esa enorme estructura de tubos se divisa un pequeño rectángulo blanco con un escudo: es la enseña de Puerto Real, donde comenzó todo.

Hace ya meses (desde agosto del año pasado) que esta subestación salió de la Bahía de Cádiz y ahora, en su emplazamiento definitivo, aguarda la puesta en marcha de una red de abastecimiento de energía que dará cobertura a 350.000 hogares, algo así como toda la población de las Islas Canarias. A bordo del pequeño barco que sale de puerto, una veintena de periodistas llegados desde toda España. Tres horas y media de ida hasta dar con la subestación. A su alrededor 18 aerogeneradores completos de los 70 que finalmente formarán el parque eólico marino. En el interior de alguno de ellos se puede divisar a algún operario del que sólo se ven sus ojos. El frío es tan intenso (seis grados en tierra, en pleno mes de mayo y con sol) que no puede ser de otra manera. Saluda efusivamente al paso del barco de prensa. En su interior, varios responsables de Iberdrola.

Estanislao Rey-Baltar es el director de Wikinger. Poco a poco va explicando lo que para la empresa española significa esta obra de ingeniería nacida de Navantia Puerto Real (la subestación), de Navantia Fene (las cimentaciones sobre las que se instalan los molinos) y de Avilés (los pilotes que se hunden bajo el fondo marino). Asegura que la subestación Andalucía "es el corazón del parque eólico marino". Esta inversión de casi 1.400 millones de euros entrará en funcionamiento a partir de octubre de 2017. Antes aún queda trabajo.

Explica el director que en enero se inició la fase de instalación y puesta en marcha de las turbinas, que ha construido la empresa Adwen (del grupo Gamesa) en sus factorías alemanas de Bremerhaven y Stade. Para que se pueda exportar energía a tierra firme es necesario que la subestación esté operativa, y lo estará dentro de muy poco. También se ha finalizado el cableado necesario para que la energía llegue de cada uno de los 70 aerogeneradores a la subestación (12 circuitos distintos desde cada uno) y de ésta a tierra firme, a 90 kilómetros de distancia, en la que allí llaman Alemania continental, en Lubmind, donde está la subestación de transformación y desde donde se conecta a la red de suministro.

Para llegar al puerto de Sassnitz hay que abandonar esa Alemania continental y adentrarse en la isla de Rügen a través de un puente. A su alrededor, diversos astilleros y factorías. Y hasta ese punto y desde Berlín, queda clara la apuesta de todo un país por las energías renovables: hectáreas repletas de parques eólicos en tierra de última generación.

Lo que también queda clara es la satisfacción de Iberdrola con Navantia. Estanislao Rey-Baltar explica que "se ha hecho un trabajo por parte de Navantia y de sus astilleros de Puerto Real fantástico. Ha sido un reto porque fue la primera subestación de estas características que hacía el astillero y además en un tiempo récord, porque por unos motivos o por otros la firma del contrato se retrasó. Pero el programa de fabricación e instalación se mantenía, y eso era fundamental para llegar a tiempo. Ha sido un compromiso total por parte de Navantia, de los trabajadores de plantilla y de los contratistas para llegar a tiempo".

Y en este punto, el director del parque eólico marino dice algo que a más de 3.000 kilómetros suena bien, lejos de las críticas que se escuchan dentro de la propia provincia de Cádiz. Él lo llama "el supermercado". "Algo fundamental de Cádiz es que hay tanta industria y servicios a su alrededor que cada vez que se necesitaba algo, se levantaba la mano y ahí estaba. Ha sido una experiencia muy positiva". Y, claro, si Iberdrola no hubiera quedado satisfecha con este primer encargo a los astilleros públicos no se hubiera producido el segundo, el proyecto East Anglia One en el que ya trabaja Puerto Real. De hecho, el director de la energética asegura que "los astilleros de Navantia han demostrado que son capaces de estar y competir; el eólico marino supone una diversificación sobre la construcción tradicional de barcos, pero puede convivir y debería aprovechar que este sector es pujante, tiene futuro y hay oportunidad de negocios. De hecho, ya se reconoce claramente a Navantia en todo el mundo por este trabajo que ha hecho".

Pero, ¿para cuándo algo parecido a esto en España". Estanislao Rey-Baltar lo explica. "A nivel nacional, proyectos como este tienen dos problemas. Por un lado, el fondo marino, porque aquí en Alemania te separas de tierra y tenemos 40 metros de profundidad a 35 kilómetros de la costa; en España en cuanto sales tienes 150, 200 y hasta 500 metros de profundidad". Y aquí llega el segundo problema. "En nuestro país un proyecto así tendría que estar muy pegado a la costa y eso tiene otra serie de impedimentos. Es una tecnología que aún es cara, todo esto tiene una evolución de costes que para que sea competitiva tienen que pasar años y muchos desarrollos tecnológicos".

Wikinger está diseñado y tiene permiso de explotación para 25 años. Si todo se mantiene, puede durar más. Para ello, los detalles son fundamentales. Desde la preparación de los operarios que permanecen sobre la estructura hasta los propios responsables de la compañía. Mientras el barco con la prensa se aproxima a la subestación, uno de los 18 molinos instalados empieza a girar. "Lo hemos puesto en marcha para que lo veáis", explica uno de los técnicos. Sobre la propia subestación, otro operario saluda. Y Estanislao Rey-Baltar llama la atención: "Mira, el escudo de Puerto Real, a 3.000 kilómetros de distancia". Volvemos a puerto.

En ese instante, la cobertura de los móviles, cuando la hay, llega desde Dinamarca. "En caso de emergencia consular llame a la embajada en Copenhague", y un número de teléfono. De vuelta, la línea de costa no llega nunca. Se hace eterno. En ese instante, llega una noticia de la propia Iberdrola: acaba de cerrar el acuerdo para construir su primer parque eólico marino en EEUU, frente a las costas de Massachusetts.

De nuevo en el puerto, el siguiente objetivo está a unos pocos kilómetros de distancia, en la factoría de Iberdrola en Mukran. Allí está el centro donde se acumulan las turbinas, los soportes y las palas de los aerogeneradores. El director de construcción es Miguel Lacalle. Las oficinas están a la entrada. En su interior abre los brazos emocionado un joven con una camiseta con letras vascas, de manga corta. Fuera hay más, y otros asturianos. Todos trabajan para Iberdrola.

Lacalle detalla el proceso que se sigue. Cada pieza es minuciosamente preparada para ser colocadas sobre el enorme barco Brave Tern, de la compañía Fren Olsen Windcarrier. Es capaz de transportar hasta el parque eólico marino, junto a la subestación, tres piezas completas de una vez. Cada una pesa 700 toneladas (el rotor mide 135 metros, las palas 67 metros de longitud y la torre mide 75 metros). Cuando estamos allí, el barco está cargando los aerogeneradores números 19, 20 y 21. Tardarán 10 horas en llegar hasta allí y un día entero para montarlos. Todo, si el viento lo permite. "Para la industria eólica el viento es fundamental, pero a veces también juega en nuestra contra", explica Lacalle. "El invierno ha sido muy duro, pero vamos bien". Pese al fuerte viento, los trabajos no se detienen. La jornada empieza pronto (amanece a las cinco de la madrugada) y, en proyectos como este, los tiempos son vitales. Mientras, en el puerto, un par de pequeños barcos amarrados a puerto ofrecen comida rápida. Es su modo de vida, otro modo distinto.

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