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El sabor del Periquito

  • Bar el Periquito, calle San Rafael 34. CádizLa cocina inclusiva

Carolyn Korsmeyer, escritora y profesora de Filosofía en la Universidad de Buffalo en Nueva York, plantea que el poder de la comida puede ser tan profundo que comer juntos crea lazos de fraternidad uniendo, incluso, a los mayores enemigos al consumir los mismos alimentos en la intimidad mutua. Los que comen juntos, prosigue Korsmeyer, son en cierto modo iguales o parecidos. Aquellos que deciden sentarse a la mesa reconocen a sus acompañantes como iguales, resaltando el significado de la palabra latina "compañero", una persona con la que se comparte el pan.

Todos los que comen en el Periquito de Cádiz - calle San Rafael, 34- forman parte de una misma familia y la influencia que ejerce en el entorno del barrio de la Viña trasciende más allá del propio establecimiento porque generaciones de profesionales del antiguo hospital Mora y de los centros universitarios cercanos se sienten parte del afamado Bar.

Intuyo que estamos ante el establecimiento de comidas caseras donde se toma el mejor menú del día de CádizGeneraciones de profesionales del antiguo hospital Mora y de los centros universitarios cercanos se sienten parte del afamado bar

El Periquito nace realmente como un ultramarinos en 1898, ese año fatídico de la España contemporánea en el que perdimos nuestro imperio colonial y la ciudad se recomponía de un desastre sin precedentes. Posteriormente, ya como bar en 1952, un gaditano de la calle Botica, Agustín García Astorga, empieza de encargado en esa esquina de la calle La Rosa a trabajar. Al cabo del tiempo, y con el esfuerzo de toda la familia, ya en su tercera generación, ha logrado alcanzar un próspero y digno negocio familiar que ha dado de comer a muchos sanitarios del Mora, a cientos de profesores de la Facultad de Filosofía y Letras y Empresariales y a más gaditanos y viñeros que saben apreciar su cocina.

El barrio ya no es el mismo. El hospital Mora y el Poli -el Policlínico- eran un auténtico hervidero de personas, visitantes y profesionales que le daban sentido a la zona. Todavía queda en la memoria la plataforma ciudadana, en la que participó activamente el ahora idolatrado Fernando Quiñones, creada para tratar de impedir el inevitable cierre del centro hospitalario por parte de la Diputación en 1990.

Hoy, Agustín y Victoria García Rodríguez, Santiago y Mario Alberto Figueroa y Juan Carlos González Montes de Oca gobiernan la cocina y la sala de este bar que ha sabido adaptarse a los tiempos porque el turismo está modificando la vida de un barrio colmado de identidad y reclamo para muchos forasteros.

En el Periquito y Casa Agustín se sirven comidas caseras y muchos y saludables menús del día. Un Bar, una familia, un guiso, un barrio. Nada más y nada menos. Mantener eso hoy en día es un auténtico milagro culinario después de tantas "cornás" y de tantos cambios que da la vida.

Sin menospreciar a otros, intuyo que estamos ante el establecimiento de comidas caseras donde se toma el mejor menú del día de Cádiz y su mejor relación calidad precio. A ocho euros el menú diario -solo de lunes a viernes- convierte al conocido bar en un pequeño templo de la cocina viñera.

Abren a las seis de la mañana y cierran a las cuatro y media de la tarde descansando los sábados. Hasta este curioso cierre hebreo le confiere personalidad al Periquito con un inédito shabat gastronómico caletero.

El menú del día incluye primer y segundo plato, bebida, pan y postre y son habituales la berza, el arroz de paella, la pechuga de pollo rellena, el surtido de pescado frito, la sopa de picadillo o los aliños. Particularmente me llama la atención que sobrevive el gazpacho -la invasión de salmorejo en la ciudad es una plaga incontrolable- y mantienen platos tan sencillos y deseados como un arroz a la cubana, unas alubias con chorizo o unas papas con carne. La oferta de pescado sorprende por frescura con la merluza a la romana, el cazón o una exquisita corvina a la plancha.

El local destaca por la honestidad, la limpieza, el buen servicio y la capacidad de adaptarse a los tiempos y a la vida que les ha tocado vivir. Hay que reconocer que el Periquito posee sencillez y sabor pero detrás hay una familia trabajadora que nos enseña que comer juntos nos hace iguales en la diversidad gastronómica. Y que cada día se hace más necesaria una cocina inclusiva.

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