cádiz | ALMERÍA

Gran colofón a las ganas de fiesta

  • La celebración de los eventos gastronómicos previos al Carnaval en la Tacita de Plata se traslada al Carranza con un final que desata la euforia de la afición tras el sufrimiento

Roberto Perera y Juanito, segundos técnicos pero responsables ayer en los banquillos, conversan.

Roberto Perera y Juanito, segundos técnicos pero responsables ayer en los banquillos, conversan. / joaquín pino

El de ayer era de esos partidos en los que olía a fiesta desde antes del pitido inicial. La tarde-noche se presentaba como una buena oportunidad para celebrar en el estadio lo que la Tacita de Plata venía viviendo durante todo el fin de semana con la pestiñada el sábado y la erizada y la ostionada ayer. Eso sí, el frío ambiental se hizo notar y el Ramón de Carranza no registró ni de lejos una de sus mejores entradas de lo que va de temporada. También pudo influir en ello precisamente la coincidencia con los eventos gastronómicos que sirven como aperitivo del Carnaval, aunque la derrota de la anterior jornada contra el Valladolid, y más si cabe el hecho de que se repitiera por segunda semana consecutiva en casa, igualmente pudo pesar lo suyo.

Menos pero tan fieles como siempre, los aficionados animaron al conjunto amarillo durante todo el primer tiempo a pesar de que el juego no invitaba a la alegría. Los gritos de aliento para espolear al ataque cuando el Almería decidió atrincherarse se convirtieron en una evidente muestra de calor individual en puntuales fallos o para mostrar un absoluto apoyo a hombres que se desesperaban al no salirle las cosas o recibir alguna que otra entrada al límite del reglamento. La comunión hinchada-equipo se puso de manifiesto una vez más aunque hasta el descanso la incertidumbre presidía las sensaciones tanto en el césped como en la grada.

Tras el intermedio, las dificultades se acentuaron, porque los rojiblancos dieron un paso al frente para buscar los tres puntos y especialmente porque los locales se quedaron con uno menos tras la expulsión de Sankaré. Pero el ánimo no decayó. El respiro de alivio cada vez que los visitantes marraban una llegada daba lugar inmediatamente a cánticos y aplausos al compás para empujar que servían para sacar fuerzas de flaqueza y crecerse ante la adversidad. Dadas las circunstancias, no eran pocos los cadistas que empezaban a ver el empate como un mal menor. Sin embargo, Aitor rompió todos los esquemas al desafiar a la lógica y Carranza sonrió y cantó su suerte al son del Carnaval, que ya queda a la vuelta de la esquina.

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