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¡Qué alegría de himno!

  • Acaban de cumplirse 20 carnavales desde que el 'Me han dicho que el amarillo...' fue cantado por primera vez en el Falla por 'La familia Pepperoni'

La chirigota 'La familia Pepperoni' aparece en plena actuación, con el inconfundible Manolito Santander sentado en el centro de la primera fila.

La chirigota 'La familia Pepperoni' aparece en plena actuación, con el inconfundible Manolito Santander sentado en el centro de la primera fila. / joaquín pino

El genial cuarteto Tres notas musicales (no hace falta recordar que en el Carnaval de Cádiz los cuartetos también pueden tener tres componentes) pareció augurarlo años antes. Una de las frases más recordadas de su sensacional repertorio es una que soltaba el inolvidable Ludwig van Peñathoven, acompañado aquel año por su inseparable Wolfgang Amadeus Masa y por el menos afamado Rostropovich. El Peña, con su gracia innata para dar y regalar, sentenciaba de este modo: "El Himno de la Alegría. ¡Qué alegría de himno!".

Años después, un autor chirigotero de reconocido prestigio creó casi sin quererlo el que se convirtió con el paso del tiempo en el auténtico himno del Cádiz, por mucho que todavía lleve colgado el cartelito de oficioso o no oficial. A Manolito Santander se le aparecieron todas las musas cuando cogió el bolígrafo y se puso a escribir el exitoso pasodoble Me han dicho que el amarillo... Corría 1998 y su chirigtota se presentaba al concurso con el nombre de La familia Pepperoni, consiguiendo a la postre el cuarto premio en su modalidad. Por lo tanto, uno de los pasodobles más cantados de la historia, si no el que más, acaba de cumplir 20 carnavales y merece de largo un reportaje por tal efeméride.

Viñero de pro pese a su apellido, el autor explica cómo surgió la idea del pasodoble de marras: "Lo pensé en el mismo estadio, un domingo después de un encuentro. El Cádiz dio un partido malísimo, de los suyos de aquella época en Segunda B, y me vino a la mente que la afición, aunque entonces íbamos pocos, tenía dos cojones por aguantar aquello. Anteriormente ya le había escrito algunas letras al Cádiz con otras chirigotas, pero hay gente que le escribe todos los años a la Caleta. ¿Por qué no iba a repetir yo? Además, me daba coraje que todo lo que se escribía en Carnaval sobre el Cádiz era para cachondearse de él, pasándose a veces con nuestro equipo".

Una vez plasmado en el papel, llegó la hora de que lo conocieran los demás miembros de la chirigota, con respuesta fría como comenta el protagonista: "Antes de escucharlo ellos se lo canté a un compañero de trabajo en el rato del bocadillo del turno de tarde. Me dijo que era buenísimo y yo más que contento. Pero esa misma noche lo llevé al ensayo y cuando lo canté las caras fueron como de que no. Total, que pese a que no les convenció se metió ese pasodoble porque no había otro que meter; en caso contrario, hubiera ido a la papelera. Mi gente le tenía tan poca fe que decidimos cantarlo en preselección para salir de él cuanto antes, como se hace con el chopped pork. Cuando lo cantamos, los espectadores ni sí ni no y el jurado lo puntuó horrible. Fue el menos puntuado de todos los pasodobles de las chirigotas que en teoría partían como candidatas a llegar a la final. Total, que pasamos a las semifinales en la 16ª posición, casi por los pelos. Pero a mí me escamó que mucha gente se me acercara por la calle para felicitarme por el pasodoble del Cádiz. Lo mismo les pasó a los demás de la chirigota y fueron tirando la toalla a la hora de criticarlo. Entramos en la final de milagro y van los cabrones y me dicen que quieren cantar en ella ese pasodoble. Estuve de acuerdo porque yo notaba que tenía algo y que iba a enganchar, y no es que yo sea más listo que nadie".

Lo vivido el día grande de la final del concurso resultó diferente, como recuerda el creador de esta copla que homenajea al cadismo: "Lo cantamos y la reacción del público ya no fue la misma. Nos dedicó una ovación atronadora y escuchamos mucho oles. Como cantamos temprano, en el pasacalles de regreso la gente salía a los balcones para aplaudirnos y algunos hasta gritaban ¡viva el Cádiz!".

Esa copla había calado por fin y buena muestra de ello fue lo acontecido durante los meses siguientes: "Durante la semana de Carnaval y en las actuaciones a lo largo del año nos lo pedían continuamente, tanto dentro como fuera de la provincia. Creo que en muchos pueblos se veían identificados con lo de los equipos modestos que nunca van a ser campeones. Por cierto, en 1999 volví a escribirle al Cádiz con El Séptimo de Caballería, pero la gente seguía pidiendo el del año anterior porque era su preferido".

La explosión no se produjo, cuirosamente, hasta el año 2000, en plena actuación de Los de Capuchinos. Manolo lo recuerda así: "Pasó lo que pasó en el Falla. Cantamos un nuevo pasodoble agradeciendo que en el Carranza se hubiera empezado a escuchar a menudo el Me han dicho que el amarillo... Nada más terminarlo nosotros, todo el público se puso a can tar el de La familia Pepperoni y decidimos sumarnos. Pues hubo compañeros, lo de compañeros entre comillas, que nos denunciaron ante el jurado por cantar tres pasodobles. Quitando los asuntos familiares, ese fue el mejor momento de mi vida. Sobre el escenario no nos creíamos lo que estaba pasando, estábamos llorando desde el primero al último. Hicimos hasta un charco. Es de largo el momento más emotivo que he vivido en el Carnaval".

Aquel fue el boom pero a partir de entonces jamás se ha apagado el amor del cadismo hacia ese pasodoble, como corrobora quien lo escribió un día de plena inspiración: "A partir de ahí, la historia ya tomó el cuerpo que sigue teniendo ahora mismo. Me llamaron de toda España, de todos los programas deportivos de radio y televisión. Supongo que todo se debió a que se trataba de algo especial porque era un himno impuesto por el pueblo, por una afición. Y eso que existía un himno oficial, pero la gente se volcó con el nuestro".

La dimensión alcanzada por el pasodoble cantado por primera vez en público por aquellos gángsters a la italiana de 1998 marcó ya para los restos al grupo liderado por Manolo Santander, que precisamente acaba de volver por sus fueros en 2017 con el segundo premio de Los de Cádiz norte, chirigota de Cadi Cadi donde las haya producto del tándem formado por el propio Santander y José Manuel Sánchez Reyes. Ya son casi dos décadas de vivencias influenciadas por el pasodoble chirigotero más conocido en toda España, como explica el padre de la criatura: "Desde Los de Capuchinos, nuestra chirigota es una especie de embajadora del Cádiz. En todos los pueblos somos recibidos por gente con bufandas amarillas y niños vestidos del Cádiz. Eso sí, también nos hemos llevado algún que otro abucheo en el sitio de la provincia que todo el mundo sabe..., y eso que el primer contrato de La familia Pepperoni fue para actuar en la calle Larga de Jerez. Ese día no nos pasó nada raro, pero la cosa cambió los años siguientes por la enorme difusión que había alcanzado ese pasodoble".

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