Los fantasmas de Lope de Vega divierten y deleitan
Festival de Teatro de Comedias
Sigue adelante en El Puerto el Festival de Teatro de Comedias en el patio porticado de San Luis
Romeo y Julieta a la castellana con 'rosso' veronés
Las alas grandes del Fénix de los Ingenios sobrevolaron otra vez el cielo nocturno del patio porticado del colegio de San Luis Gonzaga en la cuarta entrega del Festival de teatro de comedias de El Puerto el sábado, 17 de agosto, donde no hubo, como en la jornada anterior, fusión sonora con el Cabaret Festival: menos mal. Vuelve Lope de Vega, que siempre debe estar presente donde se lea la palabra comedia, pues fue monarca indiscutible del género, prolífico autor -y es quedarse bien corto-, además de fijar durante décadas las maneras imperantes del equivalente en el siglo XVII a las actuales series de las plataformas digitales, y no hace tanto a las películas de cine.
El marqués de las Navas, que es el texto que subió a las tablas, permanecía inédito y ha sido rescatado por Factoría Teatro con dramaturgia y dirección de Gonzala Martín Scherman en un proyecto ambicioso y de elevada exigencia cuyos resultados no decepcionan en absoluto. No es cualquier cosa atreverse con una de Lope que se conservaba virgen y de la que no había, por tanto, referencias de montajes anteriores. Por eso han hecho bien en ceñirse al máximo tanto al texto como al espíritu del barroco sin miedo a no resultar lo suficientemente actuales o a no ser entendidos considerando los cuatrocientos años que separan la obra del momento presente, pero esas valientes apuestas merecen la pena si se pulen con inteligencia y esmero como en este caso. Contribuye a la recreación de lo que debió de ser el teatro de aquel 1624 disfrutar de la pieza al aire libre, en un espacio de estructura similar a los corrales de comedia, santuarios de disfrute, lugares de encuentro del pueblo en busca del sorprendente y nutririvo alimento de la ficción.
Era ya casi viejo el poeta y dramaturgo cuando firmó El marqués de las Navas, homenaje al noble del mismo nombre a quien sirvió y que durante años fue su protector.
Es en aquella década del segundo de los Siglos de Oro cuando el teatro hispánico empieza a dar un giro por la influencia de la escenografía italiana y la irrupción de Calderón de la Barca, pero en la comedia de amores, desdenes y artimañas que estamos comentando aún estaba puro el Lope que quince años antes había sentado las bases programáticas de su visión artística en el Arte nuevo de hacer comedias. Factoría Teatro ha seguido aquel particular manual de instrucciones y ha respetado la mezcla de lo cómico con su pizca de tragedia, la división en tres actos, la ruptura de la regla aristotélica de las tres unidades, la rica diversidad métrica de Lope, la adecuación del lenguaje a los personajes y, por encima de todo, la concepción del teatro como entretenimiento, que se goza más intensamente si provoca deleite.
Desfilan por las tablas una pandilla de atribulados personajes interpretados con sobrada calidad por Teresa Espejo, Alberto Gómez Taboada, Julián Ortega, Lola Manzanares, Andrés Requejo e Iván Ugalde. Hay enredos, pendencias, despechos románticos, duelos de espada, un gracioso muy gracioso, conversaciones refinadas e ingeniosas, insinuaciones picantonas, confusas penumbras, acciones rápidas y ajustadas, y para que no falte de nada, aparece hasta un fantasma. Tanto el cuidado vestuario de época como las hermosas músicas antiguas y las atractivas danzas nos trasladan al momento donde el argumento se desarrolla. Buena nota, también, para la escenografía y la iluminación que, junto al resto de los elementos enumerados insuflaron vida, tantos años después, al eterno Félix Lope de Vega y Carpio.
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