Ciudadanos de cádiz

"Todo reconocimiento sirve si sabes qué hacer con él"

  • Riki Rivera. El compositor gaditano, que aprendió a tocar la guitarra entre los sones del Carnaval y el flamenco, coronó "un gran año" con el Goya a mejor canción original por 'Niño sin miedo'

LLUEVE a mares sobre el Castillo de Santa Catalina. "Pero qué bonito es, ¿verdad? Es que esta ciudad... Y lo que se la echa de menos cuando estás lejos... No podría vivir sin venir a Cádiz a cargar las pilas". El ganador de un Goya por mejor canción original, Riki Rivera, contempla la fortificación, se acomoda en un banco de forja y nos relata una historia. Una historia tan antigua como la ciudad que lo vio nacer. La de quien siembra, recoge. Y sus cestos, en estos años, se han llenado de frutos "hasta los topes".

-¿Quién le puso la primera guitarra en las manos?

-Mi madre y mi abuelo me la pusieron por Reyes. Pero la guitarra es un instrumento del que no vas a sacar un sonido limpio la primera vez que te acercas a él, para que suene una nota tienes antes que aprender a independizar las manos. La guitarra llegó a casa pero ahí se quedó rodando como un año...

-Se inició con José Herrera, ¿no?

-Así es pero, de forma paralela, había una comparsa de infantil que sacaba Pacoli a la que le hacía falta un guitarra y, un poco antes, también estuve con una agrupación que sacaba Ramoni... Ahí fue cuando me fui animando con la guitarra... Recuerdo que cuando me incorporé a la comparsa, que ya iba avanzada, me dijo Pacoli que pusiera en tal sitio y que mirara al de al lado y ahí fui aprendiendo... Y una vez que uno entra en el Carnaval está totalmente perdido o encontrado (ríe) y la música comienza a ser un juego... En paralelo, iba a José Herrera que enseñaba guitarra de acompañamiento al cante, que era algo que para un niño resultaba menos divertido pero después con los años te das cuenta lo importante y lo interesante que fueron esas enseñanzas porque fue la primera vez donde me di cuenta que podía tocar, que podía sacar sonidos de la guitarra.

-¿Qué edad tenía?

-Unos ocho o nueve años... Porque me la pondrían con siete... Como ahora mi sobrino, al que estos Reyes le he regalado una guitarra también. Pero ahora no es como antes, no hay escuelas de guitarra como antes, ni un círculo bueno... Una pena, en verdad.

-Andrés Martínez es otro nombre a reseñar en esos años...

-Efectivamente. Tras estar con José, y seguir en Carnaval en infantiles y juveniles, llegué a Andrés, que enseñaba guitarra moderna. Él me puso en contacto con conceptos como la musicalidad, con las falsetas de Paco, de Gerardo Núñez... Andrés era un virtuoso. Compraba los discos y los sacaba de oído y nos lo ponía a nosotros allí en su casa, donde nos daba las clases, una casa en una calle chiquitita que conecta Candelaria con Cobos. Además, cuando terminaba la clase nos pedía que nos quedáramos para ponernos vídeos de conciertos de Paco de Lucía, de Vicente Amigo, de Gerardo... Eso era alucinante, era una maravilla...

-¿Cuándo pensó que la guitarra podría ser una forma de vida?

-Creo que en una actuación que nos salió en el Rastrillo de Madrid. Tendríamos unos 14 años e hicimos un grupo de baile con una gente de San Fernando y nos contrataron en el Rastrillo. En Madrid, una semana, con todo pagado, con tu guitarra y no faltándote de nada... ¡Yo quiero esto!, me dije (ríe). Qué bien lo pasamos entonces... Nosotros, con Palomar, Anabel y el Katumba, en esa época ya empezamos a trabajar con Pilar Ogalla, en la academia que tenía en Diego Arias. Ya ahí teníamos más poca vergüenza que edad y ella nos enseñó un montón, al menos, en mi carrera, Pili ha sido importante porque me daba una cinta con las falsetas que quería y las tenía que sacar y aprender y luego las niñas bailaban encima de la falseta... Total, que ella iba enseñándote cómo construir, un método de trabajo. Fue como poner en práctica lo que había aprendido.

-¿Qué le supuso Levantito?

-Levantito fue todo. Fue llevar a otro nivel lo que habíamos estado soñando, inventando y ensayando durante los años anteriores. Ahí Javier Tizón, El Pájaro, jugó un papel importante porque fue el primero que expuso canciones buenas porque nosotros hacíamos versiones. Javi era, y sigue siendo, un talento espectacular. Así que yo creo que la materia prima ya estaba, nos buscábamos bien la vida con los arreglos aprovechando las experiencias del Carnaval y del flamenco, y, encima, esas canciones... También tuvimos la suerte de estar acunados por Mario Alberni, de Kaleta Records y por Jorge Cacheda El Chipi, ellos nos quitaron las catetadas. Fueron un par de años de una cosa muy bonita, una cosa pequeña pero muy bonita y muy de verdad... ¿Te cuento una cosa que te vas a reír?

-Dígame

-Que a mí Levantito, me recuerda mucho al cuarteto de los Niños.

-¡¿Y eso?!

-¡Un montón! (ríe) Porque tienen la misma frescura, poca vergüenza y talento que teníamos nosotros. No sé, también el de la melenita me recuerda a Palomar (ríe). Quizás nosotros éramos un poco más chicos, pero no sé, ese desparpajo me recuerda mucho a nosotros.

-¿Y qué paso cuando acabó?

-Pues lo mejor, que sentimos la necesidad de, como mínimo, quedarnos ahí, estar a ese nivel. Es cierto que podíamos haber hecho algo más, había un segundo disco que no salió... Pero, bueno, ya teníamos la necesidad de hacer cosas solos. Muchas veces lo hemos hablado y, en verdad, coincidimos en que está bien lo que pasó porque crecer en un grupo durante muchos años no es tan positivo porque, por desgracia, los grupos tienen su fecha de caducidad, al igual que cuando un artista pega un boom, que lo que debe de hacer es un trabajo de arquitectura de su carrera para que ese éxito no sea pasajero.

-Tenía 20 años y optó por tirar para Sevilla.

-Y me veía mayor... Recuerdo que pensé que si con 23 años no me colocaba, iba a tener que pensar en buscar un trabajo porque era duro, la familia apoyaba un montón pero era normal que también hubiera miedo... Pero tuve la suerte de que en Sevilla me fuera bien. Conocí a una chica que era bailarina y, a través de ella, entré en un círculo de jóvenes flamencos y empecé a trabajar con unos y con otros. Descubrí un mundo de gente igual que yo, que buscaba lo mismo que yo y súper competitiva. Todo el mundo con la carrera de música o de danza, con un gran nivel cultural y bien situados. Y mucho talento.

-¿Surgieron complejos?

-Nunca, porque la poca vergüenza te vale para demostrar lo que vales (ríe). Surgían miedos pero no eras consciente del todo. Ahora sí que los sientes. De hecho, cuando ahora tienes que emprender algo y te entra el miedo es bueno mirar atrás y ver que ya lo has hecho y que salió bien. Además, no me fue mal. Ni al año de estar allí, entré en la compañía andaluza que llevaba José Antonio y con ellos estuve un año. Y después no dejé de dar botes y de trabajar con gente increíble.

-Como Javier Latorre para el que hizo 'Triana. En el nombre De la rosa'

-Sí, fue precioso pero antes ya había dirigido Rinconete y Cortadillo,' de Cervantes, con la música de Juan Carlos Romero, al que yo admiraba muchísimo. Eso fue un pelotazo para el que hice la dirección musical. Después hice la de Triana.

-¿Cómo conoció a India Martínez?

-Pues justo después de lo de Triana conozco a India porque me la presentó un manager que tenía y que venía a grabar aquí, a Kaleta Records. Dio la casualidad que ella tenía un festival flamenco en Rociana (Huelva) y el guitarrista que tenía no podía ir, así que el manager me ofreció ir con ella. Fui allí, hicimos la actuación, funcionó y él quería hacerle un disco, yo le dije que tenía canciones y, automáticamente, empezamos a colaborar. Eso fue en verano del 2003 . Ya llevamos un buen puñado de años colaborando y seis discos juntos.

-¿Fue la primera que cantó sus canciones?

-Sí, yo componía de antes pero ella fue la primera. Luego, al poco tiempo, Pasión Vega y luego también Argentina, El Lombo... Y ahora estamos con María Parrado, que está haciendo un disco muy bonito.

-Pasión, entre otros artistas, también formaron parte del disco 'El callejón de los Santos', ¿una producción suya?

-Sí, claro, para mí fue algo muy importante porque dirigí en el estudio a artistas de la talla de Pasión, Ruibal, Manuel Carrasco, David Demaría... Me llamó Jesús Bienvenido para arreglar y producir el disco, y tremendo disco y tremendo talento el de Jesús, es un autor al que admiro mucho.

-¿Y David Santiesteban? ¿Fue el primero con el que empezó a componer en conjunto?

-No, ya antes había trabajado con Manuel Illán, productor de Pablo Alborán, y con Chico Valdivia, el de Diana Navarro. Pero con David fue con quien encontré la conexión de hacer canciones grandes tanto en una semana como en una tarde. Lo conocí en 2010 y estuve un par de años yendo y viniendo de Sevilla a Madrid, porque él vivía allí, y, al final, me fui a vivir allí hace tres años. Y una vez que te vas a Madrid y quieres hacer cosas, prepárate porque es un no parar.

-¿Qué tiene Madrid?

-Gente que trabaja para que tus ideas funcionen. Utilizan las ideas como materia prima, como algo muy valioso, cosa que no ocurre en otros sitios. Y para nosotros, que tenemos la parte creativa muy desarrollada por nuestra forma de vida aquí, pues es alucinante.

-¿Y qué no tiene Andalucía?

-Nadie que haya tenido o tenga el poder de hacer una industria del arte pues no se ha parado a pensarlo o no ha querido ni hacer grandes infraestructuras y dotarlas o dar buenas subvenciones. Siempre he pensado que estaría bien abrir una fábrica. Me explico, no una escuela, que sería otra cosa, sino un lugar donde gente con una formación, con una carrera, con unas actitudes, puedan ir a poner en pie sus proyectos y donde se les ayude a exportarlos.

-¿Qué le ha dado más satisfacciones, componer o tocar?

-No sé... Todo... Creo que hay que buscar el momento agradable en todo lo que haces. Hacer un disco te da una satisfacción cuando pasan las cosas en el estudio y después cuando pasan, no sé, seis meses de su salida cuando alguien te dice que le ha gustado; tocar es más inmediato porque el retorno del público se produce a la vez. Con las canciones, por ejemplo, es bonito que a los años te viene alguien y te recuerda alguna o, como nos ha pasado este verano, una persona con un verso de una canción de India tatuada.

-¿Y a la hora de expresarse?, ¿con qué disciplina se queda?

-Creo que con la composición de canciones... Cuando te metes en profundidad es muy bonito porque puedes guardar mensajes ocultos, hacer metáforas que parecen una cosa y son otra... Creo que ahí me expreso mejor aunque el lenguaje de la guitarra es maravilloso también.

-En Cádiz, sólo ha tocado como solista un par de veces, ¿no? En 2005 y 2010 creo...

-Sí, en La Lechera. Pero es que es muy complicado porque de la guitarra así de concierto no se preocupan mucho por aquí. No hay festivales de guitarra, ni de música instrumental en general... Por ejemplo, si aquí hubiera un concurso de guitarra solista flamenca pues creo que con el tiempo se crearía un círculo muy bueno de artistas, como ha ocurrido en Córdoba. De todas formas, aunque yo siempre quise ser guitarrista flamenco solista, una vez que empiezas con otras disciplinas ya no hay vuelta atrás porque para ser guitarrista de concierto hay que echarle muchas horas. Yo he encontrado mucha satisfacción acompañando a gente y haciendo canciones.... Pero claro que me haría mucha ilusión volver a tocar en Cádiz cosas mías. Bueno, ahora estoy preparando mi disco instrumental en solitario.

-¿Puede adelantarnos algo?

-Sí, que no es de guitarra flamenca entero, es más de world music, y que la idea sería presentarlo aquí. Nace de un trabajo que me encargaron para un espectáculo que se hizo en Tokio hace un par de veranos. Se llamaba Shirube, que significa algo así como momentos de la vida, y de ahí he cogido algunas piezas para lo que sería el disco, aunque necesito unos cuatro o cinco meses para centrarme y alimentar eso. Sería una autoproducción y la enfrento con muchas ganas porque estoy en un momento en el que quiero abrir mi carrera y dejar de hacer cosas para la gente durante unos meses .

-¿Qué ha significado el Goya?

-Una garantía. Ya el currículum pasa a un segundo plano, no tienes que mandarlo a ningún lado y eso es una tranquilidad. Es un estímulo y te da seguridad para seguir sacando ideas porque es una manera de comprobar como que esa paranoia tuya ha llegado a la gente y conecta. Pero ahora hay que seguir trabajando porque el Goya es un nuevo punto de partida porque, como todo reconocimiento, sirve si sabes qué hacer con él.

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