La mayoría de edad, “un mal sueño” para los jóvenes migrantes
La Red de Acogida de El Puerto tiene actualmente a su cargo a 15 ex tutelados por la Junta de Andalucía.
Desde las asociaciones critican el recorte de recursos en los Centros de Protección y el Programa Mayoría de Edad.
Cádiz/Hace casi dos años, ante la necesidad de darle una acogida digna a los jóvenes migrantes que se marchaban de los Centros de Protección de la Junta de Andalucía una vez cumplida la mayoría de edad, nacía la Red de Acogida de El Puerto de Santa María. “Nos pusimos las pilas, vimos qué podíamos hacer y nos constituimos en asociación”, dice Lola Barberán, una de las personas que se encuentran al frente de la misma.
Un colectivo que se define como “un grupo de personas que hemos abierto nuestras vidas a chicos de otra cultura, otro idioma, a los que el sistema les da la espalda” y cuyo objetivo no es otro que esclarecer el futuro de unos “chavales” que abandonan sus países de origen en busca de oportunidades. Y es que, según informa el Servicio de Menores de la Delegación Territorial de Educación, Deporte, Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación de la Junta de Andalucía en Cádiz, son “295 niños, niñas y adolescentes procedentes de la inmigración” los que acoge actualmente la provincia.
“El principal problema es que no tienen adonde ir. Salen del centro de menores y están en la calle”, afirma Carmen Calzado, quien a día de hoy acoge a dos chicos en su casa. Pero además de hacerse cargo de los jóvenes que se van de los centros tutelados de la Junta de Andalucía por diferentes motivos y de aquellos que están en albergues municipales, el fin de la asociación es que obtengan la documentación y permisos tanto de residencia como de trabajo necesarios para salir a buscarse la vida. No obstante, el desamparo no es el único problema con el que se topan estos prematuros inmigrantes.
Si bien el gobierno andaluz dispone del denominado Programa Mayoría de Edad para aquellos chicos y chicas que aún necesitan “apoyo y acompañamiento hasta completar sus posibilidades de vida autónoma”, las limitaciones burocráticas y recortes presupuestarios que denuncian desde la propia Red de Acogida entorpecen el proceso de formación y regularización de los jóvenes migrantes.
Así lo manifiesta Marina Liberato, responsable del Área de Derechos Humanos y Migraciones de Podemos Andalucía: “Los chicos no están preparados porque no se les da formación. Y una vez que cumplen la mayoría de edad, no gozan de esos recursos de la Junta que les permiten emanciparse”. Es por eso que les será de vital importancia para contar con una amplia red de colectivos y asociaciones, conectadas entre sí, que los guíen a lo largo de esta nueva travesía.
Un obstáculo tras otro
Para estos jóvenes, el primero de los viajes comienza lejos del territorio español. Y es que como afirman desde la Red de Acogida de El Puerto de Santa María, los menores inmigrantes normalmente suelen llegar en patera, en este caso, a las costas gaditanas. El incremento en la llegada de migrantes vivido en la provincia durante el 2018, desencadenante del nacimiento de la asociación pero “frenado sobre todo por el coronavirus”, tuvo sus raíces en los propios países de origen. Según explica Carmen Calzado, “las mafias cambiaron de estrategia. En vez de cobrar una barbaridad, a los jóvenes les decían que no iban a tener problema y que cuando llegaran allí les iban a recoger. Entonces los convencían más fácilmente y bajaron la cantidad de dinero que les pedían a cada uno”. Estos chicos vieron el cielo abierto. Un mundo entero de posibilidades al alcance de su mano.
Pero, a su llegada a España, se dan de bruces con la realidad. Tal y como narran desde la Delegación Territorial de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, “la mayoría de los chicos y chicas que llegan sin venir acompañados de un adulto, suelen tener una visión distorsionada de la situación de nuestro país y de sus posibilidades. Así que muchos problemas tienen que ver con ese primer choque con la realidad”. Su objetivo de conseguir un empleo y enviar dinero a sus familias no es tan inmediato ante la imposibilidad de trabajar hasta estar correctamente documentados. Y ante semejante incremento de jóvenes migrantes, dice Carmen en referencia a los insuficientes recursos ofrecidos por la Junta de Andalucía, “se vieron un tanto desbordados y se justifican en eso”.
Es entonces cuando hace acto de presencia el Acogimiento Residencial de Menores en los Centros de Protección dispuestos por el gobierno andaluz, que se hace cargo de los inmigrantes menores de edad que consiguen llegar a España. Según los datos ofrecidos por el Servicio de Menores que dirige Antonio Molina, “la red de recursos residenciales para menores que necesitan protección en la provincia de Cádiz se compone de un total de 33 centros de distintas modalidades, 11 de ellos dedicados de forma especializada a la atención de niños, niñas y adolescentes procedentes de la inmigración”. Pero si, durante su estancia en los centros, los menores se encuentran en proceso de formación y al resguardo de los peligros de la calle, el problema llega con la mayoría de edad.
Mientras que los inmigrantes más jóvenes son matriculados en colegios e institutos para su asistencia obligatoria a la escuela y los mayores de 16 años pueden optar desde el Bachillerato o la Formación Profesional hasta la “formación para su capacitación profesional a través programas de inserción”, aquellos que cumplen la mayoría de edad no corren la misma suerte. Al menos, no todos. “Muchos de ellos no tienen la suerte de encontrar un piso, familia de acogida o alguien que los siga tutelando, y todavía son demasiado jóvenes para estar en la calle sin nada”, asegura Lola Barberán. Y es que, tal y como dio a conocer un informe recientemente publicado por la Cámara de Cuentas de Andalucía, 6 de cada 10 migrantes que cumplen la mayoría de edad y tienen que marcharse de los centros tutelados son prácticamente abandonados por la Administración.
Por tanto, muchos de estos jóvenes se ven en la calle, literalmente, sin nada. Porque a los problemas de llegada y acogida, se suma el de la regularización. “Lo primero que necesitan es una tarjeta de residencia por haber llegado como menores. Pero los trámites para conseguirlas no están a su alcance. La burocracia, el papeleo, el tiempo que tardan… Es como un embudo”, explica Carmen Calzado. “Además, es una tarjeta de residencia denominada “no lucrativa”, es decir, que no les da permiso para trabajar. ¿Cómo van a poder entonces ganarse la vida unos chicos cuya situación irregular, una vez cumplida la mayoría de edad, los acerca más a sus países de origen que al mundo laboral sin ni siquiera haber tenido la oportunidad de formarse?”.
Como explica la propia componente de la Red de Acogida de El Puerto, “hasta ahora, cuando la tarjeta de residencia no lucrativa caducaba, se podía renovar por un año más. La Red aportaba un informe para demostrar que lo tenía en acogida y estaba matriculado en un centro de educación permanente. Ahora ni siquiera eso. Poco antes del confinamiento salieron unas instrucciones en las que se decía que no se permitía este tipo de ampliación. La primera vez que le caducaba, para renovar la tarjeta necesitaba demostrar que tenía un contrato de trabajo o bien disponer del IPREM”. Una situación harto complicada de sobrellevar por estos chicos si no fuera por el apoyo de las asociaciones.
Con vistas al futuro
Acoger a jóvenes migrantes es una aventura de la que se aprende mucho. Y en el caso de la Red de Acogida de El Puerto de Santa María, son varias las familias que se están enriqueciendo con dicha experiencia. “De los 15 ex tutelados que han salido con 18 años de la Junta, tenemos a cinco en un piso tutelados por la Red y 10 en familias”, enumera Lola Barberán. Pero, a diferencia de las adopciones, esta es una acogida mutuamente aceptada a expensas de una pronta emancipación de los inmigrantes. En palabras de Marina Liberato, “las familias empiezan a formar parte de la Red pero es totalmente voluntario. Tenemos cuotas de socios para temas de alimentación o médicos, por si alguno necesita ir al dentista o al oftalmólogo. Todo es a base de cuotas y del dinero de las propias familias. Pero de forma legal lo único que nos vincula es un certificado que hace la propia asociación y el empadronamiento en el hogar”.
“Ellos, lo que realmente quieren es ser autónomos y tener una vivienda propia. No quieren quedarse a vivir aquí toda la vida. Y nosotros también entendemos que estamos dándoles el empujón. La idea es ayudarlos a que puedan volar y buscarse la vida”, reconoce Carmen Calzado. De esta manera, mientras que la asociación se encarga junto con los respectivos técnicos de experiencia laboral y personal de la parte de la asistencia, “las familias dan un hogar, un cariño y una atención emocional”. Porque la Red, además de darles techo, comida y formación, “da la tranquilidad de que si la convivencia no funciona, busca un apaño. Se han dado casos en los que la convivencia no ha funcionado, el chico tiene que salir y se le ha buscado otro sitio alternativo”, dicen las entrevistadas. De ahí la importancia de asociarse.
En cuanto a la formación de los jóvenes, existe una parte que corre a cargo de la Junta de Andalucía. Desde el Servicio de Menores de la Delegación Territorial presidida por Antonio Molina, explican que el mencionado Programa Mayoría de Edad “está abierto a cualquier menor que lo necesite tras su paso por el sistema de protección”. Este dispone de programas de inserción sociolaboral concertados con diferentes entidades en toda Andalucía, como pueden ser Labora e Inserta en la provincia de Cádiz, así como acuerdos con la Universidad que permiten el acceso a la misma para los chicos que lo deseen.
De igual manera, algunos proyectos impulsados por las asociaciones cuentan con la implicación del propio gobierno andaluz. Es el caso del piso tutelado por la Red de Acogida de El Puerto, subvencionado por la Junta de Andalucía y parte del Programa +18. Pero lo que desde las asociaciones reivindican es la falta de seguimiento que se produce en muchos migrantes que cumplen la mayoría de edad. “La normativa obliga a la Junta de Andalucía, como organismo tutor, a garantizar que el menor que ha cumplido 18 años tenga un sitio donde vivir y que no caiga en riesgo de exclusión social”, afirma la responsable del Área de Derechos Humanos y Migraciones de Podemos Andalucía.
Con la intención de que los jóvenes, ya acogidos por las familias, reciban cuanto antes una educación y formación profesional, “lo primero que hacemos es matricularlos en el centro de adultos, para hacer la Primaria y la Secundaria, y ahora también en alguna FP Básica”, dice Lola Barberán. Y junto al título académico, que les será de gran ayuda una vez obtengan sus permisos de residencia y trabajo, las protagonistas hacen especial hincapié en el idioma: “Enseguida van cogiéndolo verbalmente. Les cuesta más ponerse a estudiar, el manejar mejor la expresión escrita”. Asimismo, desde las asociaciones como la Red de Acogida de El Puerto, se impulsan talleres de autoestima, reciclaje o cocina. Todo tipo de herramientas que estos chicos podrán utilizar en un futuro.
Como dicen desde la Delegación Territorial de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, “las salidas profesionales siempre dependerán del nivel de formación que los chicos hayan podido adquirir durante el tiempo de estancia en los centros y en los programas de inserción”. Pero es que los jóvenes migrantes sí que se pueden ir insertando en el mercado laboral. Incluso aquellos inmigrantes que todavía disponen de la tarjeta de residencia no lucrativa, según cuenta Carmen Calzado, han tenido recientemente algunas de sus primeras experiencias profesionales: “Nuestros chicos, un grupo de ocho que tenía tarjeta, han estado trabajando en tareas agrícolas en Huelva, recogiendo frutos rojos”. Hecho por el cual, desde el Gobierno, tuvieron que aprobar un Real Decreto para que pudieran trabajar en el campo.
“Es mentira que sean un problema”, defienden desde la Red de Acogida de El Puerto. Si los dos chicos que viven actualmente con Carmen no son los primeros es porque a los anteriores no les fue del todo mal: “Uno que estuvo aquí en casa está trabajando. Consiguió trabajo de camarero haciendo un curso de cocina organizado por Don Bosco”. Un caso similar al de Marina Liberato, quien acoge a día de hoy a tres migrantes en su casa. Mientras que “uno está haciendo un Grado Medio y se está formando”, otro de ellos está trabajando y, por suerte, tiene ya todos los papeles en regla. Poco a poco, algunos de estos jóvenes están haciéndose con el timón del barco y enderezando el rumbo de su vida.
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