Narcos en Cádiz: La costa del hachís

Sucesos

La provincia de Cádiz es la principal puerta de entrada de esta droga a Europa

Algunos clanes cada vez han ido acumulando mayor poder

El juicio a los Castañas se inicia en Algeciras con 157 acusados y un retraso que puede rebajar las condenas

Una goma cargada de hachís incautada por la Guardia Civil en Ceuta.
Una goma cargada de hachís incautada por la Guardia Civil en Ceuta.
P.m. Espinosa

10 de abril 2023 - 13:05

La provincia de Cádiz cuenta con 252 kilómetros de costa, casi un tercio del total que tiene Andalucía. Eso, y la cercanía con Marruecos, apenas 14,4 kilómetros de distancia en su tramo más estrecho en línea recta, el que separa Punta de Oliveros en Tarifa de Punta Cires, un pequeño islote al oeste de Ceuta, la convierten en la gran puerta de entrada del hachís a Europa.

Marruecos es el primer productor mundial de esta droga y anualmente, en las montañas del Rif, se cultivan unas 40.000 toneladas. Se calcula que casi 90.000 familias viven directamente de una práctica a la que el Gobierno marroquí ni quiere ni puede poner freno.

Desde que el chocolate del moro comenzó a llegar en cantidades industriales a España en la década de los 70, las playas gaditanas han sido colonizadas por los grandes clanes del narcotráfico. Alguno de ellos, como el de Los Castaña, que hoy se sienta en el banquillo de los acusados en Algeciras, han amasado grandes fortunas transportándolo y han puesto en jaque ese principio de autoridad que por momentos se tambaleó en localidades como La Línea de la Concepción.

Precisamente encontramos en La Línea el génesis de la histórica relación gaditana con el contrabando. Fue allí, pegados a la colonia británica, donde sus habitantes comenzaron a buscarse la vida pasando tabaco ilegal. De eso al hachís sólo hubo que dejar cocinarse a fuego lento el caldo de cultivo de una tasa de paro altísima y la posibilidad de ganar un buen dinero al otro lado de la ley.

El Campo de Gibraltar, Barbate y Sanlúcar de Barrameda son las tres plazas donde el narco se ha hecho fuerte a lo largo de este casi medio siglo de trasiego de fardos de hachís. La mercancía es propiedad del traficante marroquí, que paga por su transporte. Lo que hacen los gaditanos es una función de intermediación y transporte entre el continente africano y los compradores en países del continente europeo.

Según fuentes policiales, la tarifa por kilo de hachís transportado está entre los 300 y los 350 euros. Es decir, si en una goma se meten dos toneladas y media los clanes gaditanos cobrarán unos 900.000 euros. No obstante, ese precio varía según las complicaciones que puedan encontrarse en los alijos, perfectamente jerarquizados y en los que cada uno tiene un papel asignado, desde el Punto, que vigila los movimientos de los agentes de la Ley, al responsable de la guardería donde se esconderán los fardos hasta su rápida salida hacia otras provincias, o el cargador que trasvasa la droga desde la goma hasta el todoterreno. Actualmente, los clanes suelen proteger sus alijos con más vehículos por si se hace necesario embestir a Policía, Guardia Civil o incluso a otras bandas que pretenden consumar lo que en el argot se conoce como vuelco.

Del Guadarranque al Guadalquivir

Pero además de sus kilómetros de costa, Cádiz cuentan con ríos que facilitan la entrada de las veloces gomas -a veces a plena luz del día- cargadas de hachís. Estas embarcaciones semirrígidas suelen tener entre 12 y 16 metros de eslora y llevan varios motores fueraborda que les permiten alcanzar velocidades de hasta 70 nudos (unos 120 kilómetros por hora).

Los dos ríos del hachís son el Guadarranque y el Guadalquivir. La desembocadura del primero de ellos se encuentra situada en la Bahía de Algeciras, frente a los municipios de Los Barrios y San Roque, y, a pesar de ser catalogado por la Junta de Andalucía como no navegable, al cobijo de sus narcoembarcaderos han crecido organizaciones tan poderosas como la de Abdellah el Haj Sadek el Membri, más conocido como el Messi del Hachís, fugado de la justicia española desde el año 2018 y que, cuentan, cruzó el Estrecho para resguardarse en Marruecos.

En el año 2016 el Ministerio del Interior destinó 231.000 euros para instalar una barrera antinarco en el Guadarranque que impidiera a las gomas salir a mar abierto. Desde la instalación de los 25 pilotes de acero rellenos de hormigón y unidos entre ellos por brazos de acero se han producido multitud de sabotajes que han sido reparados con más o menos prontitud por el Gobierno. Antes de su construcción, era difícil remontar el río sin que el rugido de una potente goma avanzara desde el narcoembarcadero trasero de una vivienda rompiera el silencio.

Pero en el Campo de Gibraltar no sólo está instalado el clan de Los Castañas, también son poderosos el del Titi, el de los Pantoja, la familia del Potito, la de Kiko el Fuerte, el clan de los Futbolistas o la banda del Tinte.

Al contrario que los de Sanlúcar, de un perfil más discreto, los jóvenes cachorros del narco campogibraltareño siempre han gustado de hacer ostentación de su riqueza y poder. Cuenta el periodista de El Mundo Andros Lozano, en su magnífico libro ‘Costo: Las leyes del Estrecho’, que el día que el Titi salió de la cárcel subió a TikTok una foto con dos coches esperándole en el aparcamiento: un Merceces Clase A y un Lamborghini Urus amarillo valorado en medio millón de euros. “Así se sale de Botafuegos”, escribió.

En octubre de 2018, Francisco Tejón, el mayor de los Castaña, llegó a aparecer en un videoclip de un grupo de reguetón mientras se encontraba en busca y captura. Fueron los momentos de mayor violencia de los narcos, que se sintieron impunes y avanzaron, paso a paso, hasta declarar una guerra al Estado que acabó con la implantación del Plan Especial de Seguridad para el Campo de Gibraltar.

Eran días complicados en los que decenas de personas, la mayoría de las veces familiares y vecinos de los narcos, protegían los alijos lanzando pedradas a los agentes de la autoridad cuando intentaban abortarlos en las playas de La Línea.

Barrios como el Zabal se convirtieron en auténticas fortalezas, la más conocida era Villanarco, donde algunos jefes de los clanes más poderosos se fueron instalando con sus familias. En su interior, blindado con cámaras de seguridad y gruesos portones, los narcos preparaban operaciones y funcionaban casi como cooperativas criminales. El 29 de junio de 2020, la Guardia Civil entró por la fuerza en Villanarco y detuvo a casi medio centenar de personas, además de incautarse de 300.000 euros en efectivos, armas, coches de alta gama y lanchas rápidas, en el que fue uno de los grandes golpes al blanqueo de capitales.

El otro río de la droga de la provincia es el Guadalquivir. En Sanlúcar han crecido organizaciones poderosas en el tráfico de drogas, como el clan de Dolores la Pinilla, y narcos como el Cagalera, su hijo el Diarrea, el Tomate o el Galopa. En La Colonia Monte Algaida abundan las guarderías de hachís y el Servicio Marítimo de la Guardia Civil se las ve y se las desea para controlar la desembocadura de un río por el que los narcos a veces llegan hasta las puertas de la capital sevillana.

Las marismas del Guadalquivir, con sus caños, son ideales para esconder embarcaciones. Aquí, cada vez más, también operan bandas de franceses, italianos, holandeses o británicos, que utilizan a los gaditanos como intermediarios. La pérdida de alijos ha dado lugar en ocasiones a violentos secuestros que han acabado dramáticamente. Esto es lo que ocurrió por ejemplo el 22 de septiembre de 2019, cuando unos franceses de origen marroquí lanzaron a la cuneta desde una Ford Transit blanca a tres hombres en la A-480, a la altura de Chipiona. Uno de ellos, Manuel, murió como consecuencia de una hemorragia interna provocada por una puñalada que le perforó un pulmón. Había sido torturado.

La intervención de un guardia civil fuera de servicio, que alertado por un familiar de la actitud sospechosa de estos individuos, siguió el coche en el que huían, permitió su detención cuando se dirigían hacia Mérida.

Barbate, del hachís a la heroína

La otra localidad más castigada históricamente por la droga de la provincia ha sido Barbate. El alto índice del paro y los problemas en el caladero marroquí hicieron que algunos pescadores barbateños salieran al mar en busca del sustento pero sin lanzar las redes. Cambiaron boquerones, sardinas y caballas por fardos de hachís. Es así como fueron floreciendo clanes como el de Lolo el Canario y, sobre todo, los Antones.

Entre 1995 y 2005 Antonio Vázquez, hijo de Antón Viejo, se convirtió en uno de los mayores narcos de Cádiz. Llegó a pasearse por el pueblo con una cría de león y levantó un imperio. Conducía sin carnet y sin seguro coches de alta gama y concedía entrevistas a periódicos y cadenas de televisión mientras seguía en busca y captura. En una de ellas llegó a asegurar: “Yo he creado más trabajo en Barbate que la Junta”.

Antonio, junto a su hermano y hasta su hijo, ha seguido vinculado al narcotráfico del hachís toda su vida. Metiendo alijos por las playas de Barbate, Conil, los Caños de Meca, Zahora o El Palmar.

Tras pasar varias temporadas en prisión, Antón se encuentra ahora mismo en libertad, y aunque ya no ostenta el poder que tuvo en su momento, la leyenda del narco valiente y generoso sigue viva.

En Barbate, actualmente, además de hachís, abunda el rebujito, la mezcla de heroína y cocaína, sobre todo en la antigua barriada Carrero Blanco, ahora rebautizada como El Pinar. Este barrio se ha convertido en algo parecido a lo que fue José Antonio en El Puerto hace años, con narcoviviendas donde los caminantes blancos que un día tuvieron la desgracia de probar el jaco siguen peregrinando cada vez que consiguen reunir 10 euros. Es un bucle de muerte y destrucción.

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