Aunque la filosofía se mantenga, el Barcelona de Tito Vilanova encontró tres signos distintivos en el inicio de una nueva etapa: sufre en defensa, se aplica en las remontadas y lo gana casi todo.

El balance de Vilanova roza el sobresaliente: nueve victorias y una derrota en 10 partidos oficiales. Su única mancha fue en el segundo partido de la Supercopa de España, con la pérdida del título tras caer 2-1 ante el Real Madrid.

Pero, empeñado en asegurar que cada técnico tiene su propio estilo, Vilanova se distanció ligeramente de Guardiola, su antecesor, en la forma de ganar los partidos.

El Barcelona sigue marcando muchos goles y cuenta con 26 a favor. Pero ha encajado 11, una cifra relativamente pequeña aunque inédita en toda la era Guardiola, donde el equipo siempre mantuvo una media sensiblemente inferior al gol por partido. Además, al actual Barcelona le llegan mucho al área y le crean suficientes ocasiones de peligro como para inquietar los triunfos.

Buena parte de la explicación a esta circunstancia cabe encontrarla en el cúmulo de lesiones, con Puyol, Piqué y Abidal actualmente fuera del equipo.

Pero si hay tantos problemas en defensa, ¿cómo se explica que el equipo presente un expediente de victorias casi inmaculado? La respuesta es simple: un ataque capaz de remontar cualquier resultado.

El Barcelona se vio por detrás en el marcador contra el Real Madrid en la ida de la Supercopa de España, ante el Osasuna y el Sevilla en la Liga y frente al Spartak en la Liga de Campeones.

Nueve de los 17 goles que lleva el Barcelona en seis partidos en la Liga los consiguió en los últimos 15 minutos. En la mitad (Osasuna, Sevilla y Granada), además, fueron decisivos para conseguir los tres puntos. Y en la primera jornada de Champions, Messi tuvo que hacer dos goles en 20 minutos para voltear el marcador y acabar ganando por 3-2 al Spartak. Curiosamente, las remontadas épicas son algo que siempre se atribuyó al carácter del Real Madrid.