El gran rival de Nadal es su propio cuerpo

En la recta final de su carrera, el balear se enfrenta a un desgaste físico que le puede privar de más éxitos aún

Sebastián Fest (Dpa) Melbourne

28 de enero 2014 - 05:02

La madrugada del lunes estaba ya bien avanzada y Rafael Nadal seguía despierto en su habitación de un lujoso hotel de Melbourne. Analizaba lo sucedido horas antes en una final del Abierto de Australia en la que se inclinó ante Stanislas Wawrinka y, sobre todo, ante su propio cuerpo.

Su círculo más íntimo estaba junto al número uno del mundo en esa búsqueda de respuestas ante la lesión más insólita de su carrera: un bloqueo de espalda en plena final de un torneo que debía marcar un hito personal y sacudir la historia del tenis. Pocas veces un percance físico así de menor, recuperable en poco días, hizo tanto daño a una estrella y cambió tantas cosas en un deporte. Todo un anticlímax para una final que en las horas previas se esperaba con una excitación enorme, un entusiasmo que alcanzaba incluso a Rod Laver y Pete Sampras, dos de las mayores glorias del tenis. Junto a una pared frente a la sala de jugadores, el australiano y el estadounidense hablaban de la historia y del futuro, hablaban de Nadal y sus límites.

Tres horas después el 6-3, 6-2, 3-6 y 6-3 de Wawrinka rompía el guión, aunque Laver podría jactarse de haber sido profético antes de la final. "Para tener éxito debes estar libre de lesiones, eso es importante", anticipó antes del choque. "Yo fui afortunado de haber podido hacer lo que hice sin lesiones", añadió el zurdo australiano, ganador del Grand Slam -los cuatro grandes torneos en un mismo año- en 1962 y 1969.

Campeón de 14 Grand Slams, la marca que se le frustró el domingo a Nadal, Sampras veía -y ve- al español capaz de ganar "17 ó 18 grandes". En eso coincide con Wilander, Moyà, Ivanisevic, Evert o Santoro. No cree Sampras, en cambio, que pueda ya alguna vez igualar la hazaña de Laver y completar el Grand Slam.

"Todo es posible, pero no lo veo probable", afirmó el estadounidense. "Los astros deberían alinearse. Es cierto que él ganó en todas las superficies, pero sigo creyendo que en Wimbledon es vulnerable. Si le viene el rival inadecuado y la superficie está un poco rápida...". Análisis vanos a la vista de que Nadal vuelve a tropezar con la misma piedra. El español estaba feliz como pocas veces en Australia. Tras un 2013 con 10 títulos en el que recuperó el número uno del mundo, la herida de aquellos siete meses sin jugar debido a una doble lesión de rodillas comenzaba a cicatrizar. Un tratamiento con células madre le había además reforzado la moral de cara a lo deportivo y, liberado de dolor, la alegría en la vida diaria.

Y entonces, otra vez, llegó la traición de ese cuerpo que es objeto de admiración en los más recónditos rincones del planeta. El mismo físico que convierte a Nadal por momentos en un tenista inabordable, lo transforma de un instante para el otro en llamativamente frágil. Antes de abandonar Australia rumbo a España -con escala en Qatar- el español reconoció ayer que le inquieta el asunto, aunque esté convencido de que no es "nada grave". "Me preocupa si hay algo de la espalda que me produzca que sea frecuente el que me pueda ocurrir esto. Es difícil de asimilar mentalmente, no sé cómo lo voy a procesar aún", añadió tras una final en la que sólo durante un set pudo realmente jugar.

A sus 27 años, Nadal tiene por delante un puñado de temporadas para cerrar su ya extraordinaria carrera con algunos éxitos más que le permitan reforzar su figura como uno de los tres o cuatro mejores tenistas de todos los tiempos. El consenso en el circuito es que puede ganar Roland Garros más veces y también se lo ve victorioso en Australia y el US Open.

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