El hombre que ha devuelto la fe a Bélgica no es valón ni flamenco ni belga. Es un técnico nacido en un pueblo catalán que emigró a Inglaterra en los 90 y que desembarcó en Bruselas en 2016. Lo llaman Bob y hoy es su día.

Roberto Martínez, que nació en 1973 en la localidad de Balaguer, es uno de los nombres de moda en el Mundial de Rusia. Es el entrenador que ha ordenado a la selección belga, exprimiendo todo el talento de Eden Hazard, Kevin de Bruyne, Dries Mertens y compañía.

La federación belga contrató a Martínez en 2016 después de la salida de Marc Wilmots. La derrota ante Gales en los octavos de la Eurocopa de ese año había destapado muchas diferencias entre vestuario y técnico.

El debut de la nueva Bélgica no fue esperanzador y perdió 2-0 con España. Pero esa derrota le hizo abrir los ojos: cambió la defensa de cuatro por una de tres, un sistema que ha mantenido hasta con enorme éxito. En las eliminatorias al Mundial logró nueve victorias, un empate y 43 goles a favor. En Rusia mantuvo ese idilio con el gol, con 12 en cuatro partidos.

Metódico y estudioso de todo aquello relacionado con el equipo para el que trabaja, la batuta de Martínez ha dejado una huella profunda en todos los equipos que ha dirigido: desde el Spanish Swansea, para el que fichó a seis españoles, hasta su regreso triunfal al Wigan, con el que alzó la FA Cup en 2013.

El catalán es el único entrenador extranjero de las ocho selecciones que están en los cuartos de final de Rusia. Su gran objetivo es levantar el título, pero trabaja cada día con los pies en la tierra .