La Basílica de Los Milagros de El Puerto recupera un relicario de 1754
La valiosa pieza conserva cuatro reliquias, entre ellas un fragmento de la cruz de Cristo y una espina de su corona
Los guardianes de la Prioral
La Basílica menor de Los Milagros acaba de recuperar para el culto un valioso relicario de plata custiodiado en el templo desde 1754. La pieza conserva cuatro reliquias del Lignum Crucis, san Pedro, san Pablo y Sancta Spina, que cuentan con sus certificados originales en latín conservados en el archivo de la parroquia. Al valor religioso y devocional del conjunto se añade el histórico y artístico de esta pieza de orfebrería, una de las más interesantes de la platería del siglo XVIII en la ciudad.
Tras su restauración en 2021 se publicó un libro bajo el título El Relicario de La Prioral de El Puerto de Santa María. Estudio histórico, religioso y artístico, que incluía también un análisis filológico de sus auténticas y otro biológico de las reliquias.
El párroco de la Basílica Menor de Nuestra Señora de Los Milagros, Antonio Sabido Salguero, ha querido recuperar la primitiva y necesaria función principal de estas reliquias para la que fueron adquiridas, donadas y colocadas en el relicario de 1754, su exposicion al culto desde este mes de julio de 2025 para veneración pública. El marco elegido ha sido la que fuera capilla funeraria de los Reinoso Mendoza y hasta hace unos meses sede canónica de la hermandad de Jesús Cautivo y María Santísima del Dolor y Sacrificio.
Independientemente de su extraordinario valor religioso, este relicario de plata es una singular y meritoria obra artística. Está concebido a modo de ostensorio destinado a la exposición de las cuatro reliquias contenidas en distintos receptáculos denominados tecas, especie de cajitas con vanos protegidos por un cristal adaptado a su formato permitiendo vislumbrar su naturaleza. Se compone de cinco partes superpuestas. El pie tiene una base de perfil mixtilíneo y contorno alabeado con cuatro caras rectas en las esquinas alternadas con otras cuatro de superficies cóncavas y convexas que conservan inscripciones conteniendo la propiedad del relicario (la cofradía de san Pedro), la identidad de su promotor y comitente (su mayordomo, Eustaquio Martín Borrego), localización (en “la muy noble y leal ciudad del Gran Puerto de Santa María”) y cronología (año 1754). Sobre esta base se eleva una voluminosa peana compuesta de dos superficies con decoración vegetal en relieve variada.
El fuste o astil es un vástago con varias molduras superpuestas de diferente diseño, formato y decoración para contener receptáculos con diversas reliquias: la teca de la Sancta Spina (estructura troncopiramidal invertida con cubierta convexa protegida por un cristal en el centro de su cara frontal) y los ángeles apoyados en ésta que sostienen simétricamente las tecas de perfil mixtilíneo ondulante simulando espejos que albergan las reliquias de san Pablo y san Pedro a izquierda y derecha, respectivamente.
A esta parte central se superpone la estauroteca de perfil periforme invertido, mixtilíneo y sinuoso en los marcos de plata de sus cuatro caras acristaladas y cubierta abovedada para proteger la reliquia del Lignum Crucis contenida en una pequeña cruz latina de cristal alzada por dos angelitos en su interior.
Remata el conjunto del relicario el emblema pontifical, la insignia de la cofradía para la que se donaron las reliquias y la pieza de plata, correspondiente también a la Santa Sede por ser el símbolo de san Pedro, de la Iglesia católica y específicamente de los poderes espiritual y temporal del Papado: la tiara pontificia sobre llaves invertidas, en disposición oblicua y cruzadas.
Tanto la morfología de las distintas partes del relicario como toda su ornamentación nos habla de un estilo de transición entre el barroco y el rococó, como lo manifiesta la profusión de labores variadas a base de curvas y contracurvas avolutadas, ces, rocallas, veneras, motivos vegetales naturalistas (guirnaldas florales, hojarasca, acantos, rosas, etc) y antropomorfos (presencia de angelitos), toda esta decoración, en disposición simétrica y elegante distribución.
La reliquia del Lignum Crucis está fechada y certificada el 21 de diciembre de 1720 en Roma y atestigua que es una de las astillas proveniente de la fragmentación de la Vera Cruz en la que murió Jesucristo. Fue adquirida por Gabriel Ceballos Valdés, presbítero y entonces rector de la cofradía de clérigos de san Pedro, a la que la donaría en 1743 para alojarse en la estauroteca superior del nuevo relicario de 1754.
Las reliquias de san Pedro y san Pablo son fragmentos óseos conservados en las tecas ovaladas de plata sostenidas por sendos angelitos en el espacio intermedio entre la que alberga la Sancta Spina y la superior con el Lignum Crucis. Conservan el sello, el lacre, la guita en su reverso certificando su inalterabilidad a lo largo de estos casi trescientos años y las inscripciones “Petrus apostol” y “Paulus apostol”. Sus auténticas datan del 28 de febrero de 1728 pero fueron donadas por Juan Gaspar de Cañas y Trujillo, teólogo y benefactor, en 1743, a su vuelta de la Santa Sede, donde las adquirió para regalarlas a la cofradía de san Pedro de la Prioral para veneración pública.
La reliquia de la Sancta Spina consiste en dos pequeños fragmentos de espinas superpuestos, como se indica en su auténtica, la más tardía, expedida en 1749 en Rieti. También se conserva sujeta con hilo de seda rojo y lacrada con sello impreso en cera roja. No falta la inscripción latina “Ex Spina de D.N.I.C.” (“Domino Nostro Iesu Christo”). No ha llegado a nuestros días la identidad del donante ni la fecha de llegada a la Prioral.
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