En la mañana de ayer domingo, cuando los clientes del hotel desayunaban plácidamente en sus mesas, nada apuntaba al horror vivido por los ocho trabajadores accidentados horas antes. Ninguna señal, ningún signo de lo ocurrido en la mayor parte de las instalaciones. La zona del suceso, ubicada detrás del restaurante, se encontraba acotada por los técnicos que seguían reparando y realizando pruebas en el transformador una vez restablecido el servicio. Solo unas pequeñas huellas, como de goma pegada procedente de algún zapato adheridas al césped, anunciaban algo de lo ocurrido.

Unos metros más adelante, en el interior del lugar donde se produjo la deflagración, el escenario era muy diferente. Todos los objetos -vasos, cubiertos, platos, incluso la comida-que habían sido dispuestos para la cena por los trabajadores aparecían calcinados sobre la mesa.

Sorprende el reducido espacio en el que sucedió todo. La rejilla por la que salió la deflagración está a escasos centímetros del mobiliario que aún ayer se mantenía en pie. El pan, algunos picos por la mesa, lo que parecen unas tortitas de maíz, unos cuencos con restos de comida. Contemplando la escena cualquiera podía imaginarse lo sucedido.

En el resto del hotel, los trabajadores que ayer seguían atendiendo a los clientes aún estaban conmocionados y cansados por una noche tan dura. "Que se pongan bien", repetían. La directora, María Manella, atendió amablemente a la prensa pese a todo lo ocurrido y añadió que no se encontraba en el hotel cuando se produjo el suceso.

El establecimiento pudo recobrar la normalidad horas después del accidente y ayer lo único que no funcionaba era el restaurante. El servicio de reservas del 100% Fun informaba a los interesados que la previsión es que mañana martes puedan volver a servir a los clientes que, alojados o no en el hotel, acuden a este conocido local tarifeño.