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Historias de Cádiz

El viejo Manicomio de Capuchinos

  •  El edificio que estaba situado en el Campo del Sur fue levantado por el arquitecto Amadeo Rodríguez en 1889  l  Algunas anécdotas protagonizadas por los internos del centro

El Manicomio de Capuchinos, situado en el Campo del Sur

El Manicomio de Capuchinos, situado en el Campo del Sur

La Ley General de Sanidad, promulgada en los años ochenta del pasado siglo, acabó con la mayoría de los establecimientos psiquiátricos, conocidos vulgarmente como manicomios.   En esos momentos había en España unos 150 establecimientos de ese tipo y más de 50.000 camas dedicadas a los enfermos mentales.  La mencionada ley pretendía que el tratamiento de los enfermos mentales no se llevara a cabo mediante internamientos permanentes o prolongados. 

 Con la aplicación de dicha ley fue cerrado el centro situado en el Madrugador, en El Puerto de Santa María, heredero del  viejo manicomio de Capuchinos situado en el Campo del Sur junto a la iglesia del mismo nombre y que aún permanece en el  barrio de la Viña.

El  manicomio de Cádiz inició su andadura en 1852, situándose en el viejo convento de Capuchinos. El edificio que muchos recuerdan y que hemos visto en postales y fotografías antiguas fue levantado años más tarde, entre 1888 y 1889. En esos años, el presidente de la Diputación Provincial, Cayetano del Toro, influido seguramente por las doctrinas del famoso doctor Esquerdo, reformador de la siquiatría, decidió modernizar  el manicomio de Cádiz y dotarlo de una bella entrada. Esta construcción fue encargada al arquitecto provincial, Amadeo Rodríguez. 

 El nuevo edificio tenía  una fachada de dos cuerpos de 9 metros de altura y 21 de longitud. En el frontis de la hornacina se veía una figura de San Cayetano, sin duda como homenaje al presidente de la Diputación,  y en el coronamiento fue colocada una hermosa balaustrada. En el friso había seis medallones representando a Jesús, San Luis rey de Francia, Santa Clara, Santiago, San Pedro y Santa Isabel. El fondo del friso era de azulejos y sobre la puerta, en mármol,  fue colocada la siguiente inscripción : Beneficencia Provincial. La dirección de los trabajos d  fue llevada por el maestro de obras, García Scoto.  

Amadeo Rodríguez, según el profesor Cirici Narváez,  era un acreditado arquitecto autor del palacio de Angulo, ya desaparecido y que estaba situado en el paseo de Canalejas, y  del colegio de la Mirandilla

La Casa de Dementes, como se le llamaba al manicomio, dependía de la Diputación  y el encargado de la gestión era  el Diputado-Visitador. Contaba con una zona para hombres y otra para mujeres y tenía una capacidad aproximada para 300 enfermos

 Al frente se encontraban las Hermanas de la Caridad, que  realizaron durante muchísimos años una encomiable labor todavía no bien reconocida. Tenían la Casa de Dementes perfectamente limpia, cocinaban y atendían a los enfermos bajo la supervisión de los médicos y loqueros, que así se denominaban  los celadores del centro. 

Anualmente la Diputación organizaba una visita al establecimiento en la que participaban las primeras autoridades y la prensa local. La crónica de dichas visitas en los periódicos de la época  reflejan el buen estado del edificio, la limpieza de sus instalaciones y el esmero que todos ponían en su trabajo. Pero con la mentalidad actual, produce escalofrío la situación que vivían los enfermos, algunos de ellos con camisas de fuerza. Sin embargo hay que tener en cuenta la extrema violencia  que desarrollaban  algunos de esos enfermos mentales, como fue el caso ocurrido en 1908 con  la muerte del loquero mayor a manos de un enfermo que le golpeó la cabeza  repetidamente con un orinal de porcelana. 

Sor Concepción Rodríguez, que estuvo largos años al frente del manicomio de Cádiz, decía a la prensa en 1910:

- Esto es un sepulcro en vida. En muy poco tiempo hasta la familia se olvida del loco.

La situación de los internos, insistimos que hablamos de otra época, era aliviada en determinadas ocasiones.  En verano  y con las debidas precauciones, algunos presos eran llevados  para que tomaran un higiénico baño en la playa de la Caleta. En fila y escoltados por los loqueros, los enfermos acudían con su toalla hasta la arena.  Eso sí, el baño tenía lugar a las cuatro de la mañana, lejos de la curiosidad pública. 

Algunos enfermos podían salir  con autorización y bajo algunas condiciones. Es el caso del famoso cantaor flamenco Macandé que recibió en los años cuarenta la visita de Lola Flores y Manolo Caracol y fue autorizado a salir para cantar unas saetas al Nazareno de Santa María en la noche de Jueves Santo.

Hubo también escapadas de enfermos que provocaban la lógica alarma en el cercano barrio de la Viña. En una ocasión y aprovechando la reparación del tapia del manicomio, cuatro internos emprendieron la huida llegando hasta el parque Genovés. Allí preguntaron por el camino a San Fernando.  El popular ‘Zambullo’, operario del Apero Municipal, se ofreció a llevarlos y hábilmente los condujo de nuevo al manicomio diciéndoles que  era la ‘estación del tren’. 

Sobre los manicomios había un dicho popular, “ ni están todos los que son, ni son todos los que están”. Y buen ejemplo de ello lo tenemos con otra escapada de seis  enfermos, en los años treinta, que llegaron hasta el paseo de Canalejas, donde se sentaron tranquilamente a tomar el fresco. Los cuerpos de Seguridad estuvieron buscando a los escapados por todo Cádiz y  hasta estuvieron hablando con ellos. Las respuestas fueron de tal coherencia que todos creyeron que no se trataba los dementes y los dejaron tranquilamente. Finalmente el personal del manicomio acudió  a Canalejas  para identificarlos y  llevarlos  a Capuchinos.

A finales de los años sesenta del pasado siglo cerró Capuchinos y comenzó el traslado de enfermos a El Puerto. 

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