"Igual intento otras cuatro décadas; de momento, el próximo partido no me lo pierdo"
-¿Tiene buena memoria?
-Me acuerdo de muchas cosas, más de las antiguas que de las de ahora.
-Su estreno como técnico en la Liga Nacional: Náutico-Círculo Católico el 13 de enero de 1974 en Santa Cruz de Tenerife...
-Sí, me acuerdo muy bien. El 7 de enero jugaba España júnior un partido en Lisboa y yo era ayudante del seleccionador, Ignacio Pinedo. Entonces ya me habían fichado, pero les dije que tenía ese compromiso. Cuando volví apenas pudimos entrenar, hicimos escala en Madrid para ir a Tenerife y en el aeropuerto me dediqué a explicar conceptos. Allí, en aquellos momentos, no ganaba casi nadie, salvo los grandes, y fue una grata noticia vencer en mi debut.
-Recalca mucho a sus jugadores que hay que estudiar y formarse, pero ¿acabó la carrera?
-No, empecé Telecomunicaciones en Madrid, fiché por el Barcelona y allí no existía la carrera; entonces comencé Físicas y cuando iba por tercero pusieron Telecos en Barcelona y me volví a cambiar, pero me quedé en tercero de las dos.
-Y con el baloncesto como prioridad para disgusto de sus padres, imagino. ¡Quién les iba a decir que iba a llevar usted 40 años en la élite...!
-Tengo que agradecerles, sobre todo a mi padre, que me hiciese estudiar porque si no hubiera sido por él no habría hecho ni Primero de Bachiller. Su condición para que siguiera con el baloncesto era que estudiara. Después me di cuenta de la importancia de aquello y fue porque él me apretó en ese sentido. Mis padres tenían la idea de que los estudios eran esenciales, sí, pero también pensaban que lo que hicieses en la vida, lo hicieras bien. Vieron que no acabé la carrera, cierto, pero sí que estuvieron orgullosos de mi trayectoria en el baloncesto.
-¿Puede elegir dos o tres momentos de su trayectoria?
-Dos o tres. O veinte o treinta. O doscientos o trescientos. Los 10 años del Cotonificio fueron estupendos, aunque también los del Joventut, el Barcelona... excepto el Unicaja, que también estuvo bien, aunque con un final poco agradable porque los resultados no estaban en buena línea. También hubo momentos para disfrutar con las selecciones, desde la juvenil a la absoluta. Elegir es imposible.
-¿Estaba la gente más obsesionada con la Copa de Europa que usted?
-Bueno, después cambiaron las cosas, pero antes sólo uno participaba y con el triunfalismo que nos caracteriza en España todo lo que no fuera ganar era un desastre. Eso sí, con los años he visto en algunas informaciones que los entrenadores valoran en su currículum que su equipo llegara a la Final Four de la Euroliga. Nosotros... no. Era un fracaso no ganar, aunque a veces con el tiempo ha habido gente que ha admitido el valor de mi época.
-¿Nunca le importó el qué dirán o también sufría con las críticas?
-Importaban, claro, pero no me hacían cambiar mi trayectoria. Si yo veía que tenía que tomar una decisión, me daba igual. Eso era posible cuando internamente estás bien con la directiva o con el club en general. Y casi siempre fue así.
-¿Por qué puso a Costa de primer entrenador en la 92-93 y usted se colocó como técnico ayudante del Barcelona?
-Había un periódico de Barcelona que transformaba mis palabras en otras. Estaba harto. Una vez pedí que corrigieran una información de una conferencia que di en la Fundación Ferrándiz, les pasé la grabación para que comprobaran que ésas no habían sido mis palabras. No publicaron la rectificación. El director me dijo que como era editor y no director no estaba obligado a la fe de erratas. Al tiempo, en un contrato con el Barcelona especifiqué que no iría a las ruedas de prensa, pero la ACB me dijo que era obligatorio. Entonces se puso Quim de primero y yo de segundo. Fue un error porque el periódico cogía las declaraciones de la radio y las transformaba igual.
-¿Le da para otros 40?
-No sé si llegaré a otras cuatro décadas, pero igual lo intento (ríe). Sigo con ganas. Y desde luego el próximo partido no me lo pierdo...
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