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Propósitos de Año Nuevo: Te pondrás a dieta, y fracasarás

El sobrepeso y la obesidad se presentan ya en un alto porcentaje durante la infancia. El sobrepeso y la obesidad se presentan ya en un alto porcentaje durante la infancia.

El sobrepeso y la obesidad se presentan ya en un alto porcentaje durante la infancia. / IMEO

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

Suele estar ahí, junto a los restos de polvorones y el apuntarse al gimnasio o retomar el inglés. Ponerse a dieta es uno de los clásicos inevitables de todos los inicios de año. Un clásico que está llamado, perdonen que les pinche el globo, a fracasar: desde el Colegio de Nutricionistas de Andalucía (CODINAN) calculan que en torno a un 90% de las dietas que se comienzan en estas fechas se abandonan. El escepticismo entre los especialistas es alto al respecto: “Somos más de apostar por una alimentación equilibrada y saludable durante todo el año –comenta al respecto su secretario, Antonio Zoido–, que no excluye que los días de fiesta se coma lo que se quiera porque los alimentos no sólo cumplen una función nutricional, sino también social, y lo importante es mantener esa normalidad en todo momento”.

De la mano de la voluntad de perder peso están, por supuesto, las dietas y los alimentos milagro, que van mutando, de momento en momento, de sociedad en sociedad, como si tuvieran cualidad vírica. Ahora, por ejemplo, saltan a la pista la dieta keto, la paleo, el ayuno intermitente: “Cuando te metes en las redes sociales, sólo ves las bondades, pero a muy pocos se les ocurre decir qué pasa cuando dejan de funcionar –explica Zoido–. Desde luego, en todas se da una reducción drástica de las calorías, pero el cuerpo va a reaccionar a esto, y hemos de saber cómo va a hacerlo, o si podemos contribuir, sin saberlo, a algún problema clínico. El famoso ayuno intermitente no sirve para todo el mundo: según el contexto, la condición y el modo de vida de una persona, un método va a funcionar o no. Los muchos factores que forman parte de nuestra vida hay que tenerlos también en cuenta, y las posibles consecuencias, por eso es necesario un seguimiento. Los profesionales de la salud nos tenemos que mantener con mucho sentido común y no lanzarnos a hacer proclamas”.

En estas fechas, nunca mejor dicho, lo que esperamos es una epifanía: la revelación de la verdad, de lo que hemos de hacer para llegar a una vida mejor. Y la revelación, en lo que a pérdida de peso se refiere, más que en forma de estrella ha venido este año en forma de jeringuilla. Estas navidades, las farmacias andaluzas han visto un desabastecimiento de Ozempic. Antonio Zoido que, además de nutricionista, ha trabajado muchos años tras el mostrador de una farmacia, afirma que el tema “del pinchazo” era común en muchas conversaciones de conocidos durante estos días: “Así que ahora, lo que intentamos es concienciar de los efectos que puede tener la cronificación del uso de un medicamento que no está pensado para ti, y que los compañeros en las farmacias hablen del efecto rebote que tiene. Afortunadamente –continúa–, en el tema del Ozempic se ha metido mano y no te lo dan sin receta, al igual que el Saxenda” (la medicación de parecido principio activo diseñada específicamente para perder peso).

Cuando, después de generaciones, hemos llegado a la tan ansiada sociedad de la abundancia, resulta que no estábamos preparados para ella (a nivel metabólico, al menos). Que lo que nuestro organismo ha estado haciendo, también generación tras generación, es sobrevivir gracias a su capacidad para lo contrario: para pillar lo que hubiera cuando estuviera a su disposición, y hasta la próxima. Y que la próxima no se dilatara mucho en el tiempo, porque el nivel de gasto de energía que teníamos en el pasado, comparado con el actual, era sideral.

La tiranía de la báscula

“Luego está la cuestión –indica Zoido– de cómo han ido proliferando los alimentos hiperpalatables, con exceso de todo, de grasas, de azúcar, de sal... El cerebro te va agradeciendo esos chutes, y te va a ir pidiendo una serie de alimentos diseñados para el consumo de energía rápida”. El nutricionista advierte, sin embargo, sobre el peligro de estigmatizar lo que nos gusta: “Yo es que me encuentro con los dos extremos: con los excesos y con otro porcentaje de población que ha reaccionado y empieza a restringir alimentos de alto valor calórico, siendo necesarios”.

Zoido denuncia igualmente el peso-centrismo: la tiranía de la báscula. “En la misma línea va también cómo se nos observa a los nutricionistas, cuando nuestra misión última no es ser gordólogos. Al final, tenemos que concienciarnos de que hemos de tener en cuenta lo que comemos por motivos de salud, al igual que realizar alguna actividad física a diario. Es una manera de ahorrarnos muchas patologías. Además –prosigue–, la obesidad necesita un abordaje multidisciplinar, que proporcione las herramientas que son necesarias para el paciente”.

Al igual que ocurre con el buen propósito estacional de reforzar un idioma, el objetivo difuso suele diluirse. Hay que tener un motivo profundo, absoluto (una oposición, un trabajo, irte a vivir otro país, una pareja) para que la voluntad no descarrile. Las posibles patologías de una mala alimentación deberían ser motivo más que suficiente, pero nadie escarmienta a veinte o treinta años vista. Tampoco estamos programados para eso.

“El afán por perder peso tiene otra característica en común con lo que comentamos del inglés –reflexiona Antonio Zoido–. Su carácter de falla generalizada: ¿por qué? Porque es un problema estructural: tanto el idioma como la alimentación. Porque fallamos en el método a nivel global. Cuando te pones a pensar en la alta proporción de gente que se pone a dieta llegas a la conclusión de que hay un problema social: que estamos fallando a nivel nutricional”.

“El camino de una educación nutricional no sólo incluye el método –subraya–, sino también las condiciones: no todo el mundo tiene el tiempo que tú crees que tiene no todo el mundo tiene habilidades, no todo el mundo tiene apoyo, o pareja... Aunque hoy en día haya también muchas facilidad para comprar todo tipo de fruta y verdura, y tener un fondo de nevera con una alimentación equilibrada y saludable. De ahí la importancia de que cada uno lo adapte a sus circunstancias: una alimentación perfecta es imposible”.

Tampoco es que en el pasado la alimentación fuera precisamente modélica. Pero “no vamos a poder adaptar un esquema de absoluta perfección nutricional que case con nuestro tiempo, nuestro trabajo, circunstancias... A lo que aspiramos es a una alimentación equilibrada y, aun así, eso requiere un gran esfuerzo, y de ahí la importancia de adaptarla a la comprensión por nuestro día a día, para poder ponerla en práctica de forma realista, sin heroicidades”.

Actualmente, más del 40% de los niños andaluces presentan sobrepeso y obesidad, pero es que las franjas de más edad se llega a superar el 65%: “Es una pandemia cuyos especialistas están fuera del sistema de salud, cuando el control de la obesidad es una de las formas más efectivas de prevención –insiste Zoido–. Si miramos sólo a los números, nosotros calculamos que, por cada euro gastado en un nutricionista, el SAS se ahorraría otros 99 en tratamientos”.

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