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Cádiz

Una vida por cada velero

  • Las tripulaciones de las distintas embarcaciones que llenan el muelle pesquero viven de manera diferente dependiendo del equipamiento del que disponen

Lógicamente vivir en el 'Juan Sebastián de Elcano' o en el 'Americo Vespucci' no es lo mismo que navegar en uno de aquellos veleros de la clase B, C o D que están fondeados en el muelle pesquero. La profesionalidad de la tripulación, la dimensión y el equipo técnico con el que cuenta cada velero limita las vidas de los navegantes. Acciones como ducharse, comer o la convivencia en general cambia de una manera abismal de un gran velero a la de uno de menor dimensión, por lo que resulta curioso conocer como viven esos navegantes en alta mar en un espacio tan limitado.

Afición, estudio, vocación. Tripulantes. Cientos de historias. Una vida por cada velero. Al pasear por el muelle pesquero las banderas que se encuentra en la popa de cada barco permiten divisar cual es su procedencia. Sólo dos de los 31 de pequeña dimensión son de nacionalidad española: el 'Tartessos II' y el 'Juan de Lángara'.

El 'Tartessos II' pertenece a la Universidad de Cádiz y generalmente tiene su base en el puerto gaditano. Estudiantes del Grado de Ingeniería Náutica y Transporte Marítimo componen el equipo de trabajo en el mar. Dos de sus tripulantes se encontraban en la mañana de ayer haciendo guardia en la cubierta, Alberto López y Laura Torné. "Durante la navegación no tenemos día y noche, sino que el horario es seguido. Por cada cuatro horas estamos dos de guardia", comenta Lucía al referirse a la vida en el barco. "En cambio cuando llegamos a puerto hacemos vida normal", añadió. En pocos metros siete tripulantes tienen que convivir. "En realidad la capacidad del barco es para diez, pero como la navegación era algo larga hemos considerado que siete son suficientes, puesto que no es fácil convivir en un espacio tan reducido".

El tiempo de navegación dependerá de los materiales y del equipo técnico con el que cuente cada velero. Existen barcos que son capaces de navegar varios meses gracias a los elementos con los que cuenta. En cambio, el Tartessos II sufre limitaciones. "No podemos permanecer largas estancias en el mar, puesto que al no disponer de depuradora tenemos limitada el agua, lo que nos obliga a parar", comenta Alberto. Para ello, la tripulación realiza una planificación antes de zarpar para saber en qué puertos hay que parar y cuánta comida se puede transportar. "Trazamos las rutas en función del equipo, de la cantidad de agua y de la cantidad de víveres", expresan ambos, aunque consideran que el tema de la comida es delicado puesto que "hay que llevar para todos, y al que no le guste se queda sin comer".

Estos estudiantes de la Universidad de Cádiz se toman la navegación como una forma especial de "aprender divirtiéndose". A pesar de que no pueden lavar la ropa, consideran que disponen de "lujos" como dos duchas de agua caliente y una hornilla para hacer la comida. Una forma de vida que puede ascender de lo curioso a lo interesante.

El Juan de Lángara es otro de los barcos de nacionalidad española que se encuentran atracados en la dársena pesquera. Es un velero coruñés cuya tripulación no es profesional, sino aficionados interesados por la navegación. Doce son los tripulantes de este velero de clase C.

"Realizamos guardias de tres horas y las tareas que corresponden en cada momento. Cuando terminamos nos vamos a dormir, y así vivimos navegando", señala Marta Aradas, una de las tripulantes. Al parecer, cada miembro no tiene una tarea asignada, sino que se van turnando de una manera muy coordinada. "El que tiene la guardia de cinco de la madrugada a ocho de la mañana hace el desayuno. El que tiene la siguiente guardia friega lo del desayuno y empieza a hacer el almuerzo", explica esta tripulante.

La tripulación actual de este barco ha estado como máximo tres días navegando. En esos días muchos se preocuparán por la ducha o por el tema de lavar la ropa. Pero en este velero no existe ni ducha ni lavadora. "Detrás del barco hay una plataforma que se descuelga y nos bajamos con unas escaleras para bañarnos en el mar, luego con agua dulce nos aclaramos un poco para quitarnos el salitre", señala Marta, a lo que añade que "Tampoco podemos lavar la ropa, puesto que sólo disponemos de un tanque de agua para beber y para casos de emergencia, por lo que tenemos que racionalizar las provisiones".

Vivir en el mar tiene sus límites, sobre todo si no vas en un gran velero. A pesar de todo, para a estos tripulantes es una experiencia única con una "familia con la que se aprende mucho". El mar. Una vida por cada velero.

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