Menos pitillos y más papelillos

La venta de cigarrillos empieza a bajar con claridad pero más allá de la reducción del consumo, las causas principales son el repunte del tabaco de liar, la crisis y, sobre todo, el aumento del contrabando

Cartones de tabaco en un estanco de la provincia.
Cartones de tabaco en un estanco de la provincia.
Beatriz Revilla / Cádiz

24 de febrero 2010 - 05:01

En Francia, Italia o Irlanda ya está prohibido fumar en todos los lugares públicos. En Reino Unido, incluso van a vetar y multar hacerlo a la puerta de establecimientos y edificios de oficinas. Y en Escocia, ya van camino de suprimir las máquinas expendedoras y de eliminar las cajetillas de los escaparates, exteriores y también interiores de los estancos. En España, las llamadas leyes antitabaco llegan con retardo respecto a la mayoría de vecinos europeos y recientemente, el Ministerio de Sanidad ha anunciado que pospondrá la última prohibición anunciada de fumar en todos los bares y restaurantes para después del semestre de Presidencia comunitaria. Motivos de agenda, argumenta.

La realidad parece, en cambio otra: el consumo de tabaco está mucho más extendido y socialmente tolerado en España que en el resto de la Unión, lo que provoca que tanto el debate como el impacto sean mucho más intensos. Al margen de la edad mínima legal permitida, las restricciones comenzaron en 2006 y afectaron a los centros de trabajo, los edificios públicos en general y los negocios hosteleros de más de 100 metros cuadrados, que debieron instalar espacios reservados para fumadores. Pese a estas limitaciones y al constante encarecimiento del producto, las ventas en la provincia, al igual que en el conjunto del país, no han descendido claramente hasta el año pasado, lo que lleva a pensar que la causa de esta última bajada está más relacionada con la crisis económica y con un repunte del contrabando que con una mayor concienciación sobre los riesgos de esta adicción.

En 2006, los estancos gaditanos dispensaron 100,9 millones de cajetillas de cigarrillos. En 2008 todavía se rondaban los 98 millones, mientras que el año pasado, la comercialización cayó hasta los 88,8 millones. Es decir, los gaditanos fuman hoy un 12% menos de cigarrillos que cuando entró en vigor la nueva legislación sanitaria. En términos relativos, la disminución es notable, pero resulta más evidente si la cuenta se hace en unidades, ya que son 242 millones de pitillos menos al año.

Otro cambio de hábito entre los fumadores es el auge del tabaco de liar. El menor precio -aunque está subiendo muy por encima de las cajetillas-, su considerable efecto disuasor, el mayor rendimiento y hasta la percepción de la mejor calidad han convertido a las antiguas bolsitas de picadura en una alternativa económica para cada vez más personas. El incremento de las ventas ha sido exponencial en la provincia y en sólo un año, los gaditanos han pasado de comprar 20.482 kilos a superar los 70.100, es decir, un 250% más.

Esta tendencia es muy importante a la hora de valorar el descenso real en Cádiz porque denota una creciente transición de las cajetillas al tabaco de liar. Lo mismo ocurre, aunque con menor intensidad, con los cigarros (puros o puritos). Éste es el segundo gran mercado de la provincia con cerca de 18 millones de unidades comercializadas en 2009, casi un 15% más que el año anterior.

Estas subidas, unidas a los dos encarecimientos de la cajetilla que el Gobierno aprobó el año pasado, han elevado la facturación de este sector hasta los cerca de 265 millones de euros, de los cuales, en torno al 80% va directamente a las arcas estatales a través de los impuestos especiales que gravan el tabaco.

Pero si hay un fenómeno que distorsiona este balance y hace cuestionar que verdaderamente haya un menor consumo es el contrabando. Según el presidente de la Asociación Provincial de Estanqueros de Cádiz, Aurelio Felipe, la incidencia en la provincia ha aumentado mucho y es "especial" porque hay "muchas vías de penetración", aunque la más importante con diferencia es Gibraltar.

El panorama no es, en definitiva, lo suficientemente alentador para promover una nueva reforma legal que obligue a los establecimientos hosteleros a expulsar a los fumadores de sus locales. Además, el sector ha recriminado al Gobierno su actuación en esta materia porque primero tuvieron que asumir el coste de la adaptación de sus negocios y soportar con ello una reducción de la clientela y ahora ven cómo estas inversiones resultan inútiles por la próxima prohibición total.

Los estanqueros, por su parte, temen que, a la postre, esta medida también desincentive el denominado "segundo canal", es decir, la distribución a través de las máquinas expendedoras. La prohibición podría dar la puntilla a un negocio que ya se ha resentido por la subida del precio del tabaco y por la crisis, que hace que muchos fumadores acudan más al estanco para ahorrarse los céntimos de sobrecoste.

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