Festival Royal Hideaway Sessions

Javier Ruibal, el sueño de una noche de verano

Javier Ruibal, durante su actuación en Hotel Royal Hideaway Sancti Petri, en Chiclana,

Javier Ruibal, durante su actuación en Hotel Royal Hideaway Sancti Petri, en Chiclana, / Antonio Barce

Ni la luna se lo quiso perder. No tuvo ninguna duda, y nos acompañó, allá en lo alto, con su mejor talante. Y todo en una noche cargada de sentimientos y sensaciones. En escena, Javier Ruibal y su “Tremenda Banda” compuesta por jóvenes talentos. Así se puso de manifiesto. Sin duda alguna, Manu Sánchez al piano, Diego Villegas con los vientos (saxo, flauta y armónica), José Recacha (guitarras eléctricas, acústicas y bajo), Javi Ruibal (batería y percusión) y Pablo Domínguez (guitarra flamenca y percusión) pusieron el listón bien alto. La mezcla, bien sazonada, unió para siempre a dos generaciones. Y nos dimos cuenta que la más joven creció escuchando Pensión Triana. Así de sencillo. Una vez más, en un escenario singular, en una noche para recordar. Nos divertimos, compartimos y disfrutamos, que es de lo que se trata. ¡De qué manera!

Oyendo a Javier Ruibal, recuerdo aquella infancia en La Puntilla, donde su familia y la mía compartíamos espacio sobre la arena, entre casetas de rayas. Bajo los toldos, ahí en la arena de la playa de La Puntilla, en El Puerto; donde -a decir de Javier- todos nos conocíamos y donde se podía ser feliz con "una arropía o un polo de limón". Así es imposible que la mezcla ecléctica de flamenco y músicas étnicas con jazz e incluso rock -que se nos puso en bandeja-, no calase hasta la médula. Como debe ser.

El cantautor, con los músicos que le acompañaron, cerró el ciclo de conciertos. El cantautor, con los músicos que le acompañaron, cerró el ciclo de conciertos.

El cantautor, con los músicos que le acompañaron, cerró el ciclo de conciertos. / Antonio Barce

De Ruibal, de ese rapsoda de la Grecia antigua, adiviné -en esa noche afuera y quieta-, sus andares. A pesar de celebrar el 30 aniversario de su Pensión Triana, ahondó en la búsqueda de un color nuevo, una expresión nueva, una proposición diferente. La generosidad de un soñador, a nuestro alcance, sin alambradas de por medio.

La otra noche, acompañado de esa "Tremenda Banda" -con mucho recorrido por delante-lo conocimos, por su transparencia, un poco más. A Ruibal lo delata, su trabajo musical constante, hatillo en mano; su inspiración que se instala en la bahía, entre retamas, pinos y la salada claridad de Alberti y su pasión en hacer un buen trabajo. Sin atajos. De permanecer y sentirse entendido. De dedicar toda su vida a su gente. De su tesón constante. De su humildad y su cercanía. De su buen humor. De amar, en este caso lo cercano, a través de la cadencia. De su manera de ser.

Después de dos horas de concierto, las palmeras en calma chicha, los cactus y la luna expectante ante lo que estaba sucediendo, todos nos sentimos un huéspedes de aquella Pensión Triana. De aquel espacio que nos cobijó. Que asumió -por derecho propio- ser la habitación, como aquella que pintó Van Gogh; con un corazón pintado en la ventana…

Mientras escribo esta crónica, la poesía de Javier me acompaña: "La Pensión Triana cae a la vuelta de una esquina/ Entre el arrabal de la memoria y el barrio de los sueños perdidos… /A la bendita Pensión Triana vuelvo una y otra vez para sentir un picor de franela y de pasión…/Que me dice que este viejo corazón aún no se ha rendido...".

Sin duda, pasión huella y sentimiento. Cálidos Susurros. Romero en rama.

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