Detalles
La copla sencilla
Este extraño carnaval ha sido el de los detalles, no apto para masas ni grandes gestas
Llegando el final de este raro carnaval, que no es más carnaval que raro por más que nos empeñemos, miro atrás y miro al frente, y me pregunto: ¿Fue buena idea hacer esto, o no? No, ni una cosa, ni la otra. Simplemente es que estamos fuera de compás. La ciudad, la gente, los grupos, las coplas, las risas, las miradas, los disfraces… Todo permanece y todo se extraña, como en una especie de simulacro de lo que realmente somos, entre soplos de nostalgia decadente y reencuentros agradecidos.
Este extraño carnaval ha sido el de los detalles; no apto para masas ni grandes gestas. Los detalles que aún se pueden percibir, como ese guiño de ese aficionado que conecta, esas personas mayores que agradecen escuchar al detalle y sin agobios a grupos a los que jamás pudieron acercarse en otros domingos de gloria. Ese nivel de detalle que permite cantarle al compañero, mientras te espera para luego cantarte él a ti, en comunión perfecta con una escasa y agradecida cantidad de aficionados. Porque no olvidemos que el carnavalero, aquel que lo es de raíz, si no canta se muere. Y en esto de los detalles hay que romper una lanza por esos grandes y a veces criticados grupos, que este domingo se echaron a la calle a participar de este raro y bienintencionado simulacro, con más corazón que nunca, y nombro solo a los que me crucé, pero me consta que fueron muchos más: Brigada, Quinquis, Indomables, Sumisos, Caraduras, Bokita Prestá, Gente con Chispa, y también los Veleros, Tocina, Cantera, Conquistadores, A vivir que son dos días, Coac Toys,… todos dando vueltas para arriba y para abajo, buscando esquinas agradecidas para ofrecer sus regalos. Sacando adelante un “carnaval” asincrónico al que no debemos volver nunca más.
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