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Cantera Cádiz CF Inmigración

Una zurda de oro en una patera

  • Buba Barry partió de una aldea de Guinea a principios de año, se jugó la vida por su sueño y ahora espera ficha para jugar en los juveniles del Cádiz: “Vivo para el fútbol... y para mi familia”

Antonio, de la asociación Cardijn, que desde hace 25 años atiende a los inmigrantes, cuenta con ternura el momento en que lleva a Buba Barry, con 17 años cumplidos el pasado sábado, a las pruebas físicas para ingresar en los juveniles del Cádiz. En la prueba los responsables de la cantera no han dudado: buen golpeo, dribla, hace diabluras. “Y, además, lo más importante, en el campo tiene cabeza”.

Tiene futuro. Buba es tímido y no se separa de Antonio. Observa cómo el resto de sus compañeros acude con sus padres y cuando Antonio vuelve a mirarle ve a Buba ensimismado mirando la pantalla del móvil. Con una tristeza infinita está pasando las fotos de su madre, de sus tres hermanos.

Quique González, director de la cantera, sólo cuenta maravillas de él. “Es un chico que se hace querer. Está integradísimo con el equipo. El resto de los chicos le adora. Por supuesto te podría hablar de que se le nota el fútbol de calle, esa picardía, juega por dentro y por fuera, con un cambio de ritmo magnífico... pero a nosotros ahora lo que nos importa es el chico, no el futbolista. A ver si lo podemos tener con nosotros en la residencia en breve para que sienta ese calor, para que empiece con los estudios. Yo lo que puedo decir es que es un gran tipo. ¿Llegar? Claro, que puede llegar. Condiciones tiene para ello”.

"Lo que nos importa ahora es el chico, no el futbolista

Los compañeros llaman a Buba El Bicho, que es una forma de llamarle crack. Buba sonríe divertido.Le gusta el mote.

Hace un año Buba era el rey de los partidos que jugaba en su aldea de Guinea Conakri en la que vivía con su madre y con sus hermanos pequeños. Había pasado toda su vida viendo en la televisión a Messi. Y él en el barrio jugaba a ser Messi. Como Messi, juega con la zurda pero maneja las dos piernas. Pero en Guinea él nunca podría jugar al fútbol.

Y decidió la aventura. Vendría a España a jugar al fútbol. “Vine por el fútbol. Yo vivo para el fútbol... y para ayudar a mi familia”, explica en un castellano aún poco desarrollado.

Como en tantos casos, no reparó en el peligro de esos miles de kilómetros que le separaban de su sueño. Hay una distancia de 4.383 kilómetros entre Bamako, la capital de Mali, donde empezó su viaje, y Nador, el lugar de donde partió en una patera hacia Almería. Ese recorrido se hace en coche en 55 horas. Él tardó dos meses en hacerlo. Y se puede decir que fue rápido.

Al llegar a Nador, cuenta, se refugió en un monte con otros chicos que habían hecho su mismo recorrido, y una tarde vio que había una embarcación en la playa y que sus compañeros corrían hacia ella. Él corrió con ellos y a las cinco de la tarde de un día de abril estaba ya en una pequeña embarcación, una zodiac, hacinado con otros 35. “Mucho, mucho miedo”, susurra.

La travesía duró diez horas, diez horas interminables en las que, de repente, el mar se embravecía. La peor pesadilla de su vida. A ratos pensó que no llegaría, pero no tiene suficiente español ni años para ser capaz de transmitir ese infierno. Prefiere como pasar por encima del episodio.

Se le encienden los ojos, sin embargo, cuando relata la otra parte. De Almería lo llevan a Algeciras, de allí a Tatrifa. Y cae en Cádiz, con Antonio. A Antonio es al primero que le dice que él ha venido aquí por el fútbol, por Messi. A

ntonio se echa un partidillo de fútbol sala en el Tartessos y dice Buba, venga, sal. Y Buba es un jugadorazo. Su primer partido en campo grande es un reto que les lanza el equipo de la Asociación de Periodistas. Buba mete cuatro goles, aunque pierden y Marie Pierre, la traductora de Cardijn que es el hada y la voz de los inmigrantes que están aquí, con las mismas ilusiones de Buba, aunque éstas no sean el fútbol, se queja de que el árbitro va con los periodistas. Buba ríe: “No, es que eran buenos”.

Buba dice que no tiene más aficiones, que dentro de su cabeza sólo hay fútbol. Y su madre. Y sus hermanos. Habla con su madre cada pocos días. El fútbol es el vehículo para que su madre ysus hermanos vivan mejor. Y él juega muy bien, excepcionalmente. Es muy del Cádiz, pero sobre todo del Barça. “Ysi te ficha el Madrid?” “No, no, el Madrid nunca”, ríe.

Desde que era niño ha escuchado historias que el fútbol en Europa era vivir mejor. Y se ha jugado la vida para ello. Ahora empieza otro viaje.

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