Pedro Luis Barberá Briones. Escultor de atunes gigantes
Retrato a dos caras
SU objetivo ahora es llenar la costa de España, desde Ayamonte hasta Roses, provincia de Gerona, de gigantescos atunes de siete metros de acero inoxidable y bronce iguales que los que tiene ya en siete ciudades de la provincia de Cádiz. Impresionantes estructuras, que te recuerdan a un mecano y que a pesar de que cada una pesa 600 kilos son capaces de moverse con el viento… un milagro casi tan grande como los que hacen sus colegas de carne y hueso, los atunes rojos que se recorren miles de kilómetros para procrear… en una muestra más de lo que de verdad mueve el mundo.
Pedro, 55 años, es de Chiclana, de familia bodeguera. Descubrió lo de la escultura ya talludito y casi por casualidad. Su hermano José Antonio, un conocido escultor gaditano y autor de obras como el trabajador de la bicicleta que hay en Chiclana o el Chano Lobato que hay en la plaza de la Merced de Cádiz, lo llamó porque necesitaba ayuda cuando estaba preparando un monumento a Curro Jaramago, un personaje chiclanero. Pedro le echó el cable, pero siguiendo el cable encontró su vocación.
Hasta entonces había sido muchas cosas en la vida y había recorrido mucho mundo. El hombre que construye atunes de siete metros, imposibles de imaginar en bistelitos, lleva el pelo largo pero ordenado. Tez morena, ya marcada por la edad, gafas de pasta, de esas que llevan los intelectuales, y una original camisa como de cuadrados. Quedamos en la exposición que tiene montada hasta el próximo 21 de junio en el atrio del Ayuntamiento de Chiclana.
Hay réplicas a pequeña escala de sus monumentos y unas descomunales colas de atún, una de sus últimas creaciones. Una de ellas presidió hace unas semanas el concurso de los mejores platos del atún de Conil y los cocineros de la ruta del atún terminaron izándola por lo alto para celebrar su triunfo, como si fuera la "champion lí" pero en rojo de almadraba.
Pedro quiere que sus atunes de metal se expandan por el mundo. Sueña con que se conviertan como el toro de Osborne en un símbolo. Para él sus esculturas son simplemente como la cabeza visible de un proyecto que lidera y que defiende que esto del rojo de almadraba no es sólo cuestión de gastronomía, que detrás de todo hay mucha cultura, mucha historia. De hecho la última batalla de este hombre es crear en España la ruta de las almadrabas. Destaca que llegó a haber hasta 47 en España, desde Ayamonte, en Huelva, hasta Roses, en Gerona. Ha presentado al Gobierno un proyecto para que en cada ciudad que tuvo pasado almadrabero haya un monumento al atún y que estos podrían servir como símbolo de una ruta que llevara a recorrer a todos los turistas toda la costa española desde Andalucía a Cataluña. El Gobierno le ha dicho que no hay presupuesto, pero el escultor confía en que al final, con apoyo de otras instituciones, el proyecto salga adelante.
Pedro está acostumbrado a los retos. Un día se presentó ante el Grupo de Desarrollo Pesquero Cádiz Estrecho con su proyecto de sus gigantescos monumentos al gran rey de los mares y se lo aceptaron. Por el momento su primera llamada al Gobierno de España no ha tenido respuesta, pero va a seguir llamando a más puertas para que los atunes que parecen de piezas del mecano inunden las costa.
Con miras más cercanas espera que también sus atunes veletas estén en las once ciudades de Cádiz que tuvieron relación con las almadrabas. Ya están en Conil, donde se puso el primero el 19 de marzo de 2012, Barbate, Zahara, Tarifa, La Línea, Chiclana y Cádiz pero espera que también se coloquen en Vejer, San Fernando, Rota y Sanlúcar, donde se encuentran los archivos de la Casa de Medina Sidonia, los que más datos tienen sobre esta actividad.
Pero su gran aspiración es traspasar los mares, como los atunes, y llegar con sus esculturas hasta Japón, el sitio donde más aprecian la carne de este animal. Si una de sus veletas estuviera en Tokio, Pedro sería feliz. Lo suyo ya sería comerse allí también, debajo del monumento, unos bistelitos de los que hace El Campero.
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