La clase obrera del fútbol arte
De herencia un balón
Pepe Mejías y Fran Mejías. Padre e hijo representan el ya casi desaparecido balompié fraguado en la sabiduría de la calle y se dan la mano cuando se trata de hacerse notar dentro y fuera del campo
EN un homenaje a Joan Manuel Serrat, cuando el artista cruzaba el umbral de una cruel enfermedad, el compositor Manolo García le dio las gracias "por ser ese obrero de la música, por ser ese artista que sin su música no seríamos lo mismo". Un homenaje a Pepe Mejías daría lugar a ensalzar la clase obrera del fútbol arte. Clase, por su indiscutible calidad; obrera, por su humilde descendencia desde el barrio del Avecrem; y fútbol, porque ha sido y es el epicentro de su vida. Al grandísimo Pepe -apelativo ganado a pulso-, le siguió Jose, su hijo mayor, mientras aguantó con entereza la presión del balompié y del apellido. Luego ha surgido Fran, inmerso en la vía número 2 a la espera del destino soñado.
SÓLO FÚTBOL, POR FAVOR
"Sin el fútbol, no sabría vivir". Así de tajante lo ve Pepe Mejías, el rubio de oro. "Llevo cuarenta años vinculado a este deporte, el fútbol va por mis venas y es lo primero que le transmito a los chavales...", del Chiclana B juvenil, donde puede entrenar. La pasión procede del progenitor de Pepe, quien, a su vez, la ha hecho extensiva a sus hijos. "Mi padre me empujó a ser futbolista", dice. Pero pocos sabrán que en la primera prueba con el Cádiz, a Pepe Mejías lo echaron para atrás: "No vale para el fútbol", dijo un 'lumbrera'. Pero no quedaba un asunto sin arreglar en el balompié gaditano si llegaba a oídos de Juan Bejarano. "Pepe..., a jugar", frase que le salvó de quemar sus días balompédicos junto a la vía del tren.
ORGULLO, NO UNA CARGA
Fran, jugador del Cádiz B, abre puertas en la parcela más ilusionante y difícil del fútbol sin haber visto las maravillas que un día hizo su padre. "Sólo recuerdo algo del último partido suyo en el San Fernando, cuando ascendió a Segunda B". Pero no hay nada que la tecnología no solucione: "Vi un vídeo de un partido en La Romareda -cuando su padre jugaba en el Zaragoza-, en el que la gente coreaba su nombre. Se me saltaron las lágrimas", indica con emoción.
Lleva bien, mejor que su hermano, ser un Mejías. "Mi padre está ahí. Tiene desventajas porque se te exige más por ser su hijo, pero pienso que como Pepe Mejías no saldrá otro", señala sabiendo que la opinión de las viejas glorias es que guarda rasgos futbolísticos de su padre.
La calle ha sido el mejor vestuario de Pepe, "donde me formé y aprendí todo". Fran ha vivido entre las paredes sagradas desde muy pequeño. "Quiero que vean sus cualidades y que ha mamado vestuarios desde niño. Es una ventaja lo que vive el hijo de un futbolista", enfatiza el mayor de los Mejías.
ADMIRACIÓN MUTUA
"Es un orgullo grande e increíble saber a lo que llegó mi padre", sale con voz potente de la boca de Fran. No menos es la réplica de su padre: "Fran es una superación constante, no quiere perder nunca y técnicamente es bueno. Él tiene más carácter, yo soy más bondadoso". Y hay lugar a lamentos en mitad del desierto: "La suerte que tuve yo, es lo que le falta a él. Debuté con dieciocho años en el Cádiz; él, no, porque los tiempos han cambiado".
En el carácter va también la forma de ver el club que paga a ambos. Mientras Pepe está "agradecido por darme la oportunidad de trabajar", a pesar de entender que "podría estar mucho más valorado", Fran piensa que "el cadismo ha sabido reconocer la figura de mi padre, pero el club, no".
RELEVO ASEGURADO
Pepe y Salva, hermanos de sangre roja y amarilla. Jose y Fran, igual. A Salva y Jose les une el carácter introvertido, "enemigo para convivir con gente del fútbol", espeta Pepe. A este y a Fran les hierve hasta el alma si rueda un balón. La esperanza en el hogar chiclanero de la familia apunta a Fran, que no cierra otras puertas: "Estoy estudiando por lo que pudiera pasar". Antes, agotará todas las vías para llegar al destino anhelado: Ramón de Carranza.
Enmarcada la etapa de Pepe, asumida la decepción de Jose y postrados ante la ilusión presente en Fran, el próximo guiño señala a Alejandro. Hay madera de futbolista cadista en el nieto del rubio de oro. Otra generación asegurada, sueños y recuerdos que van y vienen desde el Avecrem.
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