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Tres generaciones en casas de 'medio pelo' y 'pelo entero'

  • En general, te metes a limpiar porque necesitas hacer dinero rápido, pero luego ya no tienes ni tiempo ni opción a más"

El ratio de habitaciones suele ser de 20 o 21 cada ocho horas, pero eso  no incluye las zonas comunes.

El ratio de habitaciones suele ser de 20 o 21 cada ocho horas, pero eso no incluye las zonas comunes. / fito carreto

"Mi madre y mi abuela también trabajaron limpiando. Mi abuela entró en una casa con trece años. Una vez, un abuelo de esa época, me contó que antes, a las niñas que entraban a servir, se les suponía el derecho de pernada antes de que se casaran. Espero que a mi abuela ya no le pillara aquello. Yo entré en una casa por primera vez con 17 años. Era la forma que había visto toda la vida de conseguir algo de dinero, lo consideraba algo normal. Estaba estudiando Artes Aplicadas y me pusieron al cuidado de dos niños muy pequeños, de dos años y ocho meses. La presión fue tan grande que me puse enferma y tuve que dejarlo. Después estuve en otras casas, limpiando y cuidando niños".

"En mi familia siempre hemos dicho que las casas se dividen en las casas de medio pelo y las de pelo entero. Aunque pueda parecer lo contrario, las peores son las de pelo entero: las que tienen 'pedigrí'. En una de mis primeras casas de pelo entero, en Cádiz, tenían el servicio de mesa de plata, con las iniciales de los distintos miembros de la familia en los cubiertos. Recuerdo que en la primera comida me dijeron: 'Tú espera aquí', y yo me quedé ahí de pie, extrañada, porque en las medio pelo solía comer con ellos o en la cocina. Y lo que me dieron para comer fue lo que ellos se dejaban en el plato. Cómo lloré... Cuando me fui, la señora me pagó lo 'estipulado' (¿estipulado dónde?) y me dijo: 'Espero que te vaya bien. A mí, seguro que sí'. En otra de las casas, donde tenía que cuidar a una mujer mayor que estaba ya un poco tocada, recuerdo que le dije una vez: "No me trate así que me voy a ir, ¿eh?", y ella me contestó: "Ah, pues me compro otra".

"En general, te metes a limpiar porque te hace falta el dinero rápido. Pero es una dinámica peligrosa porque te habitúas enseguida a la poca independencia que te da y ya no sales, porque no puedes, porque no tienes opción ni tiempo. Yo veo en general dos casos: o te metes jovencita; o te separas, y tienes hijos, y tienes que ganar pronto como sea, que es lo que me pasó a mí. Así que lo primero que les he dicho siempre a mis hijas es que no tuvieran prisa por nada..."

"Como siempre se dice, lo sucio se ve; lo limpio, no. Yo creo que es un trabajo de mujeres porque es una especie de extensión la vida doméstica: para qué otra cosa vas a servir... Limpiando no tienes los derechos que tienes que tener en un trabajo, pero es algo que tampoco quieres ver. Suelen tratarte siempre por debajo del nivel medio de respeto, pero eso pasa en muchos sitios: siempre me digo, si quieres saber cómo es alguien, fíjate cómo trata al camarero".

"Trabajar en una casa es perder el tiempo: pierdes años sin cotizar, con una responsabilidad muy alta si tratas a niños o ancianos y sin ningún respaldo si te caes o tienes algún accidente. ¿Cómo desarrollar leyes que obliguen a contratar si nadie puede ver lo que ocurre en una casa? Lo único que se me ocurre es poner algún tipo de incentivo fiscal para que se contrate a las interinas".

"Después de haber estado trabajando tanto en casas como de camarera de hotel, ya me dije que no iba a trabajar jamás en ninguno de los dos sitios. De camarera de hotel estuve por empresa externa, a dos euros por habitación, que es lo que se suele pagar. Te contratan de cuatro a seis horas, pero en realidad haces más. Tienes que haces 21 habitaciones, en las que sueles tardar ocho horas. Y, por supuesto, te pagan menos de lo te tienen que pagar. Luego está el tipo de clientes: los golfistas son un caramelito. A mí me encantaban: te dejaban un billete de cinco euros de propina en la almohada y parecía que por la habitación había pasado un fantasma. Y los peores, los paquetes vacacionales. Nadie se preocupa de las que limpian los hoteles y los apartamentos, cuando la limpieza es un trabajo esencial: no puede verse un pelo".

"Ahora limpio las oficinas de una empresa, contratada. También ahí soy invisible, y veo que muchas veces se sorprenden con las respuestas que doy, porque tal vez no sea la típica limpiadora, o no encaje en el estereotipo. Me estoy sacando un grado en Literatura Española por la UNED y mis hijas empezarán pronto la universidad. Ellas han tenido muy claro siempre que estudiar y los idiomas eran lo importante: a la mayor le han concedido una Beca 6000 y tienen media de notable. Estoy tan orgullosa... ¿Recuerdas la chirigota del Selu, con las chachas con las uñas por encima de los guantes? Ahí veía yo a mi madre y a sus compañeras del hospital de San Juan de Dios. Me encantaban: tenían una alegría, con todo lo que tenían en la vida..."

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