Cádiz

Las roquitas de Pepi

  • Confitería Tres Martínez. Barbate. Cádiz

"Donde el río se une con el mar, allí es donde quiero habitar" (Isabel Caballero). Los estuarios de los ríos son ecosistemas complejos, vulnerables y atractivos pero también llenos de misterio, de enigmas sin resolver, de espejismos y de ilusiones. La confluencia de lo dulce y lo salado. Es la simbología machadiana la que describe al río como la vida y al mar como lo absoluto e ilimitado: El mar es un sueño sonoro.

Es en este espacio poético y lleno de alma donde nace una creadora: Pepi Martínez. La confitería Tres Martínez de Barbate (Cádiz) que regenta junto a sus hermanos Andrés y Juan es un referente en su pueblo desde 1886 y posiblemente sean los dulces más ricos de la Janda. Varias generaciones de pasteleros venidos desde Cuba los preceden y un obrador con aroma a canela vió nacer a los tres hermanos.

Roscos de viento, piñonadas de la Breña, suizos, ¿le gustan los milhojitas de chocolate?, helados en verano en la nueva tienda de la playa, piononos, borrachos y diferentes tipos de tartas. Todo bajo la omnipresente mirada de la matriarca: Trinidad Núñez, la castañera, que a sus ochenta años es un ejemplo de tesón y cariño a los dulces. Delicada y sutil. Inteligente y moderna, Trinidad aún sigue colaborando a diario con sus hijos aunque sea pelando manzanas verdes con sus New Balance. Sencilla y sofisticada es el ejemplo de la perseverancia. La esencia de la pastelería.

Tres Martínez es una pastelería de pueblo. Sabores de siempre. El esfuerzo de una familia abnegada. Hay Solera. Pero no sólo es eso. Es mucho más. Su esfuerzo por crecer e innovar ha marcado su nuevo rumbo capitaneado por Pepi. Una tienda on line capaz de vender en Bruselas o Israel y un esfuerzo constante por hacer cosas nuevas, como las catas de Sexo y chocolate, constituyen el principal valor de la confitería.

Barbate es el mar, la salazón, el atún rojo de almadraba, la inmensidad oceánica y la sal. Estos elementos simbólicos y la dulce actividad de la confitería generaron tal contradicción en Pepi que un día decidió innovar para dar salida a su inquietud creadora y le llegó el ingenio. Primero comenzó con las texturas e incluso se sirvió de las farmacias de la localidad para intentar experimentar nuevas formas y empieza a viajar, conociendo Francia, formándose y volando con su imaginación.

Y por fin aparece el chocolate y recupera su niñez. He ahí la mezcla perfecta. Con la unión de los contrarios llega Heráclito a La Janda y rememora lo dulce y lo salado de una manera magistral: las roquitas de mar, la creación más interesante y avanzada de Tres Martínez.

Tres tipos diferentes. La de chocolate blanco, huevas de maruca y nueces. La de chocolate con leche, almendras y mojama y en tercer lugar la de chocolate negro (al 70% de cacao de Guanaja) con barquillo de canela y bonito de Barbate. Pruébenlas con un oloroso al atardecer. O desayunen con ellas en los brazos de su amante junto a un Brut escuchando el aria de O mio babbino caro.

Las roquitas son el ejemplo de lo imposible. Crujientes, seductoras, enigmáticas y atractivas. La Habana en tu boca. Recuerdos coloniales. Sonrisas cómplices.

No dejen de ir a Barbate. Contemplen su farito desde la ensenada, toquen con sus dedos las costas africanas y entiendan que estamos en un cruce de caminos. Las roquitas de Pepi no son de este mundo.

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