El Tomate, el narco tacaño
Sucesos
Uno de los grandes capos del narcotráfico en Sanlúcar cayó el martes en una gran operación policial
Quienes le conocen hablan de un hombre familiar, discreto y que no despilfarra dinero
El Tomate no es un narco de esos que se pavonean en Instagram. No le gusta el lujo ni la ostentación, conduce un BMW de más de diez años, no usa teléfonos móviles, no va de putas ni despilfarra el dinero en fiestones donde corre el champán francés y el Vega Sicilia. No es un Castaña, para entendernos. Algunos de los agentes de la Guardia Civil que le pillaron el pasado martes en su casa de la Colonia Monte Algaida de Sanlúcar hablan de Antonio como un hombre familiar, incluso hogareño, siempre en la zona donde se hizo un nombre, una especie de Padrino, de capo di capi, respetado por todos cuando pasea por Bonanza en busca de jornaleros para su próximo golpe. “En algunos alijos llega a colocar 30 o 40 puntos de vigilancia. Dicen en Sanlúcar que le cuesta pagar, que no regala un euro, vamos que es un poco tacaño, crean bromas exageradas que afirman que tiene guardado hasta el dinero de la comunión del niño, pero le respetan porque podría decirse que es el mandamás, un empresario de los alijos. Tiene su proveedor en Marruecos que le manda el hachís, él busca a los clientes y se encarga de gestionarlo todo desde la distancia, en un discreto segundo o tercer plano”, cuenta un agente.
Esta es la tercera vez que Antonio José Romero Pacheco, que heredó el mote familiar del Tomate, es cazado por la Guardia Civil. En 2013 la Audiencia Provincial de Cádiz le condenó por tráfico de drogas y blanqueo de capitales a seis y dos años respectivamente. En aquella ocasión se detuvo a 10 personas en total, que fueron condenadas en relación al alijo de 2.700 kilos de hachís intervenido en la desembocadura del Guadalquivir como miembros de una red dedicada al tráfico de esta droga. Con los dos tercios de la pena cumplidos volvió a Sanlúcar, “a hacer lo que mejor sabe, lo único que ha hecho todo su vida: traficar con hachís. Es un referente”.
A sus 44 años, la Guardia Civil asegura que El Tomate ha perfeccionado su negocio. “Tiene subcontratas que hacen el trabajo sucio por él, mientras que él está en su casa de La Colonia”. Recuerda un agente cómo se fugó a Marruecos en el transcurso de la Operación Orlando, bautizada así en su honor. Allí estuvo dos años. Hasta que regresó a su hogar. “Lo detuvimos en 2011 cuando volvió para un concurso de Doma”. Porque eso sí, si hay algo que apasiona al Tomate son los caballos. Y los gallos de pelea. “En eso sí que no escatima gastos. Se gasta lo que haga falta para tener unos caballos de pura raza que son una maravilla”.
La carrera del Tomate en el mundo de las drogas empezó siendo un chaval con las gomas, hasta que se dio cuenta de que había otra fórmula más rentable: los pesqueros. “Se percató de que a través de estos barcos podía introducir más droga que una goma. Por eso empezó a comprar pesqueros, una pequeña flota. Los convirtió en barcos nodrizas que descargaban a lanchas más pequeñas cuando se acercaban a la desembocadura del río”.
Con los que hablamos nos cuentan que El Tomate “va por Sanlúcar ofreciendo trabajo para los tres o cuatro pelotazos que mete a la semana por el río. A los que hacen de puntos (vigías) les paga entre 1.500 y 3.000 euros, según la cercanía al alijo. Entre 35 y 40.000 euros a los pilotos de las embarcaciones; unos 2.000 a los que se encargan de las guarderías”. Aseguran que El Tomate dispone de diferentes cuadrillas según la tarea, para transportar la droga, para descargarla, para guardarla y distribuirla. Y todo esto sin coger un teléfono. “No suele usarlos, todo se hace a través de comunicación directa con un par de personas de confianza”.
Esa pulcritud, esa discreción, contrasta con su formación académica. “Es listo, muy listo, y para eso no hace falta escribir sin faltas de ortografía ni leer muchos libros. No sabe de otra cosa, es lo que ha hecho toda la vida, pero se hace respetar. Ahora mismo es la cabeza más visible del narcotráfico de hachís en Sanlúcar, por encima de otros nombres muy conocidos”.
Eso sí, quienes le conocen, los agentes que llevan años siguiendo sus pasos, afirman que además de esa discreción que le hace no salir de sus dominios, “no es un tío vicioso para nada, ni tampoco es violento”. Y es que, en el fondo, como ellos mismos aseguran, El Tomate es un empresario, pero un empresario de la droga.
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