"Iban cogidos de la mano por la calle, tan felices, ella siempre estaba riendo"
Los vecinos de la barriada de Los Pinos son claros: "Ella hacía una vida absolutamente normal". Así lo explica Juan Carlos, dependiente de la tienda de ultramarinos que se aposta justamente debajo del piso que ocupaba esta familia rumana. "Iba al colegio a recoger niños de la familia sin vigilancia alguna, en absoluto", apuntan en el lugar mientras acreditan que era la jovencita (a la que echan unos 17 años de edad) la que bajaba a hacer la compra.
"¿La veía usted preocupada por algo?", le pregunta el periodista y la respuesta es contundente: "Esa muchacha es más feliz que yo", apunta Juan Carlos tras el mostrador del ultramarinos.
A apenas unos centímetros una vecina va cerrando el almuerzo del mediodía. Se llama Manuela y apunta, con gesto adusto que "jamás en la vida he tenido un problema con ellos. Son buenos vecinos. Y lo son desde el primer día". Y es que vive puerta con puerta con la familia que ha deparado esta curiosa noticia.
En el supermercado que flanquea el otro lado del portal, una dependienta señala que "las cosas que se están diciendo a mi no me cuadran". Habla en clara referencia a los presuntos malos tratos, encierro y vejaciones que la niña padecía en Jerez.
"Los he visto hasta hace nada andando por la calle, cogidos de la mano y ella riéndose con ganas. La verdad es que no tenía precisamente cara de asustada ni nada por el estilo".
A su entender, y con absoluta reserva, apuntaba ayer en la barriada de Los Pinos que "cada casa es un mundo y cada cultura más aún. Yo no sé cómo son ellos ni cuáles son sus reglas".
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