Con la Venia

Chapu Apaolaza sobre el Picoco

  • Los Estados Unidos de América han desclasificado 400 informes de avistamientos de ovnis. Ahora, los llaman Fanis (Fenómenos Atmosféricos No identificados) porque no saben qué son, pero saben que no son extraterrestres, por lo que sea. Lo de atmosférico parece demasiado suponer, pero doctores tiene el Pentágono. Sería muy desconsiderado pensar que estamos solos, que somos únicos.

  • La matemática dice que, siendo el universo infinito, no solo es que exista la posibilidad de que haya otros planetas poblados a la manera del nuestro, es que hay otro yo en este momento escribiendo esta misma columna a la vez que yo la escribo, sentado en una mesa perfectamente igual a esta en la que me siento con los mismos tres perros saltando entre los mismos jaramagos, espigas y flores.

  • Ojalá nos anden observando civilizaciones de más allá del sistema solar. Siempre es mejor soñar con esto que asumir la idea de que no le interesemos a nadie. Y qué bella resulta toda aquella iconografía de platillos volantes con puertas que se abren y se convierten en rampas por las que descienden torpemente hombrecillos verdes con piernas o cortas o largas y trompetas en lugar de orejas. Acaso hayamos abandonado la esperanza de un encuentro en la tercera fase. O la vieja ficción de que de allí arriba espera dispuesto a aterrizar un enjambre de naves que conquistará la tierra para raptar a los humanos y almacenar miles de millones de cuerpos como alimento. Si estamos para comernos. En el desolladero de Las Ventas suelo acudir a una fantasía parecida ante la inquietante escena en la que hombres de verde con katiuskas blancas disecan los toros del Conde de Mayalde aunque podrían disecarme a mí.

  • En una comida hace muchos años, Rafael Peralta narró un encuentro con un ovni tripulado por hombrecillos que se habían cruzado con su coche. Eduardo Miura, que estaba en aquella mesa, le preguntó socarrón de dónde venía el rejoneador, y venía de cenar de Sanlúcar de Barrameda, naturalmente. Las carreteras de Cádiz son propicias al encuentro interestelar. El gran Manolo Gutiérrez que tenía una gasolinera en Jerez de la Frontera y un Ford Ka con una nevera en la guantera para llevar media de manzanilla y dos catavinos, volvía un día de El Puerto conduciendo un tanto vitivinícola. En un volantazo, un acompañante le advirtió: "Pero Manolo, ¿no ves la raya?", y respondió que veía la raya, el tiburón y al comandante Cousteau.

  • En Cádiz se contaba la historia de un compañero de la prensa que se había topado con un platillo volante. Lo recuerdo como un buen tipo, aunque algo irascible, y ahora veremos por qué. Contaba -o eso decían, porque a mí nunca me lo contó y lo lamento- que se había encontrado con los seres de otras galaxias y que incluso se habían dirigido a él. Naturalmente, todo el mundo quería conocer el mensaje que le habían dado. Lo que le habían dicho era 'Pi-co-co Pi-co-co', así que a ese hombre, en Cádiz le pusieron de mote 'Picoco', por lo sonoro de la palabra y por la guasa de la gente. Lo mejor es no contarles los avivamientos de ovnis a los amigos; que los divierta su puta madre.