El 'ángel' anónimo del BK 117
la uhel DE la guardia civil Actuación destacada de la unidad con base en Rota
El piloto que salvó la vida en enero a un narco herido gravemente por las hélices de su embarcación relata su rescate, cómo lo animaban y cómo su hermana se lo agradeció
Ha salvado ya varias vidas y lo relata como si tal cosa, prácticamente como si se tratara de cualquier otro servicio rutinario. Y es que a él, uno de los pilotos de la UHEL de la Guardia Civil, con base en Rota, no le gusta el protagonismo. Y se le nota. Pero no es falsa modestia. Por eso pide cortésmente que no se le vea la cara en la entrevista, y continuamente se frota el sudor de las manos en el pantalón.
José Antonio Blanco, nacido hace 42 años en Madrid, padre de dos hijos, lleva 12 años pilotando helicópteros de la Benemérita. Al mando de un aparato BK 117, dotado con flotadores para poder aterrizar en el agua, se ha visto obligado a efectuar peligrosísimas maniobras para proceder al rescate de los integrantes de no pocos contingentes de inmigrantes arribados a las costas gaditanas en pateras de juguete.
Y el pasado mes de enero, fue el protagonista anónimo del rescate de un narco que acababa de ser herido gravemente por las hélices de la embarcación con la que había llegado a Barbate para tratar de alijar 1,8 toneladas de hachís.
Entonces, desde la Comandancia se emitió una nota en la que se relataba ese rescate, pero sin citar en ningún momento a uno de sus artífices.
Ahora, en estos días en los que la Guardia Civil, con motivo de próxima celebración de su patrona, la Virgen del Pilar, pretende seguir ahondando en la política impulsada por el actual coronel jefe, Antonio Tocón, de acercar la labor del Cuerpo a los ciudadanos, este diario se dispone a plasmar su relato de aquella jornada, sus recuerdos de un complicadísimo operativo en el que todos los participantes terminaron extenuados, conscientes de que se jugaron la vida al rescatar a aquel vecino de Barbate que dejó un rastro inolvidable en el aparato. José Antonio lo suelta así, de pronto: "Quedaron trozos de hueso y sangre en el helicóptero". Trozos de hueso y sangre que procedían de las piernas y pies del barbateño que a punto estuvieron de arrancar las hélices de la embarcación que llevaba la droga.
José Antonio Blanco se acuerda también de cómo lo animaban, cómo le iban diciendo "Venga, Manuel, que no tienes nada", después de haber procedido a taponar como pudieron las graves heridas para evacuarlo al hospital, donde, al llegar, los médicos lo dijeron: "Le habéis salvado la vida".
La víctima, que perdía la consciencia continuamente, terminó agradeciéndoselo. Y también lo hizo su hermana que, recuerda el guardia civil, "nos envió una carta". Una misiva en la que les daba las gracias y les decía que no le importaba que lo hubieran detenido al final. Que podían a partir de entonces detenerlo cuantas veces fueran, "porque estaba vivo gracias a ellos". A Blanco y al resto del equipo que, contra viento y marea, en condiciones meteorológicas extremadamente adversas, tomaron la decisión de aterrizar en la playa de la Yerbabuena.
"Yo no veía ni los árboles ni el acantilado, pero al final la maniobra salió buen, aunque sudamos un poquito", recuerda ahora.
Era, no hay que olvidar, una madrugada de un mes de enero en el que la Guardia Civil tenía desplegado un dispositivo para intentar atrapar a los tripulantes de la embarcación que pretendían alijar hachís en la costa jandeña. Blanco, a los mandos del BK 117, había enfocado desde el cielo a la zona. Numerosos agentes guardaban en tierra.
Y entonces lo vieron, cómo dos tripulantes, al advertir la presencia policial, intentaron echarse de nuevo al mar y acabaron tirándose por la borda. La embarcación, ya sin control, pasó por encima de Manuel, dejándolo gravemente herido de cintura para abajo. Lo sacaron a tierra y vieron cómo se desmayaba. Y entonces, tomaron la decisión. Allí no había forma de que pudiera llegar una ambulancia. El rescate por tierra se iba a demorar mucho. Así que bajaron, aterrizaron y se llevaron a Manuel al hospital.
Pero ésta no ha sido la experiencia que más ha emocionado a José Antonio, quien tiene aún grabada en la memoria la estampa de aquel grupo de mujeres norteafricanas, nada menos que 16 y embarazadas todas, a las que rescataron en el Retín. Tanto que le cuesta verbalizarlo, hablar de ello. "Era increíble, estaban todas encima de una peña", logra decir al final. "Es que a los inmigrantes los ves más desamparados", se disculpa.
En su unidad, que él 'inauguró' hace algo ya más de una década, hasta hace poco al mando de una mujer, y ahora, con el teniente Gámiz al frente, trabajan, además de él, cuatro pilotos más, cinco mecánicos y un escribiente.
Entre sus cometidos, están la lucha contra el narcotráfico y la inmigración, así como labores de seguridad ciudadana con su participación en grandes eventos como el Rocío y cobertura de operaciones específicas.
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