Cádiz CF

El Cádiz CF no ofrece un solo motivo para creer en la permanencia: a expensas de un milagro

Alcaraz y Chust, desolados tras el gol de Portu en el Girona-Cádiz.

Alcaraz y Chust, desolados tras el gol de Portu en el Girona-Cádiz. / Efe

Se acaba. Es sólo cuestión de semanas. A este ritmo, quizás ni sea necesario esperar a la última jornada de Liga, a finales de mayo (visita al campo del Almería), para confirmar lo que se ve venir desde hace tiempo: el descenso del Cádiz CF. La realidad se impone con toda su crudeza a medida que se desprenden las hojas del calendario.

Ya no queda asidero donde agarrarse. Bueno sí, a la cansina cantinela de que la salvación pasa por casa, bla, bla, bla, para jugar por enésima vez con la ilusión de una afición a la que han engañado con una plantilla que tendría serias dificultades para ocupar un puesto entre los seis primeros clasificados en Segunda División. Es cierto que el rendimiento mejora en el estadio Nuevo Mirandilla, faltaría más, pero no es suficiente. Nada lo es para un equipo que quiere pero no puede porque carece de hechuras para militar en Primera.

El Cádiz CF no está para nada. Menuda temporada de sufrimiento. Se empeña en demostrarlo una y otra vez en una especie de día de la marmota. No ofrece un solo motivo para creer en otra cosa que no sea el triste retorno a la categoría de plata después de una de las peores (puede que la peor), temporadas de su historia en la élite.

Cada jornada es un tránsito martirizante en el largo e insoportable camino de vuelta al hábitat de natural de un club que la mayor parte de su historia la ha escrito en Segunda y no atesora recursos para estabilizarse en el selecto grupo de los veinte. Pocas veces un equipo fue tan pequeño como el de la primera parte ante un Girona que hizo lo que quiso. La diferencia fue abismal.

La pregunta es cómo preparó el Cádiz CF el partido contra un rival que es archiconocido por su sobresaliente capacidad asociativa y su habilidad para generar espacios en ataque. Los visitantes fallaron en la presión y no cerraron esos espacios por donde se colaron sus oponentes. Y, para no poder costumbre, se deshilachó con una pésima defensa de una acción a balón parado. No se redime de unos pecados repetidos que le condenan al fuego del descenso.

Las cuentas no salen mientras en el Cádiz CF se agarran a las matemáticas para seguir luchando. Mientras haya vida están obligados a pelear por una permanencia que apenas se divisa en un horizonte donde sí se aprecian los nubarrones de la división de plata.

Remontar seis puntos en seis jornadas parece una misión imposible dado el recorrido de un equipo que se aferra a los números y a una palabrería cargada de tópicos que luego no se corresponde con los hechos. No basta con echar la pelota hacia delante con el manido recurso de pensar en el próximo encuentro. Los resultados son los que mandan y cuatro victorias en 32 capítulos, 25 puntos de 96, suponen un balance horroroso que debería sonrojar a cualquiera que tenga un poco de vergüenza.

La única verdad es que el conjunto amarillo no cumple en el césped y va directo al lugar que se merece. A estas alturas, con todo perdido, sólo un milagro puede evitar el descenso. Pedir a la gente que crea es seguir engañándola.

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