La ilusión de cincuenta 'herederos'
La chirigota procedente de Herencia, Ciudad Real, pese a no convencer a muchos vivió una jornada perfecta en Cádiz gracias a sus ganas, ilusión y valentía
Cádiz/Pasaba de refilón el mediodía cuando el caucho de sus ruedas besó suelo gaditano. Siete horas de viaje, siete. Nada más y nada menos que para soñar sobre unas tablas lejanas, ajenas, unos encima y otros enfrente, pues no vinieron solos los manchegos chirigoteros. Madres y padres henchidos de orgullo, mujeres y novias profesando una cuidada admiración, encabezaban el séquito cálido y sonriente que acompañó en su periplo a Los Pelendengues.
El autocar llenó sus cincuenta plazas y nadie quiso quedarse en tierra para ceder su sitio a los nervios. Será por eso que el grupo se mostró calmado, con temple, sereno y valiente, de principio a fin. A lo largo del día, un recorrido cuasi capicúa; hotel, Falla, peña, tapitas, hotel, peña, Falla, copitas. Un día entero dejándose sorprender por las calles de Cádiz, sorprendiendo ellos con su frescura y saber estar.
Su actuación en el Falla, aunque la crítica se les volviera en contra, fue el broche de oro final de una etapa de la vida chirigotera de estos Pelendengues. Una etapa con mucho sacrificio, muchas ganas, mucha ilusión y mucho trabajo. Una etapa cuya meta estaba a casi 600 kilómetros que no dudaron en recorrer. Un final feliz para aquellos para quienes cada aplauso del público del coliseo gaditano significó tanto más que cada punto del jurado.
No volverán al Concurso de Carnaval, al menos este año, pero tal como ellos mismos cantasen, ellos ya tienen un primero, el mejor premio ganado. Y no sólo por haber cantado sobre las tablas del Falla, sino porque han conquistado a esas personas que tuvieron el placer de compartir fugazmente esa ilusión que trajeron por bandera y la oportunidad de valorarlos más allá de una mera actuación.
Cruzarán de nuevo Despeñaperros, esta vez de vuelta a casa. Pero seguro con la misma alegría con la que hicieron el viaje inverso. Porque, digan lo que digan los demás, estos Quijotes de Herencia, y les sobran los motivos, se van de Cádiz con la cabeza alta y una sonrisa dibujada.
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